Investigación en Oráculo

3. La emperatriz

Feminidad. Poder. Capacidad de creación. Amor incondicional. Generosidad.

Ir corriendo a todas partes tenía que acabar. El ritmo de la vida la consumía y sin embargo el tiempo en Oráculo pasaba muy lento. Los minutos no avanzaban, las horas se iban transformando en pequeñas eternidades y las eternidades no eran de su agrado. Sentía la obligación de dedicar el máximo tiempo a estar allí, haciendo que el resto de su vida fuese una constante sacudida de rutinas a realizar lo más rápido posible. Se autoconvencía de que tenía que estar en su puesto de trabajo aunque nadie se lo impusiera, aunque no tuviese que fichar, aunque ni siquiera fuese productiva. Estar se había convertido en una prioridad ante su constante sensación de estancamiento.

Y vuelta al cierre, a salir por esa puerta, a pedalear. En la noche tampoco había podido dedicar tiempo a cocinar ni a quedar con nadie, bastante tenía con repasar mentalmente la visita policial. Profundizaría más en la vida por inercia en la que se encontraba si no estuviese tan cansada. Lo único que ocupaba su mente, lo buscase o no, era el trabajo, llenar la agenda, aumentar clientes, tener cierta seguridad económica que intuía que sería la que le iba a permitir volver a sus actividades favoritas. ¿Qué cuáles eran? No caía. Ya se acordaría cuando recuperase la energía que lanzaba a los demás y que no encontraba en sí misma.

Al día siguiente tocaba la cita quincenal con quien ella apodaba como «el quedador», un hombre que llevaba varios meses sin fallar a una sola sesión y, aunque podía intuir que tenía cierta dependencia a estas visitas, no era un perfil en el que esto la preocupase demasiado. El quedador demostraba con sus relojes caros, sus zapatos siempre de diseño y los planes que dejaba entrever que el dinero no era un problema para él y que asistir a Oráculo era una especie de juego, una salida a su rutina que se podría presuponer cargada de reuniones y de tomas de decisiones. Además el objetivo de sus consultas parecía loable. Solo era una persona de mediana edad en una búsqueda desesperada del amor. Quizás una búsqueda demasiado exhaustiva de la que parecía haber hecho el leitmotiv de su vida. Y aunque hubiese volcado su existencia en esa meta no parecía abandonarse a las demás, por lo que las alarmas no se activaban para Baha. Cada vez que se presentaba ante ella le hacía saber que tenía una cita romántica próximamente, que esta vez estaba convencido de que todo iba a salir bien, que tenía pensado el mejor lugar y la mejor conversación. A pesar de su extrema seguridad, continuaba acudiendo a la videncia con el claro convencimiento de que los consejos que ahí recibía eran una especie de confirmación para continuar en su búsqueda. Pero no, nunca era la cita definitiva y la vidente se había acostumbrado a decírselo sin adornos. Aun así el quedador regresaba cada pocas semanas con el mismo discurso y la misma convicción. Un ejemplo de constancia y de oídos sordos, de querer forzar lo que la vida no quiere darte y, aun así, seguir disfrutando de una inexorable búsqueda.

En la carpeta mental en la que la vidente archivaba los perfiles que iba creando sobre sus clientes guardaba las imágenes que la evocaban y los rasgos que consideraba más definitorios. En ese espacio el quedador siempre aparecía invirtiendo largas noches en algún bar de moda, apostado en la barra junto a un roncola, consultando aplicaciones de ligoteo o mirando cómo iba la bolsa. Esperando citas que nunca aparecían y mensajeándose con algún camarada con el que compartía las noches en las que el amor no se presentaba.

La carpeta de perfiles de Baha se mostraba todavía nítida. La facilidad para deconstruir a todos aquellos a los que conocía y formar a partir de ahí una figura vacía de las casuísticas personales, pero bastante fiel a las realidades, siempre le había acompañado. Conocer a una nueva persona era siempre un reto y, al estilo de quien construye perfiles criminales, Bárbara construía perfiles cotidianos a los que Baha terminaba de dar forma. Intuía que la perfilación psicológica podía ser una buena técnica para resolver casos y aunque en ese momento aún desconociese toda la teoría se acercaba bastante a la práctica de forma innata.