2. La sacerdotisa

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Sabiduría oculta. Aprendizaje y maestría. Secretismo. Inconsciente. Mirar más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.




La agenda del día estaba inmaculada, y la experiencia le dictaba que era bastante infrecuente que apareciesen clientes sin cita previa aporreando la puerta por una urgencia. Si ocurría solía tratarse de clientes frecuente que llegan a olvidarse de tomar decisiones por sí mismos. De esos que se escudan en que si alguien puede orientarles en su camino, ¿para qué van a dar vueltas a la cabeza? En esas ocasiones se sentía un poco como un fisioterapeuta al que llaman esperando una cita para ya porque se han levantado con un dolor de espalda infernal, solo que los males que ella atendía no impedían a la gente hacer su vida con normalidad.

Hubo una temporada en la que solía aporrear la puerta un hombre que casi nunca hablaba, que si no hubiese mostrado tal nerviosismo ante cada respuesta de la vidente hubiese parecido que asistía buscando solo conversación. Nunca volvió a saber de él. Ojalá hubiese una forma de conocer qué había sido de su vida.

En esos días en los que la agenda marcaba un completo vacío Baha no se esmeraba demasiado en su atuendo. Una diadema gigante y un poco de maquillaje eran suficientes para estar preparada y ponerse en marcha. El ritual de encendido de velas sí era indispensable. Observar Oráculo con luz artificial le generaba desazón, no conseguía hacerla entrar en sí misma. Las lámparas eclipsaban su concentración y potenciaban su sensación de desubicación, de no estar en el lugar correcto. Y lo último en lo que quería pensar era en si efectivamente ese local al que había dedicado tanto esfuerzo era el lugar que debía ocupar en el mundo.

Carecer de citas le imponía prestar atención a los contactos virtuales. No hacía mucho que había llamado a su puerta, sin aporrearla, el desarrollador web que le había acabado montando su negocio digital. Lo primero que le dio confianza de él es que no puso ninguna cara extraña al entrar en Oráculo, después se enteraría de que gran parte de su trabajo era crear y mantener páginas webs para adivinos varios. La pilló en un momento en el que podía permitírselo económicamente y también era cierto que llevaba tiempo con esa asignatura pendiente. Sabía que muchos de los trabajadores de lo esotérico ganaban bastante dinero con sus perfiles digitales, incluso algunos habían cerrado su establecimiento físico para atender solo a través de Internet. Todo ello le llevó a decidir que era su momento para lanzarse al universo virtual. No sin cierta desconfianza sobre si sabría hacer su trabajo con la misma calidad sin tener delante a la persona que realizaba la consulta, sobre si podría fiarse de lo que la contaban. Comenzar por una página web le parecía manejable, aunque tuviese mucho que aprender. Y desde luego era menos adictivo para los clientes que lanzar una línea telefónica, por mucho que entre los de su oficio estuviese muy bien visto tenerla, si hasta había quienes seguían viviendo de los contactos que recibían del teletexto... Pero el teléfono siempre le había resultado demasiado agresivo, por mucho que fuese un canal muy rentable también era un canal que generaba adicción. Y sentirse culpable de que una familia perdiese sus ahorros no estaba en sus planes, bastante tenía con lo suyo.

El desarrollador también le propuso ayudarla con la gestión de sus redes sociales profesionales —unas redes que tampoco tenía— mostrándole las estadísticas de algunos de los perfiles que él gestionaba. Desde luego que eran atractivos, cargados de números que se contaban por miles y de gráficas que solo hacían crecer hasta salirse de la página. Por un instante se lo planteó en serio, sin embargo ahí había que dar la cara y seguir un calendario muy cerrado. No estaba preparada para ninguna de esas dos cosas.

Cuando por fin se puso delante del ordenador agradeció no haberse dejado llevar por las cifras y haberse quedado solo con la opción de la web. Era un comienzo. Un primer paso en su adaptación a un nuevo modelo de negocio en el que sabía que tenía que entrar. La videncia no es un sector especialmente afectado por las crisis pero hacía cierto tiempo que parecía estancado, a pesar de que las nuevas generaciones se mostraban de nuevo interesadas en el tarot, las piedras y las cartas astrales. Quizás sí se parecía al resto de negocios en el proceso de digitalización que estaba viviendo y los jóvenes que empezaban a interesarse por las técnicas de videncia y el mundo espiritual se estaban conformando con consultar esos asuntos en las redes sociales. Por el momento había aceptado el primer acercamiento.

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