La música del salón ya parecía lejana, sumergiéndolos en un mundo aislado de sombras y silencio. El jardín, iluminado solo por la luz tenue de la luna, parecía ser el único testigo de lo que sucedía entre Navier e Ian. El aire fresco de la noche no era suficiente para disipar la intensidad que había comenzado a prenderse entre ellos, esa atracción que ninguno de los dos podía negar.
Navier había tomado a Ian de la mano sin vacilar, guiándolo por entre las sombras del jardín con una firmeza que dejaba claro que no era solo por casualidad. Ian había sentido su corazón acelerarse, pero lo que más le impactó fue lo segura que parecía ella, cómo su presencia llenaba el espacio, cómo la energía de Navier lo rodeaba como una tormenta a punto de estallar.
-Navier, ¿qué estamos haciendo? -la voz de Ian estaba temblorosa, pero él no podía detenerse. Algo en su interior lo impulsaba a seguirla, a dejarse arrastrar por ella, incluso sin saber exactamente por qué.
Navier lo miró con una mezcla de desdén y deseo, su sonrisa confiada y decidida.
-No pongas excusas, Ian. Sabes exactamente lo que está pasando aquí -dijo, su tono firme, casi imperioso. La borrachera no mermaba su control; al contrario, le daba una soltura que solo aumentaba su poder sobre él.
Ian, atónito ante la seguridad con la que ella lo dominaba, tragó saliva. La posición de poder de Navier era clara, no solo por su estatus como alfa, sino por la manera en que le hablaba, como si sus deseos fueran lo único que importaba en ese momento.
El beso llegó sin advertencia, sus labios presionándose contra los de Ian con una fuerza que lo dejó sin aliento. Navier no tenía intenciones de ser suave. Cada movimiento, cada toque, estaba diseñado para dejar claro quién llevaba las riendas. Ian, a pesar de su naturaleza omega, no podía evitar sentirse desbordado por la intensidad de lo que Navier le ofrecía, pero a la vez, algo en su interior se rendía ante ella.
Navier lo empujó hacia un rincón apartado del jardín, donde las sombras parecían más profundas, ocultándolos de las miradas curiosas. Era como si todo lo que sucediera entre ellos estuviera marcado por una necesidad urgente, como si ninguno de los dos pudiera detenerse. La necesidad de ella, de tenerlo bajo su control, era evidente en cada uno de sus movimientos.
-Navier, por favor... -Ian intentó hablar, pero ella lo calló con otro beso, más exigente, más profundo. Sus manos se movieron con determinación, deslizándose por su pecho, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela de su camisa. No estaba dispuesto a dejarlo escapar, no cuando sabía que finalmente había obtenido lo que quería.
La tensión entre ellos creció a cada segundo. Ian, en su vulnerabilidad, no podía resistirse a ella, aunque intentaba aferrarse a lo que quedaba de su resistencia. Pero la presión de Navier, el dominio que ella ejercía sobre él, desbordó cualquier intento de control que pudiera haber tenido.
-Vas a quedarte conmigo, Ian. No importa lo que pienses ahora, no vas a irte -dijo Navier, su voz baja, llena de una autoridad que no dejaba lugar a dudas. Sus palabras no eran una sugerencia, sino una orden. La borrachera solo aumentaba su determinación, haciendo que su instinto alfa brillara con más fuerza.
Ian no respondió, su cuerpo reaccionando sin poder evitarlo, sin poder resistirse al magnetismo de su presencia. Navier lo guió hacia la parte más oscura del jardín, casi como un predador que sabe exactamente cómo atraparlo. Cuando llegaron a una pequeña habitación, Navier lo empujó suavemente hacia la cama, sin perder la firmeza en sus movimientos.
-Ahora, quédate quieto. -Navier lo miró con una intensidad que le heló la sangre, pero él sabía que no podía desobedecerla. La última parte de su resistencia se desvaneció, arrastrado por la fuerza de su deseo y su voluntad.
Él la observó, y aunque la vergüenza comenzaba a invadirlo, se dio cuenta de que, en ese momento, estaba completamente a merced de ella. Navier, como alfa, no buscaba la sumisión de forma pasiva. No era una súplica lo que había en ella, sino una necesidad clara de tenerlo, de llevarlo más allá de los límites que ambos habían conocido.
Navier deshizo lentamente el botón de su chaqueta, su mirada fija en él mientras sus manos recorrían su torso, despojándolo de cualquier barrera que pudiera quedar entre ellos.
-No hay vuelta atrás, Ian. ¿Lo entiendes? -preguntó, su voz llena de autoridad, su tono firme y lleno de deseo.
Ian no podía más que asentir, el miedo y el deseo mezclándose en su pecho mientras veía cómo ella se acercaba más. Navier había tomado el control absoluto, y él, sin otra opción, se entregó por completo, dispuesto a seguirla en todo lo que le pidiera. No era solo un juego de poder, era algo más profundo, algo que resonaba con sus instintos más primitivos.
La noche continuó, marcada por su dominio. Navier no dudó en guiarlo en cada paso, su energía dominante tomando el control total de la situación. Ian, aunque incapaz de resistirse, no pudo evitar sentirse abrumado por lo que acababa de comenzar. No sabía si estaba listo para lo que vendría, pero en ese momento, lo único que importaba era el presente
Al día siguiente
Cuando el sol comenzó a filtrarse por las ventanas, Navier despertó con la cabeza pesada por el alcohol, pero el control de la situación aún tan claro en su mente como la noche anterior. A su lado, Ian estaba tumbado, aún adormilado, con una mezcla de emociones en su rostro. La vulnerabilidad de su omega contrastaba con la firmeza de Navier, quien no parecía tener dudas sobre lo que había sucedido.
-No diremos nada de lo paso-dijo Navier, su voz llena de autoridad, aunque su mirada parecía suavizarse al ver a Ian en su cama.
Ian la miró, sintiendo que las palabras le faltaban, pero dentro de él, la aceptación estaba tomando forma. Sabía que lo que había ocurrido había marcado un punto de no retorno. No solo en su relación con Navier, sino también en su futuro.
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Aprendiendo a Amar
RandomLa guerra entre Solaris y Nocturna había devastado ambos reinos durante años, pero el poder luminoso del emperador Claude finalmente inclinó la balanza. Mientras Solaris prosperaba, Nocturna, sumida en la oscuridad, no tuvo más opción que ofrecer un...