"¡Uf, apuesto a que no sabían que era tan atlética!", murmura Martha, alejándose a saltos del último escalón, mientras Erin y Alexia hacen una pausa para recuperar el aliento, todavía riendo sin control.
"Una de nosotras debería haber filmado eso", jadea Erin, sujetándose el costado mientras Alexia hace todo lo posible por estabilizar a Martha, mientras las tres salen del edificio
"Aunque no creo que ninguna de nosotras hubiera sido capaz de ayudarla a bajar por sí sola", se ríe Alexia, devolviéndole la sonrisa a la rubia.
"Entonces, ¿dónde está el Cupra?", grita Martha, delante de ellas, con una sonrisa emocionada en la cara, volviéndose para mirar más allá en la calle. Al menos lo intentó. La oscuridad, mezclada con el alcohol que había consumido en las últimas horas, dificultaba que la terapeuta viera nada en absoluto.
"Unos cuantos coches menos", responde la capitana, viendo cómo Erin se pone a su altura para apoyar a su compañera, que se balanceaba peligrosamente cerca de la carretera. No es que hubiera podido aparcar justo enfrente.
"Siempre he querido que me llevaran a casa en un Cupra", dice Martha, feliz.
Erin mira por encima del hombro y le guiña un ojo a Alexia, que le devuelve la sonrisa antes de trotar para abrirle la puerta trasera a Martha. La rubia coloca la mano sobre la cabeza de Martha para evitar que se golpee con el marco de la puerta y la mete con cuidado antes de abrocharle el cinturón de seguridad.
"Oh, ¡qué suave!", exclama Martha, echando la cabeza hacia atrás sobre el reposacabezas, mientras pasa las manos por el cuero. La luz de la farola se filtra por la puerta, resaltando lo roja que se ha puesto la cara de Martha.
Esa mujer estaba tan borracha.
"¿Cuánto crees que tardará en dormirse?", pregunta Alexia, cerrando suavemente la puerta.
"No lo sé, pero será mejor que consigamos su dirección antes de que se desmaye", responde Erin, volviendo a mirar a la morena. No se cansaba de ver esos ojos brillantes. Alexia parecía mucho más relajada que antes. Como si no estuviera obsesionada con lo que la molestaba.
"Buena idea", murmura la atleta, aclarándose la garganta, mientras rodea a la rubia para abrir la puerta del copiloto.
"Gracias", respira Erin, rozando a Alexia para deslizarse en su interior. Se sienta, sonrojada por este dulce gesto, mientras Alexia se muerde el labio, sintiéndose ligeramente orgullosa de sí misma.
Erin se sorprendió gratamente de lo rápido que pudo sacarle la dirección de Martha, y la introdujo en el NAV mientras Alexia subía, con el motor zumbando despierta.
"¿A qué velocidad va esta cosa?", murmura Martha, parpadeando somnolienta.
"Tan rápido como el límite de velocidad", responde Alexia con severidad, arrancando el coche, siguiendo las instrucciones del GPS.
"No es divertida, Capitana", Martha hace un puchero, sus ojos finalmente se cierran.
"Bueno, he pasado una noche estupenda", suspira Erin, relajándose en su asiento. Por suerte, había dejado de beber a primera hora de la noche. Estaba contenta de estar al mismo nivel que la capitana.
"No recuerdo la última vez que me reí tanto", admite Alexia, mirando por el retrovisor para comprobar que, efectivamente, Marta estaba profundamente dormida.
"A mí también, me duele la cara de sonreír", asiente la rubia, observando a Alexia, que estaba concentrada en la conducción.
Era impresionante.
La forma en que los rizos castaños de la capitana caían sueltos sobre sus hombros, el ajuste de su americana y su maquillaje natural la hacían mucho más atractiva de lo que Erin había imaginado.