CAPÍTULO 15

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Alexander, temblando levemente, obedeció a cada palabra que le ordené. Lo observé en silencio mientras se agachaba, doblando la ropa como le había dicho. En cada uno de sus movimientos, podía ver la lucha interna que estaba experimentando; su orgullo estaba siendo quebrantado lentamente, y eso me daba una satisfacción que nunca había imaginado.

Caminé lentamente a su alrededor, mis tacones resonando en la habitación, y cada vez que mis pasos se detenían, podía sentir cómo su cuerpo se tensaba. Estaba completamente a mi merced, y la conciencia de ese poder me recorría como un fuego que me hacía sentir invencible.

— Mírame —le ordené.

Alzó la vista hacia mí, sus ojos reflejando una mezcla de deseo, sumisión y confusión. Lo mantuve ahí, en ese momento, solo sosteniendo su mirada. Podía sentir el peso de su vulnerabilidad, y me aseguré de que entendiera que no había vuelta atrás. Su respiración era entrecortada, casi como si no supiera qué esperar de mí.

— ¿Te das cuenta de lo que has hecho? —le dije, con una voz firme pero suave, acercándome hasta quedar a pocos centímetros de su rostro—. Has cruzado una línea, Alexander. Has puesto tu destino en mis manos.

Mi mano, suave pero firme, volvió a su rostro, acariciando su mejilla antes de apretar su mandíbula entre mis dedos. Su respiración se aceleró.

— Tú quisiste esto. Tú pediste esto. No te quejes ahora de las consecuencias.

Alexander asintió lentamente, pero eso no era suficiente para mí.

— ¿Estás seguro de que estás listo para esto? —pregunté, acercando mis labios a su oído, susurrando con un tono gélido y calculado—. Porque si no lo estás, será mucho peor para ti.

Podía ver en sus ojos la mezcla de arrepentimiento y desesperación, pero también una chispa de algo más profundo: la necesidad de ser controlado. Lo tenía donde quería, y eso me daba una sensación de poder que no había sentido antes.

— Dilo —ordené, sin apartar mi mano de su rostro—. Quiero escuchar las palabras. Quiero que admitas lo que realmente eres.

Se tomó un segundo para encontrar el valor, su voz casi temblorosa.

— Soy tuyo. . . ama.

Sonreí con satisfacción. No había marcha atrás para él.

Una sonrisa lenta y calculada apareció en mis labios cuando escuché las palabras salir de su boca. "Soy tuyo... ama." Era la confirmación que había estado esperando, y en ese momento, todo el control estaba en mis manos.

— Eso está mejor —susurré, acercándome aún más, lo suficiente como para que pudiera sentir mi aliento sobre su piel—. Pero las palabras no son suficientes, Alexander. Quiero ver tu entrega. Quiero ver si realmente estás listo para ser lo que dices.

Me acerqué aún más, mis manos rozando suavemente su cabello antes de jalarlo hacia atrás con fuerza, haciendo que su cuello quedara expuesto. Su respiración se aceleró, pero no se resistió. Sabía que cualquier resistencia sería inútil.

— Perfecto —susurré, mi voz apenas un murmullo, mientras me acercaba a su oído—. Ahora eres mío, y no te dejaré olvidar eso.

Me alejé, soltando su cabello de manera brusca. Di unos pasos hacia la mesa cercana, donde había dejado el collar que tanto tiempo había guardado. Lo tomé con calma, disfrutando de cada segundo de su expectación.

— Este collar... —dije, levantándolo para que pudiera verlo—. Este será tu nuevo símbolo. Lo usarás cada vez que estemos juntos. Es un recordatorio de que me perteneces.

Alexander no apartó la vista del collar, sus ojos llenos de sumisión y deseo. Podía ver la lucha interna en él, pero también la rendición total a lo que yo representaba. Sabía lo que significaba ponerse ese collar, y aun así, no mostró duda alguna.

— Acércate —le ordené.

Él se arrastró de rodillas hacia mí, y sin dudarlo, alargué mi mano para colocar el collar alrededor de su cuello. El clic del broche al cerrarse resonó en la habitación, sellando su destino. Lo dejé ajustado, lo suficiente como para que pudiera sentir el peso, pero sin llegar a incomodarlo.

— Ahora eres mío, Alexander —susurré, inclinándome para mirarlo a los ojos—. No habrá marcha atrás.

Mis manos recorrieron suavemente su mandíbula, sintiendo su piel temblar bajo mi toque. Después de un instante, tomé su mentón y lo obligué a mirarme.

— ¿Estás listo para lo que viene? —pregunté, mis ojos fijos en los suyos.

— Sí, ama —respondió con la voz llena de determinación.

—Bien —dije, soltando su mentón y retrocediendo un paso—. Porque a partir de ahora, todo lo que hagas será para complacerme. Y no toleraré menos que la perfección.

Alexander asintió, manteniendo su postura arrodillada, con el collar ceñido a su cuello. Sabía que había cruzado una línea, una línea que no podría deshacer. Pero, en su entrega, también había algo que me excitaba profundamente: ver a alguien tan orgulloso, tan desafiante, completamente bajo mi control.

— Levántate —le ordené, y él se puso de pie rápidamente, aunque con algo de torpeza.

Lo observé por un momento, deleitándome en la imagen de su sumisión. Tenía mucho que enseñarle, mucho que moldear en él. Y ese pensamiento me llenaba de una satisfacción indescriptible.

Este solo era el comienzo.















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Twin Crowns, One FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora