La familia Targaryen estaba dividida por el bando verde y el bando negro, a ambos pequeños se les impediría ser cercanos, pero estos no seguirían las reglas.
Esta historia está basada en la casa del dragón.
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El cielo estaba cubierto por un espanto manto de nubes grises que parecían tragarse todo el azul a su paso. A pesar de ser de día y que el sol estuviera en su máximo punto, la luz solar apenas era un susurro una tenue reverberación que se filtraba a través de la densa capa de nubes.
Todos en la red keep seguían durmiendo, era temprano, pero el viento que chocaba contra las ventanas despertó a Visenya, su primer pensamiento fue su abuelo, y siguiente de este, sus dos tíos, Aegon y Aemond, los cuales habían tenido una pelea, o más bien su tío mayor había sufrido de golpes por su hermano menor, todavía se desconocía el porqué, Alicent se había llevado a sus vástagos inmediatamente después del suceso.
Visenya se levantó todavía con su pijama, el cuarto del tuerto quedaba justo a un lado del de ella así que se dirigió hacia este.
Abrió la puerta lentamente al estar en la habitación la cerró con cuidado temiendo que podría despertarlo.
Se acercó lo suficientemente para verlo pero se detuvo para mirarlo, observando cómo dormía profundamente, sus manos heridas, y aún teñidas de sangre seca.
—Aemond...— susurró su nombre en un tenue murmullo tratando de despertarlo.
El tuerto despertó lentamente al escuchar una voz llamándolo, al abrir sus ojos parpadeó un par de veces para centrar su visión, la luz que entraba le lastimaba un poco sus ojos. Por fin enfoco su vista y vio la figura de su sobrina parada delante de él.
—Visenya...— murmuró con voz ronca y áspera por el sueño. Su mirada pasó del rostro de la joven a sus manos ensangrentadas recordando en acontecimiento del día anterior, y un poco de ira llenó su corazón pero al ver parada a la princesa su corazón logró calmarse.
—¿Te encuentras bien?— pregunto la princesa preocupada por su tío.
Aemond se incorporó en la cama aún medio adormilado al apoyar sus manos en la cama sintió un leve dolor e hizo que su rostro se arrugara un poco.
—Estoy bien...— murmuró sin ver hacer contacto visual— solo es un poco de dolor, no es nada..
Visenya volteo a ver una mesa, la cual había toallas y vendas junto con una olla con agua, tal vez la Reina había dejado ahí. Tomó el trapo y lo sumergió en el agua, la cual estaba fría. Y después se sentó en la cama de su tío, aún lado de él.
—¿Me permites?— dijo casi susurrando, mientras miraba la mano llena de sangre seca.
—Por supuesto— dijo estirándole su mano — puedes hacer lo que quieras... tengo plena confianza en tí— la mirada del tuerto sólo iba hacia ella, a sus ojos, un poco arrepentido de haberla quitado del beso ayer.
