Capítulo Nueve

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—Vas a ocupar el sitio de Off en la prensa ahora que él es un hombre felizmente casado?

El tono de Mean había sido burlón y Ohm tuvo que la contener las ganas de mirarlo con furia.

Veían Manhattan por los ventanales y las personas parecían laboriosas hormigas por las aceras.

–No creo que un par de fotos puedan compararse a lo conseguido por Off... o tú. Cada vez se te acumulan más cotilleos. No puede decirse que seas muy discreto, ¿no?

Mean sí lo miró con furia, aunque no por eso resultara menos guapo.

–En cualquier caso, ¿quién es ese?

–No hace falta que te preocupes –a Ohm le había irritado la pregunta–. Ya ha terminado.

–Una pena –Mean arqueó una ceja–. El consejo de administración sigue susceptible a pesar de que Off se haya reformado. Si tú también sentaras la cabeza...

Ohm esperó la inevitable sensación de rechazo que sentía siempre ante esa insinuación, pero solo sintió un vacío.

–Eso es tan probable como que tú te cases.

Para su sorpresa, Mean no replicó y cuando lo miró, tenía una expresión que él no pudo interpretar. Casi de resignación...

–Mean...

Su hermano cambió de expresión como si él se hubiese imaginado la otra  su rostro volvió a brillar con esa arrogancia burlona tan típica de él.

–Basta ya de charla y vamos al grano.

–Vamos –concedió Ohm, que estaba encantado de centrarse en el trabajo.

Unas horas más tarde, en la suite de su hotel en Manhattan, Ohm se sirvió un whisky y miró las luces de la ciudad que no dormía nunca. Estaba inquieto y ávido... de él.

Todavía lo deseaba y nunca había deseado tanto tiempo a nadie.

Una idea disparatada se le pasó por la cabeza. Quizá se hubiese precipitado, quizá hubiese podido llegar a un acuerdo con él para...

¡No! Cortó implacablemente ese razonamiento. Fluke no era así, un chico sofisticado que sabía las reglas del juego. Él había sido su primer amante. Solo tenía que recordar su reacción cuando él lo dio por terminado. Se había quedado pálido y con los ojos muy abiertos, estupefacto. Eso le había confirmado que estaba haciendo lo que tenía que hacer. No tenían porvenir. Además, lo había expuesto a la atención del público después de haberlo acusado de ser un paparazzi.

No le gustaba esa paradoja, pero tampoco lamentaba haberlo seducido cuando había sido devastadoramente placentero.

No tenía derecho a darle más falsas esperanzas. Había sido una ofuscación pasajera, una tentación en la que no debería haber caído y no volvería a caer.

Tres semanas después.

Le escocían los ojos después de otra noche alterada, alterada por los sueños con Ohm... y las pesadillas. En la última había estado buscándolo sin parar por las laberínticas calles de Venecia y cuando por fin lo vislumbró, volvió a desaparecer por una esquina.

No se soportaba por ser tan débil.

Él lo había dejado.

Volvió a repetirse que le había hecho un favor y se dirigió hacia el supermercado de la esquina.

No había nada como volver a vivir en esa parte desolada de Londres para recordarle dónde estaba su sitio. Por eso, cuando miró la portada de un periódico sensacionalista, tuvo que parpadear y se preguntó si seguiría dormido o estaría alucinando.

02-. Amor tras el escándalo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora