4. Menudo susto

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Killian Balckthorne era un maldito idiota.

—Menuda boca tiene la princesita de papá —le miré mal.

—¿Por qué eres tan desagradable?

—¿Por qué eres tan agotadora? —bufé y me di la vuelta para ir a mi lugar y buscar mi teléfono.

Llamaría a alguien para que nos ayudara, así podría librarme lo antes posible de él.

Pero la mala suerte nos estaba invadiendo, ¿es que no podía pasarnos algún bueno? Solo por una vez, que ya bastantes cosas habían pasado y quería llegar cuanto antes a casa.

—Me cago en todo —susurré y observé como Killian se acercaba a mí.

—¿No hay cobertura? —negué intentando llamar, pero no había éxito, ni siquiera sabía por qué lo seguía intentando.

Estábamos en medio de la nada sin saber qué podríamos hacer, estábamos en la mierda todos. Solo rezaba para que alguien viniera a ayudarnos.

Le miré.

—¿Qué hacemos? —ya no me importaba discutir, en estos momentos no era lo más adecuado.

—Algo se me ocurrirá, no te preocupes. Soy un genio, ¿recuerdas? —volteé los ojos, no había manera con él.

Le escuché soltar una suave risa, una risa despreocupada y sin ningún tipo de malicia en ella.

—No hay manera contigo, te lo juro. Intento ser buena y buscar una solución juntos, pero tú empiezas con tus estupideces y todo se va a la mierda —rio de nuevo, estresándome un poco más de lo que ya lo estaba.

Qué hombre, era lo único que diría.

—No digas tonterías mi querida Lex. Los dos sabemos que en el fondo, muy en el fondo, me amas —hice una mueca de asco. Ni siquiera muerta se me pasaba por la cabeza.

Soñar era gratis, al menos de momento.

—Antes beso a una rana —él me miró divertido.

—Eso si quiero verlo, a ver si tienes la valentía de besar a una rana, ya sabes que son muy fáciles de encontrar —¿en qué momento pensé que sería una buena idea decir eso? No era literal, pero sin duda no estaba en mis planes besar a Killian, ni se me cruzaba la idea por la cabeza.

—Ay cállate por favor —le rogué.

—Hubiera preferido que rogaras en otra situación —habló burlonamente, ganándose un golpe de mi parte en el brazo.

Él rio.

—Anda, entra en el coche y yo iré caminando hacia algún pueblo para pedir ayuda —abrí los ojos de golpe. Ni de broma nos iba a dejar él en medio de la nada.

—Ni lo sueñes, esto es culpa tuya, así que no nos vas a dejar solas por aquí, en medio del bosque —él bufó.

Es que me negaba a que eso pasara, ni loca me quedaba aquí.

—Lex bloquearé el coche y no te pasará nada malo, y te prometo que no tardaré demasiado —negué.

¿Y si un oso aparecía para comernos? Si moría aquí me aseguraría de perturbar a Killian toda la vida. Hasta que ni siquiera él pudiera más. Pero eso no pasaría porque me negaba a que se fuera el desgraciado.

Es que ni era una opción en estos momentos.

—Que no maldito idiota —él suspiró tocándose las sienes mientras cerraba los ojos.

Me crucé de brazos viéndolo seria, ¿de verdad estaba considerando eso? ¿Acaso ya había perdido la cabeza definitivamente?

—Lex, no te va a pasar nada —me aseguró dándose paciencia.

Pasiones Enfrentadas |+18| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora