𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 16
Hace tres años...
No sé en qué momento acepté cuidar a Layla Fischler. Bueno, en realidad sí lo recuerdo: fue aquella noche cuando Grover y yo apostamos que quien terminara borracho primero le debería un favor al otro. Y, por supuesto, yo siempre pierdo cuando el alcohol está de por medio.
Gire hacía mi derecho, donde Lorenzo parecía estar prestando atención a la clase de aritmética. Por un instante pensé que realmente estaba concentrado en lo que explicaba la profesora, pero al mirarlo de cerca, me di cuenta de que estaba recostado sobre su escrito, profundamente dormido. Arranqué un trozo de papel, hice una bolita y se la arrojé con cuidado, procurando que la profesora no se diera cuenta.
La bolita aterrizó en su brazo, haciéndolo sobresaltarse y parpadear confundido antes de mirarme. Le hice un gesto de silencio y él reprimió una sonrisa, aún medio adormilado.
—¿Te quedó claro él tema de la apuesta o necesitas otra explicación? —susurré con una sonrisa irónica, recordándole la deuda pendiente.
Lorenzo se encogió de hombros, claramente sin remordimientos.
—Vamos, sólo es cuidar a Layla —me dijo en voz baja, rodando los ojos—. ¿Qué tan difícil puede ser?
Le devolví la mirada con una mezcla de incredulidad y resignación. Difícil era quedarse corto. Layla y yo parecíamos polos opuestos, pero había algo en esa intensidad suya que me traía y me hacía querer estar cerca, aunque siempre termináramos peleando.
La profesora, ajena a nuestra conversación, continuaba escribiendo en la pizarra, y yo intenté concentrarme, aunque tenía la sensación de que los próximos días iban a ser un caos.
La clase avanzaba lentamente, y cada minuto me hacía pensar más en lo que me esperaba. Ya podía imaginarme a Layla con alguna queja o inventando alguna excusa para salir de casa. Cuidarla parecía fácil, pero sólo en teoría. La realidad era otra historia.
Al final de la clase, Lorenzo y yo salimos juntos.
—Entonces, ¿vas a sobrevivir a esta misión? —preguntó con una sonrisa burlona.
—No es cuestión de sobrevivir —le respondí—. Es cuestión de no perder la cordura.
Lorenzo soltó una carcajada y me dio una palmada en el hombro.
—Ya me contarás cómo te va —dijo, aún riendo—. Pero, oye, ¿te apuntas para la fiesta de mañana?
—No puedo, pasaré la tarde en la empresa y luego iré a mi departamento con Layla.
—¿Me estás diciendo que el gran Osiel Hoffmann va a quedarse en casa un viernes en la noche? —Lorenzo me miró con los ojos entrecerrados—. Dios, recuérdame nunca hacer una apuesta con Grover. Qué desperdicio de potencial.
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ʟᴀ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ
Novela JuvenilTras tres años de ausencia, Layla Fischler vuelve a su ciudad natal por recomendación médica, luego de haber puesto su vida en riesgo. Su regreso, sin embargo, desatará una tormenta de secretos que amenaza con derrumbar todo lo que conoce. Pero ese...