𝟎𝟕 |

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📅 Junio, 2024

📍 Barcelona, España

—Tenemos una reunión con la funcionaria de derechos de género mañana, Lucille. No puedes ir —protestó su mejor amigo, mientras la observaba sentado desde la cama.

—Ya me enviaron la invitación. No voy a no usarla, Henry —contestó mientras se colocaba los aretes frente al espejo y revisaba su vestimenta—. Creo que es demasiado... —comentó viéndose.

Con un pantalón de sastre negro y un top rosado de mangas voluminosas con pedrería, Lucille podía escuchar la voz de su padre enojado por el atuendo que estaba a punto de llevar.

—Si lo es, pero conociéndote, quieres que lo sea.

Lucille le dedicó una sonrisa cómplice a través del espejo.

—Tal vez. ¿Qué sentido tiene ir si no van a recordar que estuve ahí? —giró ligeramente, observando cómo caía el vestido sobre su figura—. ¿O crees que debería llevar otra cosa?

Henry soltó una carcajada breve, inclinándose hacia atrás en la cama.

—Por más que te cambies diez veces, siempre terminas llevándote el primer atuendo que escogiste —aseguró, provocando que Lucille rodara los ojos, pero no pudo evitar reír..

—Es parte del proceso creativo, querido.

Henry negó con la cabeza mientras sonreía.

—¿Segura que no quieres que te acompañe al paddock? —preguntó el rubio mientras se acomodaba el cabello—. Por si las cosas se ponen pesadas...

—La idea de que me acompañe Louis como guardia de seguridad ya me hace sentir horrible, no te quiero de niñero.

Henry la miró con un deje de preocupación, aunque trató de disimularlo.

—Solo... no te metas en problemas, ¿sí?

—¿Yo? —repitió ella, haciéndose la inocente mientras tomaba su bolso y se dirigía a la puerta—. Jamás.

Saliendo de su habitación de hotel, más que dispuesta a pasar un domingo divertido, Lucille ajustó el tirante de su bolso y caminó por el pasillo con la confianza que solo alguien acostumbrado a ser el centro de atención podía tener. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, la esperaba Louis, el imponente guardaespaldas designado por su familia. Lucille le dirigió una sonrisa despreocupada.

—Tranquilo, Louis. Hoy no planeo escaparme a ninguna parte... todavía.

Louis soltó un suspiro resignado, consciente de que sus intentos de mantenerla bajo control siempre eran una batalla perdida.

—El auto está listo, señorita —dijo en tono formal mientras la acompañaba hacia la salida del hotel.

En cuanto llegaron al paddock, la atmósfera vibrante de la Fórmula 1 la recibió como una ráfaga de energía. Las personas en la entrada del lugar no tardaron en reconocer a la famosa princesa de Mónaco, y Lulu firmó autógrafos y se sacó fotos con ellos muy dispuesta.

—¿De verdad eres una princesa? —preguntó una pequeña niña, que llevaba una gorra bastante grande de Ferrari para su cabeza.

—Así es —respondió en tono suave pero divertido—, ¿Conoces a Charles Leclerc? —preguntó Lulu y los ojos de la niña se iluminaron mientras asentía con entusiasmo—. Soy la princesa del país donde él nació. Así que, técnicamente, somos vecinos, porque también es un país muy pequeño.

La niña soltó una risita tímida, maravillada por la cercanía inesperada entre su ídolo y esta elegante desconocida. Lucille se incorporó y, tras dedicarle una sonrisa final, continuó su camino, dejando tras de sí una mezcla de admiración y encanto en cada paso.

Princess of Monaco - 𝐟𝟏 𝐟𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜𝐭𝐢𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora