ABRUMADORA EMOCIÓN

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Lejos del bullicio de la universidad y cualquier lado frecuente para Alejandro...

Nuestro protagonista se encontraba en una cafetería pequeña, había elegido ese lugar deliberadamente para asegurarse de que nadie los viera. El aroma a café impregnaba el aire, pero él estaba demasiado tenso como para disfrutarlo. 

Mientras esperaba a Camilo, el pelinegro deslizaba sus dedos por la pantalla de su celular, pasando lentamente por las fotos familiares que había acumulado a lo largo de los años. Cada imagen parecía contar una historia. Ahí estaba su madre, siempre sonriente, su padre con su clásica pose de Super-Man, y su hermanita, con su eterna energía y esa sonrisa brillante que siempre iluminaba cualquier lugar. Luego aparecieron fotos recientes: él con Valeria, su novia, abrazándola en momentos felices, en paseos, en salidas con amigos.

Alejandro sonreía mirando esas fotos, pero había algo en su expresión que no encajaba del todo con la alegría que las imágenes evocaban. Detrás de esa sonrisa aparente, sus ojos traicionaban una carga interna que solo él podía entender. Sus pupilas parecían perderse en cada imagen, como si intentara aferrarse a algo que se le escapaba. Una lagrima, quizás, empezaba a asomarse. 

"Los amo", pensó, mientras miraba la imagen de su familia reunida.  Esta vez, estaba decidido a ponerle fin al asunto.

Finalmente, Camilo apareció, con su típica actitud despreocupada, sonriendo al acercarse a la mesa. Pero Alejandro no estaba de humor para sonrisas. Sin perder tiempo, fue directo al punto.

—Camilo, no puedes seguir enviándome esos mensajes al celular —dijo Alejandro con firmeza, su voz cargada de molestia—. Valeria casi lo descubre. Esto ya se está saliendo de control.

Camilo se sentó frente a él y lo miró con una ceja levantada, sorprendido por la intensidad de Alejandro.

—Relájate, ¿qué te pasa? —respondió Camilo, haciendo un gesto con la mano como si estuviera minimizando el asunto—. Fue solo un mensaje. Nadie va a descubrir nada.

¡No! —espetó Alejandro, su voz alzándose ligeramente—. No lo entiendes. Yo... ya no quiero seguir con esto. Estoy feliz con mi vida, con Valeria. No quiero más experimentos, ni bromas, ni fórmulas. Se acabó.

El rostro de Camilo cambió. La sorpresa dio paso a una expresión más fría, casi calculadora. Se quedó en silencio por un momento, como si estuviera conteniendo algo.

—¿Así que lo dejas? —preguntó Camilo, con un tono que no denotaba frustración contenida—. Después de todo lo que hemos logrado... ¿Te vas a rendir ahora?

—Sí, ya basta —dijo Alejandro, clavando su mirada en él—. No puedo seguir arriesgando mi vida. Mi gusta como es, me gusta mis relaciones familiares, personales, no quiero sacrificar esto por un... un placer momentáneo.

Camilo apretó los labios pero intentó contenerse. Respiró hondo y cambió su enfoque, adoptando un tono más suave y persuasivo.

—Escucha, solo... escucha por un momento —dijo, tratando de calmar la tensión—. Entiendo que estés nervioso, pero esta vez, tengo una versión que durará un poco más. Solo quiero perfeccionar la fórmula, eso es todo. Si quieres parar después de esto, está bien. Te lo prometo, esta será la última. Solo quiero verificar que funciona la fórmula.

Alejandro lo miró con desconfianza, sabiendo que Camilo siempre tenía una forma de manipular las cosas a su favor. Pero a pesar de todo, una parte de él sentía curiosidad, el deseo de que todo acabara de una vez por todas, con una fórmula definitiva ya se habría acabado la necesidad de que el sea el conejillo de indias, ¿No?

—¿La última vez? —preguntó Alejandro, aún dudando.

—La última —respondió Camilo, inclinándose un poco hacia él—. Solo una vez más, y lo terminamos.

CAMBIO... ¿Temporal? Les juro que es solo por la ciencia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora