ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 6

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 6

Baje casi arrastrando los pies y me dirigí a la cocina, desplomándome en uno de los taburetes, con la mirada foja en un punto invisible

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Baje casi arrastrando los pies y me dirigí a la cocina, desplomándome en uno de los taburetes, con la mirada foja en un punto invisible.

—Cariño, por fin saliste de tu habitación. ¿Quieres comer algo? —pregunto Esther al entrar.

—No —respondo con sequedad, pero Esther parece ignorarlo, porque  comienza a preparar algo de todas maneras. Cuando termina, coloca el plato frente a mí, aunque solo con mirarlo siento que el estómago se me revuelve. No es que se vea mal, simplemente no tengo apetito.

—¡Puaj! ¿Qué es ese olor? —exclama de repente, llevándose la mano a la nariz mientras busca de dónde proviene el hedor.

—Soy yo —admito, sin levantar la vista del plato, mientras empiezo a jugar con los cubiertos de forma distraída.

—Mí niña, ¿cuándo fue la última vez que te diste un baño? —se acerca a mí, preocupada.

—Desde que regresé —respondo con indiferencia.

—¡¿Qué?! Eso fue hace dos semanas —sus ojos se agrandan, sorprendida.

Me encojo de hombros, sin mucho interés.

—Cariño, ¿por qué no tomas un baño y luego me acompañas al supermercado? Podríamos salir un rato—insiste, tratando de animarme.

—No, la última vez que te acompañe, todo fue un desastre —niego con la cabeza, recordando aquella experiencia.

—No te preocupes, está vez no llevaremos a Chloe.

Pero no era la niña lo que me molestaba; lo que me incómoda de verdad es esa constante sensación de ser vigilada, de sentirme atrapada y sin escapatoria.

—Esther... —la voz de mi madre nos interrumpe al entrar a la cocina, con su expresión seria y su tono firme, como si hubiera algo importante que decir—. Necesito que todo esté listo para la cena de esta noche, la familia Coker vendrá a cenar.

—Mamá —la llamé, intentando captar su atención, pero ella siguió explicándole a Esther cada detalle de cómo quería que se prepararan las cosas.

—Mamá—repetí, elevando un poco la voz, pero siguió ignorándome, centrada en su conversación con Esther.

—¡Mamá! —grité finalmente, deteniendola antes de salir de la cocina.

Mi madre se giró, mirándome de arriba abajo, evaluando mi apariencia, pero no pronunció palabra. Se quedó en un silencio incómodo, que me resultó más doloroso que cualquier reprimenda.

—¿No tienes nada que decirme? —pregunté, con la esperanza de escuchar algo de su parte. Desde que regresé, ni ella ni papá han mencionado nada.

Se acercó lentamente y, por instinto, abrí mis brazos, esperando un abrazo, un mínimo gesto de consuelo. Pero lo que ocurrió me dejó helada.

—Dúchate. Apestas —fue lo único que soltó antes de darse la vuelta y marcharse, dejándome con el eco de esas palabras en la cocina vacía.

ʟᴀ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora