4: Un regalo especial y caro.

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SeokJin terminaba de lavar las hierbas medicinales en el arroyo, el frío de la mañana acariciando su piel. Su hanbok, manchado y gastado, apenas resistía después de tantos malos tratos. Lo lavaba con cuidado, aunque sabía que las manchas no desaparecerían completamente. Pero eso no le importaba. Era lo único que tenía y lo usaba con dignidad, aun cuando otros se burlaban de él por su apariencia desaliñada.

Cuando regresó a su pequeña casa, encontró algo que no esperaba. Un paquete cuidadosamente envuelto en seda fina reposaba a la entrada. No había nadie cerca, pero la envoltura indicaba claramente que aquello era algo de gran valor. Confundido, SeokJin recogió el paquete y lo llevó adentro. Al abrirlo, sus manos temblaron. Dentro había un hanbok de una calidad que nunca había visto antes: suave, brillante, con detalles bordados que reflejaban el trabajo de las mejores costureras del reino. Era de un tono delicado de azul pálido, con bordados dorados que parecían brillar a la luz del sol. Un hanbok digno de la realeza.

Junto con el hanbok, había una pequeña nota. SeokJin la miró, su corazón latiendo con fuerza. Quería saber qué decía, pero había un problema... él no sabía leer.

Se sentó junto al hanbok, acariciando el fino tejido con dedos temblorosos, y observó la nota como si pudiera adivinar su contenido a través de los trazos de tinta.

—¿Quién... podría haberme enviado esto? —se preguntó en voz baja, su mente llena de preguntas. ¿Era un gesto de compasión? ¿Una burla disfrazada de generosidad?— El regalo era hermoso, pero también desconcertante. Nunca en su vida había tenido algo tan lujoso. Su mente volvió a aquellos que lo despreciaban. ¿Sería uno de ellos, intentando jugar con su esperanza? Sin embargo, mientras se sumergía en sus pensamientos, había algo diferente en esto. Algo que no podía describir, pero que sentía en lo más profundo de su ser.

Afuera, en las sombras, Yoongi observaba desde lejos, escondido bajo su capucha. Había entregado el paquete en secreto, sin esperar reconocimiento, solo deseando que SeokJin tuviera algo digno de su belleza y de su valor. Aunque sabía que el omega no podía leer, la nota no era más que unas pocas palabras simples:

"Para el omega más digno de este reino, de alguien que ve tu verdadero valor."

Yoongi sonrió para sí mismo, satisfecho. Aunque SeokJin no conociera las palabras, pronto descubriría lo que él ya sabía: que había alguien que lo veía como merecedor de todo lo bueno que la vida pudiera ofrecer. Pronto... muy pronto, SeokJin sabría quién lo cuidaba en secreto.

.  .  .

El palacio Min siempre había sido un lugar de silencio y tensión. Cada vez que el príncipe Yoongi caminaba por sus pasillos, los sirvientes bajaban la cabeza, los soldados tensaban los hombros, y los consejeros se aseguraban de medir bien cada una de sus palabras. El príncipe heredero, conocido por su rostro siempre serio y su temperamento inflexible, no era alguien que se inclinara hacia las formalidades o el trato amable. Para él, el respeto se ganaba con autoridad, y el cariño era un lujo que no tenía interés en otorgar.

Sin embargo, algo comenzó a cambiar en él de manera inesperada. Las primeras señales fueron sutiles, casi imperceptibles para quienes no lo conocían bien. Durante una audiencia rutinaria con el consejo, donde solía mirar a los presentes con su habitual indiferencia, Yoongi escuchó las palabras de uno de los consejeros y asintió. Pero no fue el simple gesto lo que sorprendió a los presentes: fue la ligera curva en sus labios. Era una sonrisa, pequeña y fugaz, pero sin duda una sonrisa. Los murmullos se esparcieron por la sala como un viento inesperado.

— ¿Ha sonreído el príncipe?— preguntó uno de los consejeros en un tono casi incrédulo.

— Tal vez he visto mal.—  replicó otro, negando con la cabeza. —Él jamás…— A lo largo de los días siguientes, el cambio en Yoongi fue volviéndose más evidente. Por las mañanas, cuando bajaba por los largos pasillos del palacio, ya no mantenía la misma expresión gélida. Se detenía ocasionalmente para dirigir una mirada más amable a los sirvientes que se inclinaban ante él. Incluso llegó a saludar a uno de los soldados en la entrada con un leve gesto de la cabeza. Para quienes lo rodeaban, esto era algo impensable.

The Min Empire | YoonJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora