Capítulo 3: Encuentros inesperados

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Ian caminaba por los pasillos del palacio de Solaris, su mente aún procesando los recientes cambios en su vida. Apenas habían pasado unos días desde su llegada, y aunque intentaba mantener una apariencia calmada, cada rincón de ese lugar le recordaba que ya no pertenecía a Nocturna.

En la biblioteca, mientras intentaba distraerse con un libro, una presencia familiar lo sobresaltó.

—¿Acaso me estás evitando? —preguntó Navier, con una mirada directa y desafiante que lo hizo girar lentamente.

—No te estoy evitando —murmuró, bajando la mirada hacia el suelo—. Simplemente... intento adaptarme.

Navier lo observó con una mezcla de curiosidad y diversión. No era la primera vez que se encontraban en esa situación, y la tensión entre ambos parecía aumentar con cada encuentro. Ella siempre tenía una forma de convertir lo común en un desafío.

—¿Te gustaría que te mostrara los jardines? —sugirió ella, con un tono que prometía tanto como advertía.

Ian dudó. La idea de pasar tiempo a solas con Navier lo inquietaba, pero había una chispa de interés en sus ojos que lo atrapó. Finalmente, asintió.

—De acuerdo, vamos.

Salieron de la biblioteca y cruzaron los pasillos del palacio, Navier guiándola con gracia. Al llegar a los jardines, un estallido de colores y aromas llenó el aire. Las flores de diferentes variedades florecían en armonía, los árboles frutales con sus frutas en su punto exacto se madurez y el sonido del agua de una fuente cercana creaba un ambiente casi mágico.

—Este es uno de mis lugares favoritos —dijo Navier, mirando a su alrededor con una sonrisa que iluminaba su rostro—. Aquí puedo escapar de las expectativas del palacio ver y oler los lirios, las orquídeas, las hermosas rosas, los arboles con frutas, los arbustos frutales, las matas de fresas y las matas de arándanos.

Ian observó cómo se movía entre las flores, sintiendo que, por un breve momento, ella dejaba de ser la princesa y se convertía en una joven como cualquier otra. Pero al instante, recordó su estatus y el papel que ambos estaban jugando.

—Es hermoso —respondió, intentando no dejar que su nerviosismo se notara.

A medida que paseaban, Navier se detuvo frente a un rosal de flores blancas.

—Estas flores son símbolo de pureza y renovación —explicó—. Aunque, a menudo, también están asociadas con la fragilidad y la elegancia — agarro una Rosa Blanca y se la entregó a Ian —su belleza y elegancia ke recuerdan a ti

Ian sintió que la frase resonaba en él. En su nuevo entorno, se sentía frágil, como si cada decisión lo llevara a un nuevo obstáculo.

—¿Te gustan las flores? —preguntó Navier, buscando cambiar de tema.

—No lo había pensado mucho antes, pero aquí... son diferentes. Más vibrantes. — Se detuvo, sintiendo que era una oportunidad para abrirse un poco. En Nocturna, el paisaje es más sombrío. Las flores son escasas, y a menudo tienen un significado más oscuro.

Navier lo miró, intrigada. —¿Siempre te han enseñado a ver el mundo así? ¿nunca viste los colores vibrantes de las flores? o ¿sus olores cuando las frutas maduran y las puedes comer?

—No exactamente —respondió, sintiendo el peso de sus propias palabras—. Es solo que... la vida en Nocturna está llena de sombras. A veces es difícil ver la luz.

Antes de que Navier pudiera responder, Liana apareció a su lado, interrumpiendo el momento.

—¿majestad qué hace aquí? —preguntó, sonriendo con una curiosidad genuina asta que se dio cuenta de Ian —¿príncipe Ian que hace por estos rumbos? —

Aprendiendo a Amar Where stories live. Discover now