7. Me muero de la vergüenza

15 5 8
                                    

Él me quitó el vestido con cuidado sin decir nada, y ni siquiera yo sabía qué decir ante esta situación.

Me estaba muriendo de la vergüenza. Y encima ahora me encontraba medianamente desnuda ante él.

Solamente me encontraba con mi sujetador, él me miró detenidamente, poniéndome todavía más nerviosa de lo que ya estaba.

—Preciosa —susurró él, arrodillándose un poco con mi falda en sus manos para colocármela cuidadosamente.

Sentí un calor recorrer mi cuerpo al verlo de esta manera.

¿Por qué debía verse tan atractivo?

Maldito imbécil.

Bajé mi mirada para verlo, y pude ver una pequeña sonrisa en su rostro sin ni siquiera verme a mí.

—¿Qué tanto sonríes? —susurré.

—Por nada cielo —murmuró y dejó algunos besos por mis muslos, sacándome varios jadeos.

Enredé mis manos en su pelo y tiré de él suavemente.

Le escuché gruñir ante eso y levantó mi falda para subir sus besos.

—Killian —jadeé bajito viéndole.

—Quiero adorarte Lex, ¿puedo? —levantó la mirada para verme a los ojos. Estaba cerca de mi intimidad.

Asentí mordiéndome el labio viéndole.

Él sonrió y colocó sus manos en mis muslos pegándome a él y sentí su aliento chocar con mi intimidad, dándome descargas por todo el cuerpo. Ni siquiera había hecho nada y ya estaba completamente excitada y sentí mi zona bastante húmeda.

¿En serio sería tan fácil tentarme o llegar al orgasmo?

—¿Todo bien ahí adentro? —miré asustada y preocupada a Killian. 

—Todo bien, pero tuvimos un pequeño problema. No sé preocupe, en unos minutos saldremos —dijo él tan calmado.  

Volviendo su atención a mi feminidad, separó todavía más mis piernas para poder adentrarse mejor y saborear todo mi interior. 

Gemí por el contacto de su lengua. 

—¿Lex que te he dicho antes? —susurró él viéndome seriamente.

—Que me mantuviera en silencio, pero eso va a ser un poco complicado, y todo por tu culpa —su expresión cambió a una de diversión.

 —Aún tendré yo la culpa por satisfacerte, ¿verdad? —asentí mordiéndome el labio—. Qué gracioso todo. 

Él me sentó en la silla, buscando la posición perfecta para que pudiera seguir con su trabajo. Me abrió las piernas y volvió a atacar mi interior como si fuera lo único más importante del mundo, como si estuviera desesperado por hacerlo.

Volví a gemir, pero esta vez vi como su mano se acercaba a mi boca, mientras la otra descansaba en mi muslo sin dejar dar lametazos por todo mi coño. 

Cerré los ojos disfrutando de todo esto y dejé mi mano en su pelo para tirar de él y sentí como él mordisqueaba suavemente mis pliegues.

Quería gemir, pero su mano en mi boca, me lo impedía. En el fondo se lo agradecía porque no quería que la dueña me escuchara, aunque estaba segura de que tal vez eso había pasado y de solo pensarlo, sentí mi cuerpo helarse y tensarse al mismo tiempo.

—Lex, relájate —susurró él.

—¿Y si me escucharon? —él levantó la mirada para verme.

—Puedo parar Lex si te sientes incómoda —no quería que parara, lo estaba disfrutando, pero de solo pensar en que tal vez estuvieran escuchando, se me quitaban un poco las ganas.

Pasiones Enfrentadas |+18| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora