ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 2

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 2

Respiré hondo antes de regresar a la fiesta con Chase, aún tratando de asimilar la noticia de tener una hermana

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Respiré hondo antes de regresar a la fiesta con Chase, aún tratando de asimilar la noticia de tener una hermana. Todo me resultaba confuso y extraño. Al volver, traté de aparentar normalidad, pero no pude evitar notar las miradas preocupadas de Esther y de mi hermano. Sabían que algo no estaba bien. Cuando la fiesta finalmente terminó, me despedí de todos con una sonrisa forzada y subí a mi habitación. El tiempo parecía haberse detenido allí; todo seguía igual que cuando me fui, como si mis años de ausencia no hubieran alterado nada.

Al abrir la puerta, me envolvió una sensación de incomodidad. Las paredes, pintadas de un rosa pastel, me parecía ahora completamente ajenas. Ese color, que alguna vez había elegido con entusiasmo, ahora me resultaba casi insoportable, chillante y fuera de lugar, como si representara una versión de mí que ya no existía. La cama seguía cubierta con la colcha de flores que había amado de adolescente, y las estanterías aún exhibían los trofeos y recuerdos de una vida que parecía pertenecer a toda persona.

Me acerqué a la cama y coloque una de mis maletas encima. La abrí y comencé a sacar lo que realmente necesitaba: los medicamentos. Un frasco de antidepresivos y las pastillas para dormir mis dedos juguetearon con las etiquetas, recordándome lo lejos que estaba de esa chica que alguna vez vivió en esta habitación rosa.

Guardé el resto de mis cosas y me senté en el borde de la cama, recordando los últimos tres años que pasé internada en la clínica después de varios episodios suicidas. Durante ese tiempo, mi cuerpo se desmoronaba, perdiendo peso de manera rápida, trece kilos menos de lo que solía pesar. Cada día en ese lugar era una lucha que no parecía tener fin.

La clínica se sentía como una prisión. Me mantenían ocupada entre terapias, actividades recreativas y reuniones grupales, todo mientras los antidepresivos nublaban mi mente. Era un lugar frío, donde las paredes me resultaban más familiares que las personas que me rodeaban. Al principio, creí que las visitas estaban prohibidas. Quizás era una forma de hacernos entender que debíamos mejorar antes de ver a nuestras familias. Pero no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que no era así. A otros pacientes los visitaban de vez en cuando, escuchaban a sus familias desde sus habitaciones. A mí, en cambio, nadie vino a verme.

La soledad y el sistema se convirtieron en mis compañeros más fieles. La habitación de la clínica era mí mundo, y la pared a la que fijaba mi mirada parecía ser el único testigo de mi dolor. Y ahora, estaba aquí, en casa... o al menos, eso era lo que todos querían hacerme creer.

Solté un profundo suspiro, cerrando los ojos mientras me acurrucaba en posición fetal, abrazando mis piernas con fuerza. La sensación de arrepentimiento me envolvía. Regresar aquí había sido un error.

ʟᴀ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora