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              "No temas, yo estaré contigo"





La furia ardía en mi interior como un fuego infernal. El miedo me consumía, una sombra helada que se aferraba a mi pecho, mientras esa cosa frente a mí parecía alimentarse de la oscuridad que la rodeaba. "No es una persona", pensé, "o al menos ya no lo es".

Mi visión se nubló, no solo por la adrenalina, sino por el torrente de odio que me inundaba. Cada latido de mi corazón resonaba como un tambor de guerra en mis oídos. El monstruo comenzó a moverse, esquivando mis ataques como si percibiera el caos que se desataba en mí. ¿Acaso huía de mí? La idea me llenó de una extraña mezcla de poder y desesperación.

Era un enfrentamiento entre la humanidad que aún quedaba en mí y la bestia que había tomado su lugar. Y en ese instante, comprendí que no solo luchaba por la victoria; peleaba por mi alma.

Forcejeamos en el suelo, la navaja brillando como un destello de esperanza entre nosotros. Con un esfuerzo sobrehumano, logré levantarme y, con un ágil movimiento, lo atrapé del tobillo, arrastrándolo lejos del arma que podría sellar mi destino. ¡Debía encontrar una estrategia rápida! Antes de que pudiera reaccionar, un golpe brutal en mi espalda me lanzó hacia el lado opuesto de mi única salvación.

Me levanté con dificultad, el mundo girando a mi alrededor, pero no podía rendirme. Me abalancé de nuevo, decidida a someterlo, pero él contraatacó con una patada feroz que impactó en mi cara. El aturdimiento me envolvió como una niebla espesa. Sentí el ardor del dolor mientras el rojo carmesí comenzaba a resbalar por mi nariz, manchando mi vestido y convirtiéndolo en un lienzo de batalla.

Con rabia surgiendo desde lo más profundo de mí, me lancé hacia adelante con una ferocidad renovada. Mis manos se cerraron alrededor de su garganta, apretando con toda la fuerza que tenía. Su expresión cambió, se notaba su sorpresa a pesar de tener cuencas vacías. y desesperado luchaba por liberarse. Con un movimiento brutal, le di un codazo en la mandíbula que resonó como un trueno en la noche oscura, haciendo que su cabeza se inclinara hacia atrás.

Me empujó con una fuerza brutal contra el muro que protegía los alrededores, y tuve que sostenerme de mis rodillas para no desplomarme. El golpe resonó en mi cuerpo como un trueno, y un destello plateado me cegó momentáneamente. "¡No, no, no! ¡Maldición!" Maldije para mis adentros, la desesperación se apoderaba mí.

Mi preocupación se disparó cuando vi que tenía entre sus garras mi única posibilidad de sobrevivir: la navaja. La confianza había brotado en él como una sombra oscura, y su gruñido amenazante retumbaba en mis oídos. Sabía que no quería ahuyentarme; eso era seguro. Quería matarme, y el terror se convirtió en una llama ardiente dentro de mí.

No iba a permitir que me arrebataran la vida tan cruelmente solo por diversión. Me levanté del suelo, la rabia alimentando mi determinación.

Empezó a rodearme, dando círculos vacilantes, y lo observaba atenta. Eso es lo que hacen los cazadores con su presa: vuelven a las víctimas pequeñas, vulnerables. "Me está distrayendo," pensé, mientras el pánico comenzaba a apoderarse de mí. Con un movimiento sutil, deslicé mi mano al interior del bolso, buscando una salida, un rayo de esperanza en medio de esta pesadilla.

"¡Sí!" exclamé mentalmente al sentir el metal frío entre mis dedos. Empuñé el objeto con fuerza, preparándome para lo que vendría. Sabía que se avecinaba una batalla cuerpo a cuerpo; era mi única oportunidad de salir viva de esta locura. La culpa me golpeó como un puño: había descuidado mi arma en el momento más crítico.

Mientras él se movía con sigilo, su risa burlona resonaba en mi mente. "Este cabrón cree que tiene el control," aunque el miedo quería paralizarme, la determinación empezó a tomar su lugar.

~•LUNAS DESDE ABRIL•~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora