Capítulo 5: Etiquetas, Protocolo y Nostalgia

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El salón principal del palacio brillaba con majestuosidad, pero para Ian era una trampa llena de reglas invisibles. Se encontraba al lado de Navier, quien mantenía la cabeza alta, irradiando elegancia y autoridad. Desde la mañana, Liana, la dama de compañía de Navier, le había explicado las normas de etiqueta.

—En Solaris, es esencial inclinar ligeramente la cabeza cuando te presenten a alguien por primera vez —le dijo Liana con tono paciente—. No demasiado, solo lo justo para mostrar respeto. No extiendas la mano a menos que te lo pidan. Todo aquí tiene su orden.

Ian intentó recordar cada detalle, pero la ansiedad se colaba en sus pensamientos. En Nocturna, la jerarquía se comunicaba con símbolos y pactos; aquí, todo eran gestos sutiles y palabras cuidadosas, como un juego donde no conocía las reglas.

Navier lo condujo por la sala, presentándolo a los nobles más importantes. Ian, esforzándose por seguir las normas, inclinaba la cabeza o murmuraba saludos, a veces demasiados, a veces insuficientes.

—Este es lord Alastair —anunció Navier con una sonrisa formal—. Consejero de Economía.

Ian hizo una inclinación demasiado pronunciada, lo que provocó que el noble arqueara una ceja.

—Será interesante verte adaptarte —comentó Alastair con una sonrisa que apenas ocultaba su sarcasmo.

—Será un largo camino, pero lo logrará —Navier sonrió fríamente hacia Alastair.

Ian sintió que el calor le subía al rostro, pero contuvo el impulso de disculparse. Navier lo observó con una sonrisa burlona en el borde de los labios, aunque no había crueldad en su mirada. Era casi como si disfrutara ver cómo tropezaba con los primeros obstáculos.

Más tarde, ya fuera del bullicio del salón, Navier e Ian se sentaron en un rincón apartado. La princesa lo miraba con los brazos cruzados, entre divertida y evaluadora.

—No ha estado mal para tu primer día, más o menos —comentó Navier con una sonrisa ligera.

—Gracias, supongo —respondió Ian, con sarcasmo cansado.

—Aprenderás. O al menos, eso espero. No me gustaría que terminaras devorado por esta gente. Aquí, hasta un gesto puede ser un arma.

—Ya lo he notado —murmuró Ian, frotándose las sienes.

Navier soltó una risa suave y por un momento ambos se relajaron. Había una extraña sensación de tregua entre ellos, como si ese breve instante fuera el único espacio donde no había juicios ni expectativas.

Esa noche, Ian se retiró temprano a su habitación. El peso de las formalidades y la nostalgia lo abrumaban. Encendió una lámpara en su escritorio, sacó un trozo de pergamino y comenzó a escribir. No tenía la intención de enviar la carta, pero necesitaba expresar lo que sentía.

"Madre:

Hoy ha sido un día difícil. Aquí todo es distinto. Las normas, las miradas, los silencios... Cada palabra parece tener un doble filo que no alcanzo a ver. Me siento como un extraño en cada rincón. Me han presentado a tantos nobles que ya no recuerdo sus nombres, pero sí cómo me hicieron sentir: pequeño e incómodo. No sé si esto es lo que esperabas de mí, pero estoy intentando cumplir con lo que se me ha pedido.

A veces desearía ser más fuerte, como Selene. Caminar con seguridad, sin importar quién esté mirando. Pero no soy ella. Soy Ian el débil Omega de Nocturna, y siento que eso no es suficiente aquí. Navier es complicada. No sé si me observa con simpatía, con curiosidad, o simplemente se divierte viendo cómo lucho por mantenerme de pie. A veces pienso que todo esto es un error, que no debería estar aquí.

Pero tú me enseñaste que incluso los errores pueden volverse oportunidades. Así que seguiré intentando, aunque cada día se sienta como una batalla en la que no sé cómo sostener la espada.

Firmó la carta con una mano temblorosa y sin fecha, doblándola cuidadosamente antes de guardarla bajo su almohada. No la enviaría, pero escribirla había aligerado su carga, aunque fuera un poco.

Mientras se recostaba en la cama, escuchó a lo lejos las risas de los nobles que aún seguían en la sala principal. Cerró los ojos, deseando que el sueño lo acogiera rápido y lo apartara, al menos por unas horas, de la pesada realidad de Solaris. Sabía que la adaptación no sería fácil, pero cada día tendría que encontrar la forma de seguir adelante; tal vez, solo tal vez, llegar a enamorarse de Navier y enamorarla. Serían una pareja perfecta: su hermosa figura tan linda, su sonrisa, sus bellos ojos. Sin imaginarse, se había enamorado de ella, pero debe ocultar sus sentimientos... Al menos por ahora.

Aprendiendo a Amar Where stories live. Discover now