7.2 sucias mentiras

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Anon abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la luz brillante que iluminaba la habitación. Al mirar hacia abajo, se dio cuenta de que su pierna estaba enyesada, y un profundo vacío se instaló en su pecho.

El entorno blanco y estéril contrastaba con la tormenta de pensamientos que giraban en su mente. Recordó cada momento que había vivido, cada esfuerzo que había realizado, y la sensación de que todo se desmoronaba en un instante. La traición de Fang lo apuñaló por la espalda; a pesar de todo lo que había hecho por ella, se sintió abandonado.

Las lágrimas comenzaron a fluir sin que pudiera detenerlas. Lloraba por el dolor físico, pero más aún por la angustia y la desesperación que lo invadían.

Su reputación, que por primera vez había comenzado a ser buena, se desvanecía bajo el peso de la humillación pública.

Recordó las viejas fotos de waifus que Trish había mostrado en esa conferencia, y cómo el trabajo de Naomi, quien había pasado días sin dormir para preparar esa presentación, había quedado arruinado. Desde su punto de vista, todo era su culpa; su culpa por haber creído que podría tener algo bueno en su vida.

Mientras su mente se hundía en la desesperanza, de repente, escuchó voces que se acercaban. Fang y Trish, las únicas personas que no quería ver. Su corazón se hundió aún más al verlas entrar.

Fang se acercó, sus ojos llenos de lágrimas. —Lo siento tanto, Anon... —dijo, su voz temblorosa—. No sé cómo pude hacerte esto. No puedo poner a Trish ni a ti por encima del otro, pero tengo que ser honesta. Pensé que podía encontrar una solución, pero no debí dejar que esto escalara.

Trish, a regañadientes, sostenía una canasta de frutas que decía "Lo siento". Su expresión era seria, casi apática—Mira, Anon... no era mi intención humillarte. Fue un error. Solo quería que Fang viera la verdad... —dijo, su voz un poco más suave, pero aún distante.

Fang se inclinó hacia Anon, su voz suave pero llena de emoción. —Te amo, Anon... con todo mi corazón. Desde siempre, todo lo que has hecho por mí y por Naser... pero entiende que Trish ha sido mi mejor amiga toda mi vida. Ella es tan importante para mí como tú. Soy quien soy gracias a ella.

Anon sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. En su mente, la confusión se apoderaba de él.

Amaba a Fang, pero esas palabras lo dejaban devastado. Todo lo que había planeado decirle ese mismo día se desvanecía en la incertidumbre.

Ya no estaba seguro de si podría corresponderle como antes, o si eso sería justo para ninguno de los dos.

La traición se sentía tan profunda que era difícil saber si alguna vez podría volver a confiar. Su ego, ya herido, se sentía aplastado bajo el peso de sus emociones contradictorias.

El silencio se instaló en la habitación, una mezcla de tristeza y confusión. Las lágrimas de Fang caían sobre su cama, y Anon sabía que, por más que quisiera, las cosas nunca serían las mismas.

—Les daré tiempo. Ustedes dos necesitan hablar —dijo Fang, su voz temblando ligeramente. Miró a Anon y luego a Trish, esperando que pudieran resolver sus diferencias. Sin más palabras, Fang salió de la habitación, dejando a ambos en un tenso silencio.

La mirada de Trish cambió drásticamente. De la preocupación pasó a una expresión de asco, como si se hubiera dado cuenta de lo que realmente pensaba. —Mira nomás cómo quedaste, Anon... —dijo, sus palabras salpicadas de desprecio.

Anon frunció el ceño, sabiendo desde el primer momento que Trish era una amenaza. Pero había mantenido su boca cerrada por el bien de Fang. Ahora, su silencio parecía un error.

Dos perdedoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora