El sol se oculta mientras una suave brisa hace mecer las ramas de los árboles, llevándose algunas hojas de estos; en el jardín todo se siente más tranquilo, a comparación de la fiesta que hay dentro en el palacio. El día en el que pueda llegar a convivir con las demás personas en una fiesta, sin necesidad de estar en un rincón, será el día en el que el cielo se caiga o las guerras terminen. Las personas en el salón bailan al ritmo de la música y otros conversan de forma animada; los jóvenes disfrutan de su juventud bailando con distintas personas, mientras que yo prefiero estar afuera, acuclillada ante una de las pocas flores que aun crecen en esta estación, admirando lo es el patrón de unas hermosas alas de mariposa.
Quiero pensar que, al menos yo le presto atención a las pequeñas cosas de la vida, mientras otros las pasan por alto disfrutando banalidades humanas...aunque desee poder ser parte de ellas sin sentirme fuera de lugar.
—¿De nuevo sola Deyanira? — Doy un respingo por el susto, al escuchar la voz de mi hermano, asustando a la mariposa, la cual se va revoloteando por los aires. Me volteo hacia mi hermano, aun estando de cuclillas frente a la flor, tomando nota de su cabello desordenado y su ropa desajustada.
No soy tonta, tampoco tan inocente.
— Deberías de estar en el la fiesta otoñal. — Prosigue mientras este se arregla la ropa con ligeros tirones para desaparecer las arrugas, su voz derrochaba como siempre superioridad. Aprieto mis labios y juego con mis manos nerviosa, mientras bajo mi mirada nuevamente a la flor blanca y de pepitas amarillas, casi como si fueran pepitas de oro.
—No... me apetece entrar, aquí fuera es más tranquilo. — no levanto mi mirada, pero de alguna manera siento su mirada seria posada en mí.
— No es que te apetezca, es una orden — Avel usa su voz de próximo soberano, y odio cuando la usa.
—Avel... no me gusta estar dentro, todos me ignoran. — Por alguna razón siempre termino agachando la cabeza y bajando mi voz cuando hablo con él, aun siendo mi hermano.
—Nadie lo haría si empezaras a comportarte como una señorita normal. — Mi corazón tembló.
— Pones en duda tus genes como Sveimold, solo debes hablar con personas y hacer amigas de tu edad. — Toma mi muñeca con fuerza para levantarme y guiarme de nuevo hacia la fiesta.Avel se dirige conmigo hacia mis padres, quienes hablan con los líderes de una casa que se encuentra al este de nuestro reino, eran tres hombres vestidos con sus mejores ropas, bebiendo de los mejores vinos que papá tiene en su reserva, mi madre me da una mirada rápida, analizando mi estado para después voltear su rostro sonriente hacia ellos. Avel suelta mi brazo en cuanto hicimos presencia ante ellos, la voz de mi madre diciéndome como debo de actuar ante ellos viene a mi mente.
Espalda Recta.
Hombros relajados.
Mentón ligeramente alzado.
Manos en mi regazo.
Ah...si...también debo de respirar. Al estar recordándome eso a mi misma y al tratar de actuar normal, por fin logro prestar atención a la conversación.
— Las guerras entre los reinos vecinos han desestabilizado el comercio de los reinos no involucrados. — dice el hombre joven de barba negra y bien recortada.
— Y no hablemos del incremento de la población que hemos tenido. — dice el otro, es un poco mayor que el primero, por unos cuantos años quizás.
—Más sin embargo al final, el provecho es para el reino. — exclama papá con alegría. — Mientras más inmigrantes, más impuestos, ellos también tienen que aportar en algo al reino y mientras más guerras, los precios aumentan, además...Hedelstain es un reino prospero, hay que ser...gentiles, no?
Todos asienten de acuerdo a lo que padre había dicho, algo muy sucio, pero al final de cuentas, algo muy normal entre reinos. Dirigí mis ojos hacia mi hermano, quien con la mirada me pide más participación. Abro la boca, pero no sé que decir, mi hermano suspira para poner de nuevo una sonrisa fingida. Mamá me observa con desaprobación, mientras que mi padre sigue con la charla, aunque sé que se había dado cuenta del torpe intento.
— Supongo que al final, el reino de Valdraughr si es de ayuda, no? — dice el hombre joven en tono burlón, dando crédito al reino enemigo por iniciar las guerras. Es una broma que a mí no me hace gracia, pero trato de sonreír al menos un poco.
— Escuché que ya han avanzado mucho este mes en el reino de Grayroad, dicen que los dragones han quemado casi toda la ciudad — Sus voces no toman un tono de miedo, como yo esperaría, es como si no mostraran empatía y estuvieran cotilleando de algo tan trivial.
— Que bestias tan horribles, al igual que su gente — Comenta el hombre de barba blanca y de unos cuantos años mayor que él joven noble treitón. Sintiendo la presión de parte de mi hermano y de mi madre, y mi deseo de discrepar ante ese comentario, las palabras se resbalan de mis labios.
— Yo creo que son criaturas magnificas... — Mi suave y gentil voz flota con esas palabras entre nosotros, tomando la atención de todos ahí, mis manos están reposando en la tela de mi vestido de tono otoñal, ya que la fiesta es para darle la bienvenida a la nueva estación.
Mi hermano sonríe algo incómodo para tratar de alivianar el ambiente, el hombre noble de la barba blanca que dijo eso me pregunta con una amabilidad ligeramente disimulada.
— ¿Le gustan las bestias asesinas, Princesa? —Su pregunta me puso nerviosa, pues los dragones son criaturas que no son bienvenidas en mi reino...o en cualquier otro.
— Me parece que como cualquier otra bestia siguen un instinto... son feroces al igual que todos los animales salvajes, pero majestuosos... — Mi explicación hace que ambos hombres se queden en silencio, analizando mis palabras mientras a la vez me escrutan con su mirada, como si quisieran intimidarme con esa acción.
Mi madre interviene con delicadez y amabilidad, concorde a una reina, explicando que mis palabras son producto de muchos libros y tiempo libre, lo cual me hace pensar ideas inocentes al no saber la realidad, lo cierto es...que quizás sea cierto lo que ella dice, pero lo que dije a cerca de los dragones tampoco es algo ofensivo para el reino como para que ella me excuse de mis acciones, solo fue un pensamiento, algo propio...algo que sí puede ser llamado mío.
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La danza de dragones
Fantasía¿Desde hace cuanto la muerte se ha sentado al lado de Deyanira? ¿Desde cuando ella la ha recibido como una vieja amiga? Sus manos se entrelazan cuando bailan sobre la vida; mientras su corazón se doblega ante una maldición, sus ojos buscan los ojo...