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Mientras empacaba mis cosas, pensaba en Eloise; era tan gentil como se había escrito. Las pinturas no le hacían justicia a su belleza. Me duché rápidamente, me aseguré de trenzar mi cabello y tomé algunas prendas del armario para llevarme a casa cuando todo esto terminara.

Me adentré al armario en busca de algo cómodo, esperando que entre tanto encaje y lazos complicados encontrara algo más sencillo para moverme. Con las puertas abiertas de par en par, retrocedí buscando otra perspectiva de las telas, mi vista captó una pintura en la pared que antes no se encontraba ahí.

Me acerqué para observar y la protagonista de esta obra era la reina.
Recordé con tristeza su historia y cómo me había ayudado, encontré una pintura de Marline a un costado. Al tomarla en mis manos, la nostalgia me invadió y se me escaparon algunas lágrimas.

"Encontraré lo que me enviaste a buscar, te lo prometo".

Tomé ambos retratos y los guardé.

Encontré un vestido que caía justo por debajo de las rodillas, de un verde oscuro con mangas blancas y un corset marrón, tan rígido como el demonio. Decidí ponérmelo; aunque era estúpidamente incómodo, estaba construido con ballena, varillas y otros componentes que, más allá de ser elementos de moda, podrían salvarme de una puñalada en un momento crítico. Di tres golpes a la tortura que me había impuesto y me observé detenidamente en el espejo.

"No está nada mal", murmuré, intentando convencerme.

Bajé la vista a mis pies descalzos; las botas que tenia estaban rasgadas y ya no serían útiles; solo me estorbarían al caminar. Con una mezcla de curiosidad y esperanza, me acerqué a los cajones del armario. Allí encontré una variedad de zapatos, tacones y muchas gemas brillantes que parecían susurrar historias olvidadas.

"¿Qué incómodo! ¿A quién se le ocurrió inventar estas cosas?" pensé, sintiendo una punzada de frustración.

Pasé la mano hasta el fondo del cajón y toqué cuero suave. Lo saqué con cuidado y descubrí unas botas con el tacón más diminuto pero firme. Cuando las amarré, sentí una oleada de confianza recorrerme; era como si cada hebra del cuero me recordara la fuerza que llevaba dentro.

"Perfecto", exclamé con una sonrisa renovada.

Atravesé el bolso a un lado y planché el vestido con mis manos. "Ya es hora", pensé mientras caminaba de espaldas, observando por última vez aquella habitación donde Marline había vivido alguna vez. Agradecí en silencio por haberme permitido encontrarlo. Finalmente, salí de la habitación y volví a recorrer los pasillos de la mansión en completo silencio; estaba vacía, como cuando entré por primera vez. El aroma a flores se intensificó a medida que me acercaba a la salida que había forzado, y me detuve de golpe. La idea de encontrarme con otra de esas cosas allá afuera me aterraba.

Empuñé la navaja con firmeza y retiré el metal que obstaculizaba la puerta.

Tomé una gran bocanada de aire, llenando mis pulmones con el olor fresco del jardín, y abrí la puerta.

Gracias al cielo, no había rastro de nada. Cerré la puerta detrás de mí y atravesé el jardín hasta llegar a la parte trasera del palacio, donde se encontraban los jardines principales. Seguí el camino que había recorrido en aquella pesadilla, acercándome cada vez más a "eso", esa presencia ominosa que acechaba en las sombras.

El corazón me latía con fuerza mientras cada paso me llevaba más allá de lo conocido, hacia lo desconocido.

Al pasar por los arbustos en los que había perdido a Marline aquella vez, tuve que apartar las ramas de mi cara; era difícil ver sin que me rozaran el rostro.

Cuando finalmente salí del matorral, sacudí las hojas de mi cabello y vestido, mirando al suelo para recomponerme. Pero al levantar la vista, la impresión casi me hace desfallecer. El puente estaba allí, exactamente igual que en mi sueño.

"¡Es real! ¡Por Dios, es real!" exclamé, llevándome las manos a los cabellos y riendo nerviosamente. La mezcla de alivio y asombro me invadió; el puente era un símbolo de lo que había estado buscando, una conexión entre mis pesadillas y la realidad.

Mientras me acercaba, sentí una oleada de emociones: miedo, esperanza y una curiosidad incontrolable. Este lugar, tan familiar y aterrador a la vez.

Al llegar al centro del puente, un mal presentimiento me recorrió el cuerpo como un escalofrío helado. Algo me estaba observando desde las sombras, y sentí esa respiración otra vez, tan cercana que me hizo ahogar un grito. Miré a mi alrededor, a la defensiva, apuntando con el arma, pero no había nada. Sin embargo, una fuerza oscura me empujó a mirar hacia el vacío debajo del puente. Me horrorizé al observar las turbulentas aguas; manos y rostros flotaban en la corriente, atrapados en una danza macabra de agonía y desesperación.

Intenté regresar a la mansión, pero mi cuerpo ya no respondía. Las voces resonaban en mi mente, susurros distorsionados que parecían provenir de lo más profundo de la oscuridad. Las lágrimas comenzaron a desbordarse de mis ojos mientras entraba en pánico; era como si algo invisible me controlara. Levanté la vista hacia unos árboles, y ahí estaban esas cuencas diabólicas estáticas, mirándome con un hambre insaciable. Más figuras empezaron a emerger entre las ramas, sus rostros desfigurados por el sufrimiento.

—Shenna... Shenna... Shenna...

La voz provenía de la corriente helada, un canto siniestro que parecía burbujear desde las profundidades. Las manos comenzaron a moverse, luchando por salir a la superficie, garras espectrales que intentaban arrastrarme hacia su destino trágico. Sin poder detenerme, mis manos se aferraron al barandal del puente y me trepé al otro lado; sentía una fuerza oscura que me obligaba a lanzarme.

Lloré y grité por ayuda mientras la risa burlona de las sombras resonaba en mi mente. Era presa del pánico, incapaz de controlar mi propio cuerpo; cada fibra de mi ser gritaba que debía huir, pero algo me mantenía cautiva en ese abismo de horror.

—¡Detente! ¿Qué estás haciendo?! —una voz grave me habló del otro lado del puente.

El guardián..

llevaba un traje completamente negro, estaba desaliñado, gotas de sudor le resbalaban por la frente y jadeaba con fuerza. Como si hubiera corrido una maratón.

—¿Estás demente?! —se acercó lentamente—. Aléjate de la orilla con cuidado.

Miré de nuevo al vacío y ya no había nada; las manos que antes se avistaban ya no se encontraban. Pero al buscar ese aspecto infernal, ahí estaba. Mi respiración se aceleró; ya no había ilusiones aterradoras, pero él estaba ahí y seguí controlándome. Devolví la vista al guardián tratando de articular una palabra, pero no tenía voz. Acortó la distancia que quedaba entre nosotros y me extendió la mano.

—Déjame ayudarte... no tienes que hacerlo.

No quiero hacerlo, idiota, me están obligando, ¿acaso no lo ves? Una de mis manos se soltó y me tambaleé; ya no tenía control sobre mí. Los susurros se intensificaban y esa fuerza me obligaba a soltarme poco a poco.

—Ayúdame...

Fue lo único que logré decir antes de caer al vacío. Cerré los ojos aterrada, esperando mi final, pero una mano me atrajo hacia su cuerpo. Era él; se había lanzado al vacío por mí. Intercambio lugares y me abrazó para protegerme de la caída.












































Holaaa
¿como están mis zainos?
Espero que bien, a partir de hoy los capítulos serán un poco más cortos, para que la experiencia de esperar acción no sea tan tormentoso.
Nos vemos pronto💐✨
O no..

(Deje la imagen de Eloise al principio por petición de una lectora🤭♥️)

~•LUNAS DESDE ABRIL•~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora