nueve

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|| Las cacerías de Grace.

En algún lugar de Texas.
31 de diciembre de 1994.



El viento cortaba el aire frío de la noche mientras la luna llena iluminaba las ruinas del granero abandonado. Las sombras danzaban sobre las paredes desmoronadas, proyectadas por el parpadeo irregular de una hoguera encendida hacía horas. Un silencio inquietante envolvía el lugar, roto solo por el eco lejano de los fuegos artificiales que empezaban a estallar en el horizonte.

Grace respiraba profundamente, su corazón latiendo con fuerza contra sus costillas mientras aferraba el machete con ambas manos. El acero estaba frío en sus palmas sudorosas, pero no tenía tiempo para distraerse. Sus músculos estaban tensos, listos para el próximo movimiento.

—Vamos, maldito. Ven a por mí —murmuró entre dientes, enfocándose.

De repente, una figura oscura emergió de las sombras, los ojos rojos del vampiro brillando bajo la tenue luz. Se movía con velocidad sobrehumana, un borrón apenas perceptible para los sentidos humanos. Pero ella había entrenado para este momento, su cuerpo se movió casi por instinto.

El vampiro cargó hacia ella con un rugido bajo y gutural, mostrando sus colmillos en una sonrisa amenazante. Grace se mantuvo firme, esperando el momento adecuado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, balanceó el machete con toda la fuerza de su cuerpo. El filo del arma cortó el aire y, en un solo movimiento fluido, la cabeza del vampiro se desprendió de su cuello. El cuerpo se desplomó al suelo con un golpe sordo, y por un segundo, todo quedó en silencio.

—Diablos. Es mi chaqueta favorita —se quejó al ver que la sangre del vampiro, oscura y viscosa, había salpicado en ella, manchando el cuero desgastado que tanto apreciaba. Apretó la mandíbula, ignorando las gotas que resbalaban por su rostro, sintiendo el calor de la adrenalina fluyendo por sus venas.

Colin, su tío, se acercó atravesando las sombras del granero, pasandose por la frente un paliacate negro para secar el sudor que comenzaba a cubrirle la piel. Había observado la pelea desde una distancia prudente, evaluando cada uno de los movimientos de Grace.

—Nada mal para una novata —comentó, su voz calmada pero cargada de la tensión de la situación.

Grace resopló, ofendida por el comentario. La adrenalina seguía bombeando en su cuerpo, y no estaba dispuesta a dejar que su tío minimizara lo que acababa de lograr.

—¿Nada mal? No sé si te has dado cuenta pero acabé con dos de ellos yo sola —replicó con una mezcla de orgullo y desafío en su tono, sintiendo aún la energía correr por sus músculos.

—Te felicitaría de no ser porque desobedeciste mis órdenes —contestó Colin, frunciendo el ceño. Sus ojos verdes se estrecharon, reflejando las llamas distantes de que chisporroteaban cerca—. Te dije que no te separaras de mí. Teníamos un acuerdo, Grace. Ibas a obedecerme sin importar qué.

ʜᴏʟʏ ɢʀᴀᴄᴇ - ᴠᴏʟ. ɪ | sᴜᴘᴇʀɴᴀᴛᴜʀᴀʟ (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora