Tenía 7 años cuando una pequeña chispa de esperanza se apoderó de mi cuerpo.
Tendría una familia en el futuro.
Una mamá y un papá.
Solo debía esperar.
Vendrán por mi.
O
Iré hacia ellos.
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2 días después
En el barco...
Garp reía a carcajadas mientras conversaba con la niña, estos pocos días que estaba con ella, admitió que se había encariñado con la mocosa de ojos violeta, era tierna, educada y risueña.
No lograba entender como su padre biológico podía odiarla, no lo comprendía.
No todos pueden ser padres. Sengoku simplemente los miraba en una distancia considerable.
Negaba al ver como su amigo se doblegaba a una niña que apenas conocía.
No lo comprendía y no quería hacerlo.
Mientras que la niña por primera vez en mucho tiempo sintió paz, tranquilidad en su corazón, eso le gustaba.
Sengoku aún no podía creer que esa niña haya podido hacer que el Vicealmirante de la Marina, Garp puño de amor, esté sentado en el suelo dibujando con ella, con crayones y divirtiéndose en el proceso.
Parecía un abuelo consintiendo a su nieta.
Que dilema...
-¿Eh? ¿Por qué tu dibujo se ve mucho mejor que el mío? -Garp se quejó. La niña sonrió.
-No es justo-se cruzó de brazos o indignado.-Tu conejo se ve mejor que el mío.
-¿Dibujaste un conejo? -Sengoku se acercó. -Parece una babosa.
Garp se ofendió.
-Eres malo Sengoku, aunque dibuja mejor que mi nieto eso es seguro. -se rio a carcajadas.
La niña lo vio curiosa.
-¿Tiene un nieto?
-¡Si! Aunque es un malcriado de primera, es mayor que tu, un día te lo presentaré, se llevarán muy bien.-palmeo la cabeza de la niña.
La pequeña sonrió asintiendo.
-Llévala a su cuarto cuarto, ya falta poco para llegar, necesita descansar. -Ordenó Sengoku.
Tanto la niña como Garp se quejaron.
-¡No objeten! -gritó cansado.
Garp colocó todas las cosas en la mesa más cercana y tomo a la niña en brazos para acostarla.
La niña bostezando se despidió del Almirante de flota con su mano.
Sengoku sintió su corazón calentarse por la imagen de la niña, no podía evitar sentir ternura al verla, aún no creía lo que su padre dijo de ella, sabía que su fruta era peligrosa pero ella no lo era, al darse cuenta lo que pensaba sacudió la cabeza, no podía encariñarse con la mocosa, teniendo en cuenta quienes son sus padres, no podía darse el lujo de bajar la guardia.
