Bajé las escaleras, mi corazón latiendo con rapidez mientras ajustaba un último mechón de cabello tras mi oreja. Frente a mí, en la piscina, estaba Derek. Parecía salido de una revista, con su camiseta blanca ceñida al cuerpo y unas gafas que escondían esos ojos que tanto me habían hecho sonrojar desde la primera vez que le vi. Sus bermudas negras y zapatillas blancas le daban un aire relajado pero increíblemente atractivo.
— Hola, ¿cómo estás? —me preguntó, acercándose con una sonrisa que hacía que me derritiera un poco.
Me quedé viéndolo por unos segundos, atónita por lo bien que se veía, antes de responder.
— Ah... perdón, me quedé pensando en unas cosas. Estoy muy bien, ¿y tú? —logré decir, aunque mi mente seguía absorta en su apariencia.
— Ahora que te veo, mucho mejor —contestó, haciendo que mis mejillas se sonrojaran levemente.
Quería preguntarle más y distraerme de esa mirada que parecía atravesarme, así que intenté cambiar de tema.
— ¿Y adónde vamos? No es que desconfíe de ti, pero... ¿Y si me secuestras?
Él soltó una carcajada suave y encantadora.
— Si quieres, podemos quedarnos aquí junto a la piscina, tomar unos cócteles, y luego te invito a comer algo. ¿Te parece bien?
— Claro, me parece perfecto.
Nos sentamos cerca del agua, con el sol reflejándose en su piel y los sonidos relajantes del lugar acompañando nuestra charla. Derek me contaba sobre su vida, sobre cómo practicaba equitación, y en mi mente solo podía pensar lo bien que se veía. Cada palabra que decía aumentaba mi atracción por él.
Sin embargo, sentí una pesada mirada sobre mí. Fingí un bostezo para disimular, y cuando miré hacia la dirección de la mirada, allí estaba: Alexander. Sus ojos me observaban con una mezcla de celos y desafío. Decidí ignorarlo y seguí conversando con Derek, sumida en sus palabras, pero la tensión era palpable en el aire.
— Es que a Camille... siempre le faltaron ovarios. Hoy con uno, mañana con otro.
— Mírala, tan fina que parece y al final es igual que todas, solo buscando atención.
— No le importa quién sea, con tal de que la miren y la alaben un poco.
— Debe pensar que por estar con varios la van a respetar más, ¡qué ilusa!
— Camille. . . ¡Siempre jugando a ser la reina, pero sin trono ni corona!
Las palabras de Alexander y sus amigos resonaron en el aire, haciendo eco en mi mente como un veneno. Derek también lo escuchó y, en cuestión de segundos, su expresión cambió.
— ¿Qué dijiste? —preguntó, dando media vuelta con los puños apretados.
Antes de que pudiera detenerlo, Derek ya estaba de pie frente a Alexander, con los músculos tensos por la rabia. El aire estaba cargado de hostilidad.
— ¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme? —respondió Alexander con una sonrisa sarcástica.
Y, sin previo aviso, Derek le soltó un golpe en la cara. Todo se volvió caos. Alexander reaccionó inmediatamente, y pronto ambos estaban enzarzados en una pelea. Los golpes iban y venían, cada uno más violento que el anterior. La gente alrededor comenzó a murmurar, algunos grabando con sus teléfonos, mientras yo me encontraba atrapada en una mezcla de shock y frustración.
— ¡Basta! —grité con toda la fuerza que pude, tratando de hacerme escuchar por encima del bullicio.
Alexander, con un golpe en la boca, se giró hacia mí y nuestras miradas se cruzaron. Lo miré con furia, mi voz temblando de rabia contenida.
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Twin Crowns, One Flame
RomanceEn un mundo donde el deseo y el poder chocan, Camille Bellerose se sumerge en un viaje seductor y provocador en su último año en la exclusiva "Institut des Étoiles". Mientras enfrenta la inminente separación de sus amigos y la incertidumbre del futu...