CAPÍTULO 12

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NARRADOR OMNIPRESENTE

Los pasos vacilantes y taciturnos de Lavina marcaban el suelo de la alcoba pulcramente decorada y limpia, los ventanales abiertos permitían el acceso al viento que le acariciaba el rostro y el cabello dorado. Miraba hacia la puerta mientras se desesperaba a cada minuto, deseaba que se abriese y asomara la persona que tanto esperaba. Tuvo que usar la táctica del chantaje para poder convencerle, profesaba éste un amor desmedido por la cazadora que debía ser eliminado cuanto antes. Ella nunca había estado en una situación como aquella de comprometimiento en cuanto a los sentimientos, más bien su frío corazón degustaba de los masculinos y después los asesinaba sin piedad ni remordimiento equivalente. Sintió los pasos de Lucian, estaba cerca y ella como una colegiala adolescente se acomodó un poco el cabello y reparó en la fina ropa negra de encaje que le cubría la esbeltez del cuerpo.

El licántropo tocó dos veces sin mucho interés, deseaba que ella se cansara de sus juegos sensuales y olvidara la idea de buscar algo más, solo tenía sentimientos para Grecia y su corazón le pertenecía a la chica. Esperó que ella abriese y al hacerlo notó que vestía muy ligero, mostrando una leve sonrisa triunfal que Lucian detestó. No sabía si era guapa o carecía de belleza, anhelaba salir corriendo o poder arrancarle el corazón con sus propias manos. Desde que llegó a ese lugar llevaba un collar de anti-transformación impidiendo que se pudiese metamorfosear, así también le sucedían a los demás esclavos lycans que allí convivían, exceptuando una variedad mínima que eran convertidos en salvajes. Miró a la vampira que no dejaba de reparar cada minúsculo movimiento de él mientras internamente se saboreaba.

  -A pesar de no llevar ricos vestuarios...eres muy guapo Lucian.

El comentario le incomodó pero no articuló palabra, ella le pide que se siente con una señal de la mano y el licántropo se mantiene en su puesto.

  -Vamos Lucian, ¿te comportarás así? Quedamos en algo, ¿cierto? Yo cumplí contigo, ahora te toca a ti, siéntate -esa palabra sonó como una orden, hizo lo que ella decía poniendo una prudente distancia entre ambos.

  -¿Qué quieres?

  -Conversar, sólo eso. Quiero saber de ti, de tu familia...tus amores...

Lucian la miró con molestia, no le daría ningún tipo de información sobre su vida y menos sobre Grecia.

  -No diré nada.

  -Deja de comportarte así, mientras más te resistes, más me gustas -se acercó a él desde su asiento y luego se levantó.

Se dirigió lentamente hacia una mesa con un mantel dorado aterciopelado que llevaba encima una botella con un líquido embriagador. Llenó dos copas y regresó hacia el licántropo mientras le entregaba una.

  -Es un vino exquisito del Otro Mundo -tenía la mano extendida, los ojos de Lucian miraban la copa como si fuese una serpiente a punto de atacar -¡No voy a envenenarte! Mira, beberé para que veas que no miento -dio un sorbo de la copa del hombre y después de la de ella -¿Ves? Están limpias, ahora ten y no me desaires.

Lucian la agarró y olió el contenido, efectivamente la distinción del vino salía a flote y no contenía ningún veneno ya que sus fosas nasales lo captarían al instante.

  -Háblame de ti Lucian, quiero escucharte -ella se acomodó en su asiento mientras absorbía el vino deseando hacerlo con el hombre que estaba a su lado.

  -Saldré de aquí y libraré a mi padre, luego te mataré a ti y a tu hermano -levantó su copa y bebió. Lavina sonrió como si hubiese de acabado de contar un chiste escolar.

  -Puede, pero también puede que sea al revés o mejor aún...que tengamos a la cazadora y le rebanemos el cuello.

Los ojos del licántropo centellearon de furia, agarró con fuerza la copa y terminó destruyéndola en sus manos mientras unos finos cristales cortaron la palma de su mano. Lavina sabía que amaba a esa chica, comenzó a odiarla y desear asesinarla para que desapareciera por siempre.

Sangre de CAZADORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora