Prólogo.

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En el gran palacio de Gyeongbokgung, el príncipe Min Yoongi caminaba por los pasillos iluminados por linternas de papel, su rostro imperturbable como siempre. Los sirvientes temblaban a su paso, sabiendo que una palabra equivocada podía sellar su destino. El veneno que una vez lo había debilitado ahora parecía correr por sus venas, dándole una crueldad implacable. Nadie podía atreverse a desafiarlo. El reino le pertenecía, y todo lo que él deseaba sería suyo.

Mientras tanto, en una aldea apartada, un omega de nombre SeokJin recogía agua del pozo. Su vida era sencilla, pero no por ello menos peligrosa. Ser un omega sin protección en una sociedad donde el poder lo era todo significaba vivir siempre con miedo. Los alfas miraban con avidez a los omegas como él, como presas que podían ser reclamadas en cualquier momento.

El sol de la mañana se alzaba sobre los campos que rodeaban la pequeña aldea donde vivía SeokJin. La vida de un omega como él no era fácil, pero había aprendido a moverse con cautela, siempre manteniéndose al margen del peligro. Sabía que los alfas poderosos no veían a los suyos más que como trofeos, posesiones que podían reclamar a voluntad.

SeokJin trabajaba en silencio, sus delicadas manos recogiendo hierbas para vender en el mercado local. A pesar de su origen humilde, su belleza no había pasado desapercibida. Los rumores corrían, y con ellos, las miradas hambrientas de aquellos que querían marcarlo. Pero SeokJin siempre encontraba una forma de esquivar esas atenciones no deseadas, manteniendo su vida tranquila, aunque llena de preocupaciones.

Su madre le advertía constantemente que debía tener cuidado, que los alfas no respetaban a los omegas como él. Pero había algo en SeokJin que no podía ser domado. En su corazón, aunque cargado de miedo, había una llama de resistencia. No dejaría que lo sometieran tan fácilmente.

El destino, sin embargo, tenía otros planes para él. Y la crueldad de un príncipe le esperaba más cerca de lo que podía imaginar.

. . .

El frío viento de la madrugada atravesaba los gruesos muros del palacio. En la vasta sala del trono, el príncipe Min Yoongi observaba sin emoción alguna al hombre que se arrodillaba ante él. El aire estaba cargado de miedo, los sirvientes apenas se atrevían a respirar. Ya no había piedad en su corazón, no después de todo lo que había soportado. No después de haber sobrevivido al veneno que casi le arrebató la vida.

— Te he dado todo lo que podías desear.— comenzó Yoongi con una voz fría como el invierno. — Y aún así me traicionaste.— Sus ojos, oscuros y vacíos, se clavaron en el hombre, el alfa que había osado conspirar contra la corona. — La traición a la familia real se paga con la muerte.— Sin dudar, asintió al verdugo, sellando el destino del traidor.

Desde aquel día en que sintió la muerte rozar su alma, Yoongi había aprendido que el poder solo pertenecía a quienes estaban dispuestos a usarlo sin vacilar. La crueldad era su escudo, su protección contra un mundo que había intentado matarlo. Y en ese reino, el príncipe Min no permitía debilidades.

The Min Empire | YoonJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora