CAPÍTULO 3

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NARRADOR OMNIPRESENTE


Grecia estaba frente a un grupo de personas con un vestuario extraño, la chica que le habló en la poza estaba frente a ella reparándola de pies a cabeza. Llevaba una ropa negra y carmelita con ballestas modernas e innumerables flechas, era de cabello negro y colgado en trenzas con una cola alta. Un maquillaje oscuro le cubría el rostro haciéndola parecer más seria, los otros eran tres hombres y otra chica de cabello corto. A Grecia le dolía el tobillo, pero no lo dijo ni lo mostró, Dae tenía las manos atadas con algo que le impedía casi moverse, esas personas al parecer practicaban la magia o la conocían. El vampiro miraba a la chica pero esta solo tenía sus ojos en la que estaba al frente del grupo. Los demás los contemplaban como experimentos científicos.

  -¿Cuál es tu nombre? -preguntó la líder del grupo a Grecia.

Ella se quedó en silencio, no quería hablar mucho así como tampoco quería que supiesen en realidad lo que era. La trigueña bajó la vista mordiéndose los labios con molestia, se acercó más a la chica quedando a escasos centímetros una de la otra.

  -Pregunté, ¿cómo te llamas?

  -¿En serio esto es necesario? -Dae se sentía molesto, lo habían impactado con un dardo inmovilizador y sus funciones de vampiro quedaban nulas por dos horas aproximadamente, estaban bien equipados aparentemente.

  -¡Tú te callas! -ella le gritó, tenía un carácter fuerte.

  -Cuidado morenita, recuerda que esto no es por siempre -se señaló, recalcando que seguía siendo un vampiro.

Los demás ajustaron sus armas, Grecia miró a Dae y con la mirada pidió que se callara o acabarían muertos los dos.

  -¿Tu nombre? -vuelve a preguntarle a la chica.

  -Grecia.

  -¿Quién eres y qué haces en este sitio?

  -No debo por qué darte explicaciones.

  -Esa es mi chica -dice Dae y le guiña un ojo a Grecia.

  -¡Mérida! ¿Dejarás que te hable así esta pordiosera? -dijo la otra mujer del grupo.

La mencionada mira a la chica y de la nada le suelta una cachetada con un sonoro estallido de sus manos hacia su rostro. Los demás sonríen excepto Dae, quería saltarles encima y arrancarles la yugular, aunque bueno, ya lo haría con gusto cuando estuviese libre del encantamiento. Grecia levanta la mirada, antes no podía, pero ahora si estuviese del todo bien y no con las manos atadas le daría su merecido a aquella estúpida que osó pegarle.

  -¡No vuelvas a hablarme así o juro que te arrepentirás! -ambas se enfrentaban con la mirada.

  -¡No te tengo miedo! -Mérida sonríe ante las palabras de la prisionera.

  -Ya veremos cuando yo misma despelleje tu cuerpo y se lo dé de comer a los salvajes, al igual que con el vampiro.

Dae sonrió rodando los ojos, no se sentía intimidado por las palabras de esa humana.

  -¡Ahora andando, el jefe estará encantado de verles! -los demás de la manada sonrieron.

Uno de los hombres empujó a Grecia para que caminara, ella comenzó a cojear porque le dolía el tobillo pero prefería aguantar a tener que quejarse. Dae la observaba pero no podía ayudarla, sólo caminaba en silencio, quisieron empujarlo para que avanzara y con solo una mirada detuvo al hombre, no podían negar que seguía siendo un vampiro. Mérida no miraba hacia atrás, sino a los lados por si aparecía otro salvaje, en cambio, parecía que se conocía muy bien la zona. Ya la noche estaba cayendo, el sol se ocultaba tras el horizonte y decidieron apurar el paso.

Sangre de CAZADORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora