Las gotas de lluvia se deslizaban por el parabrisas y a su paso bañaba las calles con la helada agua, dejo marcas que se deslizaron en los vidrios de las ventanas de las casas. El cielo, pese la lluvia dejaba ver un cielo amarillento y naranja resultado de los colores del dormilón sol y gracias a la mezcla de las nubes lloronas tomaba un tono grisáceo.
Los ojos avellana de Oliver miraron de reojo de Sebastián, emanaban angustia por el otro pero opto por no decir ni una palabra pues sabía que luego de la salida del hospital él no querría hablar sobre nada de lo sucedido, la celiaquía, los problemas alimenticios y la depresión no era algo de lo que Sebastián quería hablar. Al contrario, deseaba olvidarlo y alejarse de ello lo más antes posible y no importaba con que método se diera.
La lluvia comenzó a cesar de apoco y las últimas gotas de agua apenas hacían algo y entonces el olor a tierra mojada se hizo presente. Sebastián pudo escuchar a los pájaros cantar mientras sus agiles alas se desplazaban por los aires provocando sombras en el suelo, los capullos fueron golpeados por el agua y las pocas gotas se deslizaban en sus hojas provocando que el débil tallo de la flor se apachurrara de apoco...
- Gracias por traerme... - agradeció Sebastián con completa seriedad abriendo la puerta. Luego se detuvo – Hey... ¿Quieres... Tomar un café? – añadió.
Oliver esbozo una sonrisa cálida de lado y entre cerro los ojos mientras lo hacían, estacionándose y apagando el motor lo acompaño afuera del auto, ambos se plantaron frente a la puerta y antes de que Sebastián pudiera si quiera tocar la puerta Fernanda salió cargando un recipiente grande con agua.
- ¡Sebas! – exclamó con sorpresa – No te esperaba tan pronto.
- Lo siento, debí haber avisado – se disculpó – Volví a desmayarme en la U así que tuve que ir al hospital, recién salgo.
- ¡Ay, cariño! – la mujer dejo el recipiente en el suelo para acto seguido abrazar al recién llegado, un abrazo lleno de pena - ¿Cómo estás? ¿Qué paso?
- Todo está bien – respondió posando su mano en el hombro de la mujer – Mi cuerpo aún no se adapta a este cambio, dejar de comer unas cosas, vómitos, mi falta de vitaminas no me está yendo tan bien que digamos...
- ¡Madre mía! – Fernanda exclamó llevándose una mano a la boca en expresión de sorpresa.
- Señorita Fernanda, lamento interrumpirlos a ambos – se disculpó y añadió: - ¿La puedo ayudar con eso?
- Oliver... - la mujer lo miró con ternura – Gracias por ser tan considerado, pero prefiero hacerlo por mi cuenta.
Oliver no se opuso y asintió respetando la elección de la mujer.
-Vamos – invito Sebastián con un susurro y una sonrisilla.
La casa tenía un tenue aroma a flores que les otorgaba una cálida bienvenida. Sebastián lo invito a pasar hasta la cocina donde preparo el agua hasta que hirviera, posteriormente Oliver se ofreció como ayuda para preparar su propio café.
Fue el momento en el que Fernanda apareció nuevamente.
- ¿Desea un café? – ofreció el británico.
- No, gracias. Estoy un poco ocupada con las plantas no tengo tiempo para eso – rechazo la oferta, pero mantenía su dulce tono de siempre.
Oliver asintió comprensivo y se sentó en la mesita de la cocina al lado de Sebastián, el ambiente era cómodo pese el silencio que había a los alrededores y los callados que estaban ambos. Pese estuvieran separados, en silenció ambos se sentían cómodos uno con el otro y la confianza permanecía ahí.
- ¿Cómo te sientes?
- ¿Ah? Ah... Todo bien, me estoy acostumbrando – sonrió antes de tomar un sorbo de su taza con café – Creo que pese lo que paso hoy, no me siento tan mal.
- ¿Estás seguro?
Sebastián lo miró y asintió con energía. Sus ojos cargaban unas ojeras oscuros bajo ellos, pero no eran de cansancio necesariamente si no causa de la anemia y otros factores derivados, el esmeralda de sus ojos comenzó a perder el brillo dejándolos opacados.
- Si necesitas hablar, podemos hacerlo – propuso Oliver susurrando mientras tomaba la mano del otro.
Sebastián esbozo una sonrisa de lado.
- Gracias...
Oliver extendió sus brazos y cubrió a Sebastián en un abrazo sin que este se lo esperara con anticipación, pero lo acepto sonriendo.
- Mañana no vayas a la U...
- ¿Qué?
- Por favor – pronunció con su voz quebrada, el abrazo se convirtió en uno más apretado - Tomate un descanso.
- Pero... ¡Mi sueño es terminar la universidad...! No puedo abandonarla... - protesto – No puedo dejar a Alicia, a mis amigos.
- Aunque sea solo un día, por favor... ¿Cómo piensas seguir tu sueño con mala salud?
Esta vez Sebastián se quedó sin palabras con su escuálido cuerpo temblando; al final dejo salir un largo suspiro cargado de pesar.
- Mañana, vamos por algo juntos – propuso Oliver comenzando a deshacer el abrazo, pero sin quitar su rostro del hombro del otro – Vamos por flores, un café... Lo que tú quieras, pero solo quiero que te desestreses.
Sebastián asintió riendo entre dientes.
- Vamos juntos.
El sol traspasaba las hojas provocando parches en el suelo, las blancas nubes flotaban en los alrededores y las aves se desplazaban en grupo. El sonido de los carros por las carreteras era bien presente acompañado de las voces de las personas, voces inaudibles entre tantas que hablaban al mismo tiempo.
El revoloteo de un ave hizo compañía a las risas de ambos mezcladas, el sol se reflejaba en el café y los ojos de ambos brillaban con primavera en ellos.
Cuando las risas por fin cesaron Sebastián tomo un sorbo de la taza y sus ojos que comenzaban a obtener el característico brillo miraron un grupo de rojizas flores destacar entre el resto. Fue el color más hermoso que Sebastián había visto en años, le emanaba nostalgia y se mezclaba con miles de sentimientos. De pronto se sintió tan vulnerable. Pero no era malo. Al contrario.
Se sintió vivo.
- Nunca había visto amapolas por aquí...
Oliver miro por encima de su hombro para ver a que se refería su amigo.
- Oh, ni siquiera yo...
Sebastián dejo sus ojos posados en los de Oliver, sus ojos esmeralda se convirtieron en unos ámbar gracias a luz solar que le proyectaba el despejado cielo de esa tarde.
- ¿Vamos por flores?
Ni siquiera hubo respuesta cuando ambos comenzaron a caminar por las calles y no fue una caminata larga para encontrar la floristería más cercana.
Entre broma y broma miraron las distintas flores he hicieron comentarios sobre cada una como si de dos "críticos de flores" se tratara, terminaron saboreando cada distinto olor, forma, color de cada flor y salieron sin comprar nada.
Paso seguido se acercaron a la venta más cercana y se quejaron de los precios del limón antes de salir caminando al paso más rápido que podían y cuando estaban más adelante compartir una sonrisa burlona.
- Hace mucho calor... - Se quejo Sebastián quitándose el suéter y sacudiendo su cabello antes de posar su prenda en su brazo y caminar con ella en brazos.
- Mira, un gatito – dijo Oliver señalando al gatito que luego Sebastián asusto al intentar acariciarlo.
Oliver trato de no reír dándole un golpecito cariñoso. Su camisa de cuadros se agito contra el viento cuando una repentina ráfaga de viento le azoto el cabello. Pero seguía soleado.
-
Fue un extraño sentimiento que le dijo que abriera la puerta, Sebastián obedeció a aquel sentimiento que se había hecho presente horas atrás.
Que belleza de rojizo más vivo, con las puntas quemadas por el calor, el sol y la falta de agua. Claro apuntaba que estaban ahí desde hacía más de una hora y le sorprendió que nadie hubiera tenido la intención de llevárselas.
Amapolas.
Era una belleza para sus ojos esmeralda, ojos cansados de tanto llorar.
Eran una suavidad para sus manos, manos cansadas de cada pincelada.
Eran hermosas.
Las estrellas eran espectadoras totales, las nubes oscuras ocultaban la luz de la luna y luego la despejaban con lentitud. Oliver sintió su cuerpo temblar causa del helado frío de la noche que le azotaba en la cara y le traía distintos olores.
- ¿Tienes frío? – cuestionó Sebastián y no espero respuesta alguna para quitarse el suéter y dárselo.
- Esto no me va a quedar...
- No es cuestión de que te quede, solo cobíjate con él – recomendó - ¿O quieres entrar a casa?
- No, estoy bien – respondió – Quiero observar la noche con más tranquilidad.
Oliver se cubrió su delgado y blanco cuerpo con el suéter del otro soltando un suave bostezo y para cuando sus ojos se abrieron estaban llorosos causa del bostezo.
El cielo se terminó de cubrir por nubes grises que avisaban una lluvia en la madrugada, las nubes cargadas de lluvia cubrieron la luna llena y las pocas estrellas sumiéndolas en gases grises como si fuera humo de los automóviles y otros medios de transporte acumulados en el cielo.
- Nunca lo había pensado – comenzó el Argentino – Pero ver la luna me recuerda a Sebastián Pether...
- Sus obras son magnificas – confirmo Oliver.
El británico alzó su mirada al cielo nocturno posando esos débiles ojos avellana en la próxima lluvia, luego de reojo miró a Sebastián observando el cielo con el mismo cariño y nostalgia como si pudiera ve las estrellas a través de las gruesas nubes de lluvia, le dio un codazo y Sebastián reaccionó igual y se comenzaron a golpear entre ellos hasta que terminaron corriendo de un lado a otro por la acera, al estar cansado Sebastián se recostó contra una pared jadeando y a su lado Oliver hizo lo mismo.
Un árbol los llenaba de oscuridad profunda donde lo único que podían ver eran los ojos uno del otro y sentir su tacto cuando sus manos rozaban.
- Debo de irme – se apresuró a decir Oliver apartando tanto la mano como la mirada – Gracias por prestarme tu suéter.
Sebastián asintió con lentitud esbozando una débil sonrisa de lado.
- ¿Vas a ir a clases mañana?
- ¿Por qué no?
- Bueno... Mañana lo hablamos.
La incógnita quedo en Sebastián, pero se quedó callado sin decir nada mientras observaba al hombre subirse al carro y lo vio irse. Los ojos de Sebastián perdieron el brillo por un momento pero posteriormente entro a la casa.
-
Sebastián miró a Alicia con cariño y posteriormente se lanzó a abrazarla con fuerza, atónita, a la mujer le costó reaccionar pero acepto su abrazo, Sebastián se separó mirándola con una sonrisa de oreja a oreja.
- No es muy común que me abraces... - recalcó Alicia mirándolo con extrañeza.
- Lo sé, pero sentí la necesidad de hacerlo.
Alicia sonrió antes de lanzarse a abrazarlo nuevamente.
- Sebas ¿Sucede algo de lo que quieras hablar?
- No, no por ahora.
- Bien – Alicia suspiro – Si necesitas hablar puedes decírmelo, siempre voy a estar para ti.
Sebastián se sintió un poco extrañado por las palabras, pero no negó que le tranquilizaban y que pese lo que pasase él siempre estaría para Alicia también, pues ella era su mejor amiga, la chica más tierna y dulce que había conocido en años, la chica en la que sabía que podía confiar, Sebastián nunca se arrepentiría de conocerla y era por esa razón por lo que la apoyaría siempre.
- Me tengo que ir, Oliver me está esperando – sonrió mirándola a los ojos con cariño.
- Está bien, nos vemos el lunes...
- Nos vemos, Ally.
Sebastián se despidió con un movimiento de mano y camino hacía el carro azul aparcado no muy lejos, entró y saludo sonriente recibiendo la misma sonrisa por parte de Oliver.
- ¿Vas a ir a San Gil? – cuestiono él posando sus profundos ojos en los esmeralda del otro.
- Lo haré – respondió.
- Bueno, entonces vamos a San Gil antes de que sea tarde.
El motor se encendió y tomaron camino sin detenerse en la carretera, el cielo se tornaba naranja y rojo destacando con una grises nubes en el cielo en donde se comenzaban a marcar pequeñas estrellas, gracias a la velocidad el viento comenzaba a entrar por las ventanas erizándole la piel. Sebastián tembló por un momento y luego suspiro perdiéndose en sus propios pensamientos.
Sin darse cuenta, cayó dormido y al despertar descubrió que faltaba poco para estar en casa asi que se desperezo y bostezo quitándose el suéter.
Oliver detuvo el automóvil frente a la pequeña casa situada en el centro de San Gil.
- Sebastián – pronunció evitando que el otro saliera del auto – No quiero molestar, pero tal vez pudiéramos hablar un momento.
- Oh claro está bien ¿Sucede algo?
Oliver lo miro con lastima en sus ojos, pero al mismo tiempo parecían no mostrar nada, fue una mirada indescriptible posándose frente a él como si las palabras que fueran a salir de su boca fueran mal recibidas.
- No quiero que te tomes nada a mal porque esto no estaba en mis planes, pero al menos el hablar de esto me sacara un gran peso de encima... Creo.
Mientras el británico habla, Sebastián le presto toda la atención que podía otorgarle, aunque admitía hacerlo siempre, no había momento en que no lo hiciera.
– Siento algo diferente hacía ti, sé que eres mi mejor amigo y por eso tenía miedo. No siento lo mismo que dos amigos se sintieran uno al otro.
Sebastián mantuvo una mirada de sorpresa plantada en Oliver, con sus ojos esmeraldas bien abiertos, pero luego de escuchar esas palabras bajo la cabeza dejando salir una risa entre dientes.
- No te voy a mentir, llevo sintiéndome así desde hace años... - comenzó sin dirigirle la mirada, pero manteniendo esa risa -... Pero nunca te lo dije no solo por el hecho de que eres mi mejor amigo, sino porque ambos somos hombres.
- Lo sé, es difícil tratar de asimilarlo cuando te das cuenta... se te cruzan muchos pensamientos de que si ellos pueden aceptarte o no, si vas a decepcionar a tus padres, te sientes... Agobiado por pensamientos que no valen la pena.
Mientras Oliver hablaba en un susurro esbozaba una suave sonrisa como si el recordarlo se le hiciera nostálgico, como si se entendieran entre sí y compartieran el mismo sentimiento y el mismo miedo.
- El inicio de eso suele ser horrible ¿Pero sabes? Creo que últimamente he aprendido a comprenderme a mí mismo...
Oliver lo miró sonriendo de lado y Sebastián levantó la cabeza sonriendo con tranquilidad.
- Me gustas, Oliver.
Oliver negó lentamente cerrando los ojos y sin borrar una sonrisa de su rostro, para cuando los parpados de sus ojos se separaron y miraron a Sebastián ambos se sintieron solo a unos centímetros de distancia. Tan cerca uno del otro que pudo sentir la camisa de Oliver rozar contra su brazo mientras sus ojos se miraban con cariño y tan atentamente como si trataran de descifrar algo más aparte de ese característico color.
La suave mano de Sebastián rozo la mejilla de Oliver y sintió la piel de su cara tan sensible y grata al tiempo que la sonrisa del británico rimaba con sus mejillas tan rojas como el fuego.
- Me enamore de ti desde el momento en el que sonreíste...
Oliver respondió con una risa entre dientes.
- ¿Puedo ser tu novio?
No hubo respuesta alguna por parte del otro. En cambio su manera de responder fue cerrando cualquier distancia entre ellos cuando poso sus rosados labios con los del otro, lo hizo con tanta lentitud que aún los percibía helados causa del viento de la carretera, pero en lo más profundo era un beso tan dulce como la miel con los ojos cerrados con delicadeza y sin apartar su mano de su mejilla rojiza.
Para cuando se separaron se miraron a los ojos y acto seguido Sebastián quito la mano de la mejilla de Oliver y aparto la mirada comenzando a ordenar sus cosas.
- No me puedo quedar mucho tiempo... - susurro – No quiero que mi abuela se preocupe por mí.
- Entiendo.
Se sostuvieron una última mirada dibujando una sonrisa llena de cariño, Sebastián nunca había sentido tanta emoción correr por su cuerpo. Se despidió con un corto beso y movimiento de mano antes de salir del auto y dirigirse hasta la casa.
La luna y las estrellas habían sido los únicos testigos de lo que acababa de pasar...
La luz del sol traspasaba las hojas de los árboles y el pavimento se volvía jaspeado gracias a la luz de la tarde, los pájaros revoloteaban por el aire provocando sombras en la carretera. Sebastián alzo la mirada al cielo y respiro aire fresco preguntándose porque no lo había hecho antes y una vocecilla en su cabeza le dio la respuesta dándole a recordar el miedo que tenía de enfermarse por su mala salud casi imposible de mejorar.
Ente vio a Alicia caminar hacia él y pegó un saltito de emoción sintiendo una descarga eléctrica en su cuerpo.
- ¡Gracias por venir! – apenas podía contener la emoción de su voz.
- ¿Qué te pasa?
Sebastián apartó la mirada y paso seguido la tomó de la mano y comenzó a correr con ella se detuvo en una banca y se sentó a su lado invitándola a sentarse.
- Oliver y yo estamos saliendo.
Se percató que había arruinado la sorpresa y se maldijo asi mismo en su cabeza odiando el aspecto directo de él.
- ¿Qué? – a Alicia le costó unos segundos asimilarlo y luego pegó un saltito de felicidad levantándose - ¡¿En serio?!
- En serio – asintió él – Cuando me fue a dejar a San Gil habló conmigo sobre eso y ya vez en que termino.
Alicia dejo salir un gritillo ahogado y se lanzó a abrazarlo de felicidad. Luego se separó de él y lo miró con alegría.
- ¡Eso! ¿Ves que nada es imposible? – Alicia se sentó a su lado – Estoy contenta por ti y Oliver, sé que todo saldrá bien entre ustedes.
Sebastián sonrió con ternura abrazándola gentilmente y hundiendo su rostro en su hombro, sabía que Alicia era la persona correcta, nunca había confiado tanto en alguien como Alicia.
Ella era especial para él.
-
La música era lo que le daba ambiente al momento especial en el que se encontraban envolviéndolos con pasión, Sebastián dejo salir una carcajada luego de dejar el celular en el césped nuevamente.
- ¿Qué acabas de hacer? – cuestionó Oliver despegando la mirada del lienzo para ver a Sebastián.
- Nada – Sebastián ignoro a Oliver mezclando unos colores y luego aplicándolos en el cuadro – En algún momento necesito dibujarte así.
- ¿Cómo?
- Sentado en el césped, aunque te verías mejor con la guitarra – Oliver dejo salir una risa entre dientes y Sebastián sonrió de oreja a oreja regresando la mirada al cuadro – La música de Natalia es hermosa.
- Natalia Lafourcade queda bien con todo – susurró asintiendo y dándole un sorbo a su café.
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Amapolas para Agosto
RomanceSebastián ha vivo la mitad de su adolescencia enamorado de su mejor amigo y la otra mitad preocupado por su carrera universitaria. Para cuando el nuevo año lo recibe nuevos sucesos lo agobian; la mezcla entre la enfermedad y los problemas lo llevan...