¿Desde hace cuanto la muerte se ha sentado al lado de Deyanira?
¿Desde cuando ella la ha recibido como una vieja amiga?
Sus manos se entrelazan cuando bailan sobre la vida; mientras su corazón se doblega ante una maldición, sus ojos buscan los ojo...
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Tal y como papá lo había ordenado, me sometieron a tratamientos de belleza al siguiente día, esperaba al menos una disculpa por la falta de expresividad, pero nunca llegó, y me hizo sentir más tonta por esperarlo. La voz se había corrido por todo el palacio y si no estoy mal, todo el reino ya lo sabía. Las miradas de compasión y lástimas de la servidumbre solo hicieron sentirme más mal. Las miradas de lástima es algo a lo que aún no me acostumbro a pesar de vivirlas seguido.
Los rayos del sol que entran por el techo de vidrio que tiene la cúpula, caen sobre el grueso y magnifico árbol sagrado, algunas hojas comenzaron a tomar el color de las llamas, rojas, anaranjadas, amarillas, nunca caen sin importar la estación, solo cambian de color. La cúpula de mármol lo aleja de cualquier otra persona, de cualquier peligro del exterior a pesar de estar en los territorios de nuestro castillo, la naturaleza aquí dentro es muchísimo más prospera, los colores son más vividos, sin importar la estación, aquí dentro nada se marchita o cae.
Aquí, por más extraño que parezca, no me siento del todo sola, emana una extraña y cálida energía que te abraza el corazón, estar con el no se siente para nada extraño o ajeno, en cualquier otra ocasión me recostaría en su frondoso tronco, pero esta vez, me arrodillo frente a él, justo como si quisiera ver a una persona a la cara, buscar respuestas.
Un triste tartamudeo sale de mis labios, un intento de querer hablar, hasta pronunciar las palabras.
— ¿Por qué yo? — le pregunto al árbol frondoso de hojas coloreadas por las llamas.
— ¿Qué debo hacer? — pregunto esperando una respuesta.
— Le hablas a los sacerdotes...eres el conducto entre las divinidades y los terrenales...por favor...solo dime que debo de hacer...
Estoy desesperada, busco respuestas en el único ser mágico que tenemos, no solo es una fuente prospera, él ha dado a los sacerdotes varias visiones, solo necesito que...vea algo en mí, que vea mi desesperación, la desesperación de esa pequeña niña que lo visita desde que sus padres le revelaron el mayor tesoro de Hedelstain, la niña que venía aquí a leer y a llorar, y se sentía consolada, incluso cuando aquella persona desertó, ese árbol la ha visto crecer en cada aspecto.
Bajo mi cabeza en un sollozo, para después sonreír de forma amargada.
— ¿Es que acaso mi destino siempre fue servir de carnada? — aprieto el césped en mis manos, me siento tan insignificante, acaso ¿solo nací para esto?
¿Por qué no me respondes?
Una suave brisa sopla dentro de la cúpula, moviendo las hojas del árbol, el aire parece querer habar mientras mece las ramas del árbol ancestral, mi corazón parece alivianarse, me está escuchando, mis ojos se llenan de lágrimas, es como si esa fuera su forma de decirme que me está escuchando.