Enzo's Pov
Esas semanas previas al incidente... las recuerdo con una extraña mezcla de claridad y confusión.
Amelia había empezado a sentirse mal, pero jamás imaginamos lo que estaba ocurriendo.
Cada mañana la encontraba inclinada sobre el lavabo, vomitando, y aunque eso me preocupaba, ella siempre intentaba quitarle importancia.
—¿Otra vez, amor? —le pregunté una mañana, acercándome a ella, sosteniéndole el cabello con suavidad. El sonido del agua corriendo mientras se lavaba la boca me hacía sentir impotente.
—Sí... pero no te preocupes, Enzo. Seguro es algo que comí... —dijo ella con una sonrisa forzada. Sus ojos, sin embargo, contaban otra historia.
Estaban apagados, cansados, como si algo más estuviera pesando sobre ella, algo que no podía explicar ni siquiera a sí misma.
La rutina se convirtió en un ciclo de malestar para ella. Amelia no tenía apetito, y cuando intentaba comer algo, lo devolvía al poco rato. Comenzaba las mañanas con náuseas y las terminaba exhausta, pero ninguno de los dos pensó en hacerse una prueba.
"Es el trabajo, el estrés", pensábamos.
"Seguro es temporal."
Recuerdo una tarde en particular. Estábamos en la cocina, Amelia intentaba preparar la cena, pero apenas pudo picar un par de verduras antes de dejar el cuchillo a un lado y correr hacia el baño, tapándose la boca con las manos.
Me quedé ahí, mirándola mientras se iba, sin saber qué hacer. Sentí un nudo en el estómago. Sabía que algo no andaba bien, pero tampoco quería presionarla.
—Chiquita, ¿querés que vayamos al médico? —le pregunté cuando regresó, con la cara pálida y los ojos acuosos. Estaba tratando de mantenerse en pie, pero se notaba que no tenía fuerzas.
—No... es solo una gripe fuerte, eso es todo. No quiero exagerar —me respondió, pero en su voz había una duda, una duda que yo también compartía, aunque no quise decirlo.
Amelia's Pov
Esos días... en realidad, ya me sentía diferente desde hacía un tiempo.
No sé cómo explicarlo, pero era como si mi cuerpo estuviera intentando decirme algo y yo no lo escuchaba.
Al principio pensé que era solo una indigestión, pero luego vinieron las náuseas constantes, los mareos... hasta la luz me molestaba algunas mañanas.
Cada vez que me despertaba con esa sensación de malestar en el estómago, intentaba convencerme de que era solo algo pasajero.
"Seguro es estrés", me decía a mí misma.
Pero conforme pasaban los días, me daba cuenta de que algo no cuadraba. Empecé a perder peso, apenas podía comer, y cuando lo hacía, lo vomitaba al poco tiempo.