Ninguno de los dos dijo nada desde que salimos del aeropuerto, en parte lo agradecía porque estaba viendo por la ventana y escuchando las canciones de la radio.
Estaba tranquila y era lo único que necesitaba en estos momentos.
No entendía la necesidad que tenía Killian de venir hasta aquí y hacerme rabiar de esta manera.
Podría haberle dicho a mi abuela que estaba ocupado o yo qué demonios sé, pero tampoco era necesario venir sabiendo que ninguno de los dos toleraba al otro.
Pensé que tendría la suerte de que se callara, pero eso solo pasaría en mis sueños. Porque no había ni un momento en el que el idiota no abriera la boca para soltar algo.
—Me encanta cuando estás callada, es muy relajante —hizo una pequeña pausa—. Escuchar tu voz suele ponerme de mal humor —giré mi rostro para verlo, y coloqué mi mano en su pierna para pellizcarle con todas las fuerzas que tenía—. ¡Maldita! —se quejó bajito e intentó no salirse de la carretera, aunque eso para él sería muy complicado, porque era un muy buen conductor, y todo gracias a mi padre que le había ayudado en algunas cosas.
Me giré un poco para ver a Lena, la mujer seguía durmiendo, y me sorprendía esa capacidad que tenía para no despertarse con nada. Podía pasar un avión y ella ni se iba a inmutar, así era ella.
Ya me gustaría a mí dormir de esta manera, sin que ningún ruido lograra despertarme.
Volví mi mirada hacia Killian, que tenía una expresión seria en su rostro, sin apartar la mirada de la carretera. Quería reír, pero no es que fuera muy apropiado en estos momentos, así que me contuve de no hacerlo. Aunque eso no me impediría contraatacar.
—Qué lindo cuando estás callado. Se siente una paz cuando cierras la boca, es algo maravilloso. Tu voz logró ponerme de malas también, ¿lo sabías?
Si íbamos a jugar, pues jugaría a su manera, porque era algo que seguro, estaba deseando que pasara. Ya me gustaría que una vez que nos dejara en casa y se fuera, se le pinchara una rueda en medio de la nada. Y que en ese momento un oso apareciera para comerlo y así todos mis problemas se irían.
Lo vi sonreír divertido, pero en ningún momento apartó la mirada del camino.
—Usando mis palabras, ¿eh? No sabía que tenías tantas ganas de ser yo en estos momentos. Aunque debo avisarte que es muy imposible ser yo. Soy único y perfecto para ser imitado por gente como tú.
Elevé una ceja incrédula, ¿qué demonios estaba insinuando el maldito cavernícola?
—Troglodita de cuarta que eres, ojalá después de que nos dejes se te pinche una rueda en medio de la nada y te coma un oso —le escuché reír de nuevo y yo me limité a mirar por la ventana.
Lo que tenía de guapo, también lo tenía de imbécil. Era algo equitativo.
—Al menos estoy seguro de que al oso le gustaría comerme enterito, en cambio, a ti, estoy seguro de que ni lamerte la mejilla sería capaz de hacer porque solo con verte de lejos ya sabe lo amargada y podrida que estás.
—Vete a la mierda en serio, me caes como el culo y no me cansaré de decírtelo. Eres la persona más desagradable que he conocido, y eres un idiota, porque siempre sabes salirte con la tuya —él me interrumpió.
—No es mi culpa que tenga un encanto natural desde que nací. Además, sé como ganarme la confianza de la gente —volteé los ojos.
Como lo odiaba.
—Si supiera mi padre que me diste una nalgada, estoy segura de que te borraría esa maldita sonrisa que tienes en tu rostro.
—Eres una soplona que lo sepas, siempre diciéndole todo a tu padre. Niña mimada de papá.
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Pasiones Enfrentadas |+18| ©
RomanceDonde Alexandra Sarosi debe enfrentarse a todos los comentarios de su familia respecto a su vida amorosa. O Donde Killian aparece en escena para salvarle el culo a la chica que más odia.