Noviembre

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Faltaba poco para que el sol hiciera su primera aparición del día, pero el viento soplaba helado y fuerte sacudiendo las hojas de los árboles y las nubes eran azuladas y oscuras causa de la madrugada, esa mezcla de colores se colaba por la ventana dando una mínima pizca de luz a la sala de estar.
La única luz encendida de la casita blanca de Oliver era la de la cocina que alcanzaba a iluminar la sala causa de lo cerca que estaban. Oliver dio una vuelta en la cocina y regreso a la sala cerrando la maleta por completo, tomó su celular e hizo una última llamada, habló en inglés, algo que a un despeinado y soñoliento Sebastián se le hizo incomprensible.

- ¿Ya te vas...? – pregunto apenas Oliver colgó la llamada.

- Ah... sí ¿Qué haces despierto?

- Haces mucho ruido, pendejo.

Oliver dejo salir una risa por lo bajo esbozando una sonrisa.

- Solo no desayunes alacrán ¿Va?

Sebastián parpadeo dos veces apoyado en la pared del pasillo con los brazos cruzados, la luz de la cocina alcanzaba a iluminar su cuerpo, sus ojos verdes cansados y su cabello despeinado color negro.

- ¿Me estas echando los perros?

- No, pero puedo hacerlo si tú quieres – coqueteó.

- Ah... Mierda, ahora si lo estás haciendo... - se pasó la mano por los ojos y volvió a verlo – Oliver ¿La banda sabe sobre esto?

- ¿La banda? – una expresión de sorpresa mezclada con duda cambio a una de nostalgia y tristeza – Renuncie a todo eso...

- ¿Qué? – lo miró perplejo con sus ojos verdes bien abiertos, camino hasta él con los brazos cruzados y sin borrar esa expresión atontada – Pero ser músico te hacía feliz.

- Solo hacíamos covers... – el británico aparto la mirada

- ¡Pero llegarían a más que eso cuando ya tuvieran la audiencia, era su sueño...!

- Sí... pero... El trabajo, el tiempo con la familia, la banda, los conciertos, la práctica, el dinero. No teníamos mucho tiempo de sobra para hacer todo eso al mismo tiempo – hizo una pausa – Si me hubiera gustado continuar, pero, ahora con lo del viaje estoy más que seguro que la vida me tiene algo más.

- Olly... - un silenció se detuvo entre ellos – Pero si intentar algo nuevo te hace feliz, está bien, no podemos negar que cuando dejamos algo suceden nuevas cosas ¿No?

- Te pusiste filosófico.

- Acéptame, en tu vida vas a encontrar a alguien como yo.

Oliver sonrió lentamente mientras lo miraba con los ojos entrecerrados, una larga mirada se mantuvo entre ellos. Dejaron ver cariño en sus ojos.

- Oh mierda, eres tan gay – bromeó Sebastián entrecerrando los ojos con una mirada pícara.

- Tu eres el gay – le siguió el juego con una mirada retadora.

Las manos delicadas de Sebastián tocaron el rostro del otro al tiempo que lo besaba con gentileza, Oliver acepto continuando el beso mientras posaba su mano encima de la de Sebastián.

- Bueno, tal vez lo soy un poquito – susurró Sebastián apartando la mirada.

Oliver dejo salir una risa antes de abrazarlo y hundirse en su hombro, se mantuvo asi un momento sintiendo su tacto con gentileza e hizo una que otra caricia en su espalda o cabello, escucho una risilla suave por parte de Sebastián.

- No es un adiós para siempre, imbécil...

- Lo sé...

Se separaron y mantuvieron ese contacto visual de siempre.

- Hey, cuando llegues saluda a Charlotte de mi parte.

- Creo que ni se acuerda de ti – bromeó Oliver riendo.

- ¡Oh, vamos! No le hablas sobre tu amante ni a tu hermana ¿Eh? – dijo humorístico.

Oliver le devolvió la risa y beso su mejilla bajando hasta su cuello y se detuvo mientras volvía a hundir su rostro en el cuello de Sebastián.

El celular de Oliver vibró en el sofá lo que les hizo separarse, él atendió la llamada solo segundos después colgó y miró a Sebastián con lastima y una leve sonrisa.

- ¿Ya te vas?

- Sí, Jenny ya está lista... - se acercó a él – No te vayas a rumbiar en estas dos semanas ¿Bien?

Sebastián dejo salir una risa negando con sus ojos verdes cerrados.

- No me quiero morir... No aún.

Oliver tomó sus maletas y se despidió con un movimiento de mano antes de desaparecer detrás de la puerta. Sebastián bostezo y siendo vencido por el sueño se acomodó en el sofá durmiendo todo lo que podía.


-


Despertó cuando el sol yacía en lo más alto, se preocupó pues pensaba que su tía estaría preocupada.

Corrió por sus cosas para vestirse y salió de la casa cerrando la puerta tras él. El cielo azul de nubes blancas era su acompañante, esta vez prefirió caminar por el lado más oscuro de la calle refugiándose en la sombra, escucho los pájaros pillar y los tejados crujir cuando los gatos se desplazaban.

Con su celular en la mano casi tropezaba con una piedrecilla en el pavimento, le dio un golpecito al pasar a su lado y continúo caminando, con su suéter entre sus manos, su vista esmeralda perdida en una pantalla, su cabello negro completamente desordenado, el sudor deslizándose por su frente causa de la hora y el calor deseo por llegar a casa a bañarse.

Cruzando la calle casi siendo arroyado por un pick up blanco encontró una tiendita al otro lado de la calle, con un pequeño techito que serviría para otorgar sombra a la clientela, una que otra plantita decorativa al lado de la tienda pequeña, se notaba que en realidad era una casita no una tienda oficial como un supermercado o un centro comercial.

<< Tal vez debí intentar poner mi propia tienda...>> pensó mientras mantenía la vista postrada en la tiendecilla << Se gana bien, creo...>>

Saliendo de sus pensamientos se encontró con que dos hombres estaban en la tienda, uno de ellos de tez tan pálida como la nieve y unos shorts color crema haciendo juego con una camisa de abrochar de un tono más oscuro y por dentro una color negro acariciaba a un minino de pelaje oscuro que yacía acurrucado sobre una de las macetas.

El otro pagaba lo que acaba de comprar.

Cigarrillos.

Se pregunto qué tan bueno debería ser el sabor del humo para que aquel hombre de camisa morada y shorts negros hubiera pagado por tres cajetillas, aun así, pensó que anhelaba sentir la satisfacción del humo acariciar sus pulmones.
Su corazón dio un vuelco cuando el hombre castaño levanto la mirada luego de encender un cigarrillo. Alexander.

- Sebas – era el tonó gélido y con falta de interés que siempre mantenía.

- ¡Sebastián! – el tono que Martín mantenía era completamente distinto al de Alex - ¡Hey! ¿Qué tal amigo? – añadió pasando su brazo por encima de los hombros del argentino.

- Todo bien – tenía que admitir que no sabía cómo contestar a esa pregunta – Bueno ¿Qué hay de ustedes?

- Nah, igual que siempre – respondió por ambos – Íbamos de camino a la casa del señor López – continúo señalando a Alex con orgullo, él solo le dirigió una mirada sombría mientras le daba una calada a su cigarrillo – ¿Qué hay de ti? ¿A dónde vas?

- Iba de camino a mi casa, necesito almorzar.

- Ah... Sebas – fue Alex quién hablo – ¿Oliver ya partió?

- Sí, creo que aún no ha llegado.

El trio de amigos comenzó a caminar mientras continuaban la plática.

- ¿Por qué no nos acompañas? – invitó Alex sonriendo.

- Sí, vamos, luego te acostumbras al olor de la nicotina en un santiamén – añadió Martín con picardía.

Sebastián sonrió, tenía que admitir que la personalidad de ambos era completamente contradictoria, pero pese a los años tenía que admitir que no conocía a Alex del todo ese hombre tenía ciertas problemáticas no solo con adicciones si no con alucinaciones constantes. Dudaba de que tan cuerdo estaba Alexander cada que recordaba que una vez se detuvo a bailar en medio centro comercial o que recordaba cosas o personas que nunca existieron o que fallecieron hace mucho.

No negaba lo bien que se llevaba con él y algunas locuras que hubieran hecho juntos, pero si tuviera que confiar su vida a alguien, Alex sería el último de la lista.

- Pero tengo que llegar a mi casa... – dijo con nerviosismo tratando de no mencionar el hecho que aún no se había bañado.

- ¡Vamos! Solo a almorzar al menos, habla con tu tía y ya – animó el hombre de ojos extrañamente azules – No tienes diez y seis para depender de ella aún.

No tenía de qué manera negarse.

- Bueno, bueno – asintió sonriendo.

- Que lastima, no podremos beber alcohol porque luego se nos muere, parce – bromeó Martín mirando a Alex.

- Hay veces donde desearía que fumar te matara... Ya.

- ... Hablo el consumidor de LSD – refunfuño poniendo los ojos en blanco

- ¡Christopher! No menciones eso aquí – regaño Alex mientras lo miraba con advertencia – Aparte – cambió su expresión – Él que me hizo comenzar con todo eso y él que consigue el producto eres tú...

Otro aspecto del dúo que mantenía alerta y desconfiado a Sebastián, era el alto consumo de sustancias ilícitas, las actitudes de ambos y los problemas de control en Alex. Su mayor fuente de desconfianza era Alex – más cuando estaba bajo de esas sustancias – pero no podía evitar sentir lo mismo de Martín por su cambios de humor repentinos.

- ... Pero ¿Sabes? Iré a verlas lo más pronto posible – se dio cuenta que se perdió media conversación... O medio chisme – Extraño a Milly, solo puedo estar con ella pocos días y en las madrugadas, pero ella esta dormida siempre...

- ¿Quién carajo es Milly?

Cuando Alex dijo eso Sebastián recordó el problema de Alex para recordar momentos del pasado. En su mayoría, no recordaba nada.

- ¡Mi hija!

- Milly... Milly... Milly – hizo una pausa – No, quizás si me drogo la recuerdo.
Sebastián comenzó a creer que ninguno sabía que él seguía ahí.

- Oh vamos ¿Al menos recuerdas a mi esposa? – reclamo mostrando el anillo de matrimonio en uno de sus dedos.

- Anoche en la cama no me dijiste eso – dijo dejando salir el humo de sus pulmones.
Sí, si se habían olvidado que él estaba escuchando el chisme.

- ¡Ya vas! Dejaras traumado al niño.

Alex sonrió, era de las pocas veces que Sebastián había visto una sonrisa cariñosa y humorística en Alex.

Abrieron la puerta de la casa y Sebastián se dio cuenta que lo que Martín decía era más o menos cierto. El hedor a nicotina llego hasta sus fosas nasales y con sus ojos observo lo polvorienta que esta la casa. Estaba en buen estado, fotografías lindas, la pintura aún yacía en la pared, los sillones estaban ordenados, había comida, la cocina estaba limpia.

Le dio la razón, Alex vivía solo y sus únicas horas o días de descanso los utilizaba para dormir o relajarse ¿Quién iba a querer ordenar su casa desde cero cuando trabajabas de domingo a domingo todo el día hasta antes de la medianoche?

- Vamos, Mar y yo pedimos pizza hace un momento.

Cada uno ayudando a servir u ordenar la mesita de la sala terminaron sentándose alrededor mientras compartían el momento. El almuerzo se llenó de pláticas, chistes u opiniones de cada uno.

Pero lo que más destacaba eran las burlas de parte de Martín a Alex.

- Una vez, me quede a dormir con Alex y de la nada a madia noche lo escuche preguntar '¿Y mis caballos?' y comenzó a relinchar.

Sebastián se comenzó a reír a carcajadas mientras Alex le lanzaba una mirada de odio a su compañero. Claramente se estaban retando, pero a Sebastián le parecían miraditas de amor.
Cada quien.

- Eso no es nada, una vez Martín se despertó a abrir la ventana y dijo 'El tren va muy veloz, wow'.

A Sebastián cada vez se le hacía más complicado respirar, le dolía el estómago de tanto reírse. Así pasaron al menos una hora después de almorzar, entre risas.
Alex sacó un cigarrillo de la cajetilla y lo coloco en sus labios mientras sacaba el encendedor.

- Señor López, pásame uno – pidió Martín, lo recibió con sus labios cuando Alex le extendió la mano para que lo agarrara.

Se juntaron para que ambos cigarrillos rozaran al momento en que Alexander acercaba el encendedor a ellos, se separaron cuando ambos cigarrillos tomaron fuego.

- Sebastián ¿Alguna vez has fumado? – sonrió Martín.

- No...

- Vamos, amor, dale uno a Sebastián.

- Vos estás loco, cara de mierda – se negó Alex mirándolo con gélides – Oliver me mataría.

A Sebastián se le helo la sangre, era como si ya supiera lo de ambos. Trato de sacarse esa idea de la cabeza pensando en que era casi imposible que lo supiera no solo porque no había visto a Alex hace un tiempo si no porque Oliver tampoco había hablado con él.
Aunque casi le da un paro al pensar en Alicia.
No, no era posible.

Nadie aparte de Oliver conocía a Alicia << Creo... Espero... >>.

- ¡Oh, vamos! Uno no le hace daño a nadie – continuó con picardía.

- Bien, pero ya cálmate... - abrió la cajetilla y saco uno para extender la mano y dárselo.

- No, no, no, gracias.

- ¡Éntrale! No te pasara nada – dijo Martín acercándole el encendedor, al ver que Sebastián aún no se decidía rodo los ojos y lo miro con comprensión – Oh vamos, no somos gamines.

- Al menos yo no, vos sí.

- Cállate Alexander, no ayudas.

Se dio por vencido cuando agarro el cigarrillo y coloco entre sus labios acercando el encendedor, espero unos segundos antes de llevar el humo a sus pulmones dándole una calada, tras hacerlo comenzó a toser provocando burlas por parte de Martín.

- Hey, ni te rías – regaño Alex – Todos comenzamos así.

- Tal vez tú, cabrón.

- Ah sí, es cierto – Alex alzo la mirada al cielo falso expulsando el humo de su boca y luego miro a Martín con burla – Si vos naciste con todo y cigarrillo, cuando te vieron los doctores se dieron cuenta de que ya traías la cara de maricón y drogadicto.

- Obvio, lindo – le dio la razón con un tono retador y sarcástico – E incluso, el doctor le dijo a mi mamá 'Este se va a coger a su mejor amigo de grande'.

- ¡Ya quisieras!

- Hijo de puta... - refunfuño en un susurro.

Cuando ambos hombres voltearon a ver a Sebastián lo descubrieron completamente relajado, tenía que admitirlo él ya ni siquiera recordaba cómo había terminado ahí o desde cuándo. Tosió un poco cuando el humo salió y se acomodó.

No sabía si lo que estaba fumando eran los cigarrillos de la tienda o algo más, pero apenas y podía escuchar algo, la cabeza le dio vueltas y se sintió en un campo de flores, al mirar al suelo sentía que se caía pese estaba sentado.

- Mierda... No recordaba que esto pegaba tan fuerte la primera vez – dijo Martín con sorpresa – Nos va a caer la DEA al de la tienda y a nosotros.

- En especial al de la tienda, es su culpa por vender todo eso – añadió Alex despreocupado.

- Tal vez debimos de haber comenzado con un cigarrillo "normal", Alex...

- No te preocupes, ha pasado peores.

Fue lo último que Sebastián escucho antes de perderse completamente en sus pensamientos.










La tarde del día anterior había llegado a casa hasta que la luna comenzó a salir, e incluso, continuaba tambaleándose aunque para ese momento ya estaba cuerdo pero su cuerpo aún no. No podía saber cómo un par de doctorcitos gais terminaban drogados casi todos los días ya sea en el trabajo o después de este.

Mientras iba a casa se preguntó cómo es que Martín aún seguía felizmente casado después de que su esposa supiera como era él, en todos los aspectos.
Pero ahora era un muy nuevo día, el sol brillaba un poco más allá del cénit y los trabajadores se desplazaban en la veterinaria. Siempre había algo que hacer para él.
Pelos.

No había animal que no dejara el suelo sucio.
Aunque debía de admitir que algunas veces se tenía que quedar sentado o tomando notas, pues, no tenía que pasar la escoba cada treinta segundos. Se dignaba a acercarse a uno que otro trabajador y preguntar si era de ayuda.
Claro estaba. No muchos le confiaban ¿Por qué confiarías la vida de un animal a alguien que no termino su carrera universitaria?
Ese era uno de esos días, nada era nuevo.

Nada.

De lunes a sábado o de miércoles a lunes – dependiendo de su horario, solía cambiar, pero no era muy común – repitiendo la misma rutina todos los días.

Despertarse.
Bañarse
Tomar el desayuno.
Buscar el transporte público – que por cierto, a primera hora siempre esta abarrotado de trabajadores -.
Repetir las mismas cinco canciones.
Abrir la veterinaria.
Trabajar.

Se sentó en una sillita cerca de la conserjería y encendió su celular justo al momento descubrió una notificación de Alex, era muy raro que él le escribiera.

'Estoy de día libre.' – adjuntaba una foto. Martín y él.

'q bueno ¿¿ya te besaste con tu novio??'

'Mejor nunca más te escribo.'

'¿Para qué me escribes?'

'¿Es que acaso no puedo escribirte?' – gélido y grosero, como siempre – 'Da igual. Mar me estaba diciendo que quería ir a Boyacá y de pronto entraste en la plática ¿Vienes?'

'¿Cuándo?'

'Mañana.'

Le fastidio la idea de tener que trabajar.

'Tengo que venir a trabajar' – y adjunto el emoji de un gatito llorando para no sonar rudo.

El chat estuvo en silencio unos minutos, no sabía si Alex lo había ignorado, lo había leído o si ni siquiera le había caído. Él era del tipo que ignoraba todos los mensajes que no le importaban e incluso mantenía el visto desactivado.
Normal.

'Bien. Martín me dijo que podíamos ir a almorzar.' – al fin respondió – 'Opinamos en pizza, tienes la última palabra.'

Lo pensó un minuto y cuando se le antojo comer un poco de pizza toco el teclado para responder:

'Bien ustedes escojan el restaurante' – Alex no respondió – '¿Y si mejor cenamos? Para q sea hoy'

'Bien. Nos vemos a las siete en BPQ.'

Por un momento deseo que estuviera Olivia ahí.


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Amapolas para AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora