8. Maldito Killian

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Después de ese momento, volvimos con el resto, y lo bueno de todo eso es que nadie preguntó las razones de nuestro retraso. Lo agradecía porque dudaba mucho de que tuviera una respuesta coherente.

Tampoco estaba en mis planes decirles que Killian Blackthorne me había hecho llegar a dos orgasmos.

Prefería que siguieran pensando que seguía siendo un angelito, cosa que estaba demostrado que no era. Pero no iba a negar que me había gustado lo que había pasado en los probadores.

¿Pero como había dejado que hiciera todo eso? Se supone que lo odiaba, y él me odiaba a mí.

—Lex, ¿estás bien? —levanté la mirada para ver a mi padre que me regalaba una pequeña sonrisa.

Sentí como Killian dejaba su mano en mi pierna disimuladamente. ¿En qué momento él se había sentado a mi lado? Ni siquiera lo había notado.

—Sí, no te preocupes por nada —le regalé una pequeña sonrisa y en ese momento sentí como la mano de Killian bajaba por mi muslo lentamente.

Provocándome varias descargas en mi interior, logrando que estuviera muy nerviosa por los siguientes movimientos que él haría.

¿Qué demonios tenía pensado hacer? ¿Es que acaso no tenía suficiente con lo que había pasado en el probador?

Me estaba provocando delante de toda mi familia, y tampoco es que pudiera decir mucho.

—¿Estás bien amor? —susurró él cerca de mi oreja, y asentí débilmente sintiendo sus caricias. Lo que él estaba haciendo no era nada bueno en estos momentos.

¿Acaso no sabía donde estábamos y con quién estábamos?

—Responde —apretó mi muslo y yo me mordí el labio.

—Estoy bien —murmuré, sintiendo como él se acercaba un poco más y mordía ligeramente el lóbulo de mi oreja antes de apartarse del todo. Pero en ningún momento quito su mano de mi pierna.

Yo estaba comenzando a sentir bastante calor por esa zona, y me culpé por no tener más resistencia.

Maldito Killian.

Todo esto era su culpa.

Mi familia ni se percató de lo que estaba haciendo Killian, y sabía que seguiría torturándome de esa manera, así que debía hacer algo al respecto.

Me levanté y solamente Killian se dio cuenta de ello. Ni siquiera le dije nada, simplemente me alejé de ahí para ir al baño.

Necesitaba relajarme, y con él haciéndome todo eso, era algo realmente imposible.

Entré y me adentré a uno de los cubículos vacíos para encerrarme. Me senté en el váter e intenté respirar hondo, cerrando los ojos.

—Maldito Killian —ni siquiera sabía como demonios iba a calmar todo este calor que estaba sintiendo.

Y no iba a negarlo, se me pasó por la cabeza, hacer lo mismo que me había hecho Killian, pero descarté la idea por vergüenza.

No estaba segura de que fuera una buena idea.

Ahora que me daba cuenta, ni siquiera tenía mis bragas, porque había recordado que Killian me las había rato.

Me sonrojé todavía más, ¿y si alguien me hubiera visto? Joder, solamente quería que la tierra me tragara de una vez por todas.

—Qué vergüenza —susurré tapándome el rostro con mis dos manos.

¿Sería buena idea hacerlo?

Me mordí el labio nerviosa y bajé la mano a mi feminidad para sentirla húmeda. Joder, no estaba segura de si podía hacerlo.

Pasiones Enfrentadas |+18| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora