6. Los enamorados

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Equilibrio entre dos seres. Confianza. Dominio. Unión de opuestos. Dualidad.





Teresa de Valbuena llevaba unos días sumida en un profundo caos. La perfección que solía revestir su vida se había ido haciendo añicos a medida que la prensa comenzó a llamarle para que respondiese entrevistas, que sus compañeros de trabajo empezaron a atosigarle a preguntas y que ella misma tomó conciencia de la situación. Cada vez que se miraba en el espejo descubría una nueva imperfección, había llegado tarde a reuniones importantes en las que normalmente hubiese aparecido con minutos de antelación, había olvidado ponerse complementos en outfits perfectamente premeditados y, lo que más la dolía, había percibido que la gente de su alrededor notaba que algo le estaba pasando. Sabía que en algún momento su relación con Cayetana iba a explotar pero no esperaba que lo hiciese de esta manera. Ni mucho menos que salpicase todas esas rutinas en las que tanto había trabajado para mostrarse tal como quería.

Encima ahora la policía tocaba a su puerta.

Justo cuando estaba ocupada intentando trabajar, buscando cómo poner su vida de nuevo en el orden que necesitaba para vivirla, enfocándose en volver a su normalidad... aun así no se mostró molesta por la visita.

Tras las preguntas de rigor para confirmar su identidad Daniel le mostró una orden judicial que les permitía registrar sus dispositivos electrónicos. Lo hizo mientras accedía al hall de la casa que, teniendo en cuenta la urbanización en la que se encontraba, le resultó poco acogedor. Se sorprendió al sentir que el acceso desde el recibidor al área principal generaba cierta claustrofobia. Las estanterías laterales cargadas de cajas sin abrir empequeñecían el espacio convirtiéndolo en un pasillo no apto para quien necesitase mucho aire para respirar. Lo recorrió con prisa. Sin embargo a medida que iba avanzando hacia un gran salón empezó a apreciar el lujo que le correspondía. O, al menos, el que esperaba encontrar. Especialmente en las cornisas y los rosetones del techo, que era el único espacio que no estaba invadido por ropa, zapatos, bolsos, cremas y complementos varios que no supo identificar.

Álex le seguía bastante satisfecho de que solo tuviesen que indagar en ordenadores, tabletas y móviles. Lo que le hacía moverse con seguridad sin pararse a pensar demasiado en cómo era el lugar o cómo le hubiese gustado a Teresa mostrárselo. En ese momento ni siquiera pensaba en qué podrían encontrar o en los motivos por los que estaban allí, sino que iba dando vueltas a qué le habrían dicho las cartas a esa mujer en su última tirada.

Según lo que pudo ver en la suya intuía que a ella le habrían salido Los Enamorados en una posición bastante más destacada. Y que ese símbolo del equilibrio y de la dualidad tenía dos significados muy distintos para ellos. Entendió que la carta hablaba de confianza entre personas pero también de unión de opuestos, y en un intento por analizar que simbolizaría para Teresa intuyó que dos personalidades cohabitaban en ella, no desde la perspectiva de una personalidad múltiple sino desde la de alguien que lucha constantemente por ser o parecer otra persona.

Los policías habían dejado claro a Teresa que la inspección formaba parte de la investigación por la desaparición de Cayetana y que se centrarían en buscar los contactos que había tenido con ella y cualquier información relacionada con el caso. En realidad le tranquilizaba el motivo de la visita. Ella también estaba, de alguna forma, preocupada. Por ello se mostraba solícita en sus requerimientos entregándoles todo el material que le requerían. Lo que no impidió que tuviese que dar varias vueltas por la casa para encontrar todos sus dispositivos electrónicos. Tras entregárselos apartó una de las sillas de la mesa del comedor que se encontraba en el salón, dejando en el suelo la caja que la ocupaba, y se sentó a esperar frente a los grandes ventanales desde los que se divisaba la zona de barbacoa, la pista de tenis repleta de ramas («tengo que arreglar eso», pensó), la casa de huéspedes y la caseta del perro que se llevó su ex. Consideraba de poca educación marcharse a otra sala y tampoco tenía móvil u ordenador con el que aprovechar ese ratito para trabajar. O para sentirse, al menos, productiva.

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