Después de un rato de silencio tenso, Alexander levantó la cabeza y me dijo, con la voz apenas perceptible:
— ¿Cómo se supone que se usa esa cosa?
Me crucé de brazos y lo observé con desdén.
— Tienes que abrir tu culo y metértelo hasta adentro —respondí sin emoción—, como lo haces con las chicas. Lo metes lento, para adentro y para afuera, para adentro y para afuera. No debería estar explicándotelo, ya deberías saberlo, ¿no?
Alexander se quedó helado. Sus ojos, normalmente tan altivos, se llenaron de una duda que no le había visto nunca antes. El silencio se alargaba, y yo lo saboreaba. El poder que sentía al ver su confusión me recorría el cuerpo como una descarga eléctrica, como un fuego cálido que me subía desde el vientre hasta la cabeza.
Le observé en detalle: su respiración entrecortada, las gotas de sudor que ya comenzaban a formarse en su frente, los labios secos que luchaban por articular una respuesta. Ese hombre que antes parecía imponente, seguro de sí mismo, estaba ahora arrodillado ante mí, vulnerable y desarmado.
Pasaron unos minutos en los que parecía debatirse entre sus deseos y sus miedos. Me encantaba verlo así, en ese momento de fragilidad. Finalmente, decidí hablar para romper el silencio.
— Alexander, dijiste que te ibas a entregar a mí, ¿verdad? —mi voz fue firme, cortante—. Te veo dudando. Si prefieres marcharte, hazlo ahora, no me gusta perder el tiempo con cobardes...
Antes de que pudiera terminar la frase, me interrumpió con una urgencia en la voz que casi sonaba desesperada.
— ¡No! Estoy decidido. Yo vine aquí para algo —sus palabras salieron precipitadas, como si temiera que yo le quitara la oportunidad de probar su sumisión.
Sus movimientos al acercarse al vibrador eran torpes, casi nerviosos. El Alexander que conocía no estaría nunca así de descompuesto. Algo en él se había roto. Observé cómo, temblando ligeramente, separaba un poco sus glúteos y empezaba a introducir el vibrador en su cuerpo. Sus manos dudaban, temblaban, mientras seguía mis órdenes. Lo hacía con lentitud, intentando cumplir sin errores, pero podía ver la mezcla de dolor y placer en su rostro, la humillación y el deseo entrelazados.
Mientras el vibrador se movía dentro de él, sus gemidos comenzaron a llenar la habitación, primero leves, pero a medida que lo penetraba más profundo, los sonidos de su boca se hacían más intensos. Intentaba contenerse, pero no podía evitarlo. Y a mí me fascinaba. Mi pecho se llenó de una excitación distinta a la usual, una que iba más allá de lo físico. Era el control total lo que me excitaba. Ver a un hombre tan orgulloso y arrogante, completamente a mi merced, humillado y dominado.
Cada gemido que escapaba de sus labios me alimentaba. Mis manos se tensaron a los lados, y mi mirada no se desvió ni por un segundo de su cuerpo, observando cómo se movía con una torpeza casi inocente. Alexander no era torpe por falta de experiencia, era torpe porque por primera vez no estaba en control. Estaba perdido, sumergido en una sensación que nunca había experimentado.
Alexander's POV
Cada movimiento del vibrador enviaba una oleada de sensaciones desconocidas. No era solo dolor o placer físico; era la completa rendición ante Camille. Por primera vez, no era el que daba las órdenes, no era el que controlaba la situación. Había perdido el poder que tanto atesoraba, y en su lugar, un nuevo tipo de deseo emergía en mi pecho, uno que lo hacía sentir expuesto, vulnerable, pero extrañamente vivo.
Podía sentir la mirada de Camille sobre mí, controladora, implacable. Sabía que ella estaba disfrutando de cada segundo de mi humillación. Y, aunque nunca lo iba a admitir, eso solo me hacía sentir más deseoso de complacerla, de probar que era digno de su atención. A cada movimiento del vibrador, el placer se mezclaba con el calor de la vergüenza, una vergüenza que me quemaba por dentro y me hacía gemir, pero que no podía evitar desear más.
La lucha interna me desgarraba. ¿Cómo había llegado a este punto? Un hombre como yo, arrodillado, sumiso, a los pies de una mujer a la que había tratado de aplastar tantas veces. Pero Camille, con su fría dominancia, lo había conquistado completamente.
Camille's POV
— Eso es, Alexander. Sigue así —le dije, mi voz goteando sarcasmo—. A ver si demuestras que al menos sirves para algo. Si logras excitarme, quizás te premie. Pero si no, prepárate para ser castigado.
La manera en que Alexander gimió con desesperación al oír esas palabras me confirmaba que estaba completamente bajo mi control. Se movía con más rapidez ahora; el miedo al castigo lo empujaba a complacerme, a ganarse un poco de mi misericordia. Pero sabía que lo tenía exactamente donde quería: completamente rendido, sin escapatoria.
Me acerqué más, observando cada pequeño temblor en su cuerpo, disfrutando del poder que tenía sobre él. Todo en mí vibraba de placer al verlo así. Sabía que él lo sentía también, el peso de mi mirada, la autoridad en mi voz. No había nada que pudiera hacer para resistirse. Se había entregado completamente y yo lo estaba disfrutando.
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Twin Crowns, One Flame
RomantikEn un mundo donde el deseo y el poder chocan, Camille Bellerose se sumerge en un viaje seductor y provocador en su último año en la exclusiva "Institut des Étoiles". Mientras enfrenta la inminente separación de sus amigos y la incertidumbre del futu...