Perdiendo el control

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Querido, Teddy:

Sé que a tu abuela no le gusta que te escriba cartas, ya que dice que aún eres muy pequeño (lo siento Andrómeda) pero necesito decirte que realmente te extraño. Eres una de las pocas personas que realmente son importantes para mí en este momento de mi vida. Ansío verte pronto, trataré de hablar con tu abuela para coordinar una visita en la siguiente salida a Hogsmeade.

Tu padrino, Harry.

PD: Andrómeda, sé que le leerás esta carta a tu nieto, así que, ¿podrías darle un gran abrazo de mi parte?

Con carta en mano, Harry se dirigió a la lechuceria por Hedwig II; ya era tarde y la cena sería servida en apenas unos minutos, así que apresuró el paso para poder regresar lo más pronto posible. Él se había pasado toda la tarde entera sin hacer nada; sin otra cosa más que tratar de controlarse para no salir corriendo y escapar de la realidad, de su realidad.

—Es para Teddy; entrégasela a Andrómeda. —La lechuza le dio un manso picotazo en respuesta y se fue volando. Harry la observó alejarse, perdiéndose en la inmensidad del firmamento.

En el gran comedor, el ruido era ensordecedor.

Los Gryffindor, hablaban sobre los exámenes próximos a venir, mientras que Ron y Hermione discutían, tal como lo hacían normalmente; el hecho de ser novios desde que concluyó la guerra, no estímulo a que la paciencia de la muchacha se acrecentara, por lo que las peleas entre ambos eran más que constantes.

—¿Sabías que eres un cerdo? —le regaño la castaña por la falta de modales que Ron ostentaba al comer.

—Hermi, es que de verdad, el estudiar tanto me provoca más hambre de lo normal. —dijo el pelirrojo, mientras se llenaba la boca con una presa de pavo.

—¿Qué estudio Ron? Si te pasaste la mitad de la tarde escapando con Neville, mientras este le ayudaba a Luna con sus quehaceres de Transformación.

Harry llegó justó en el momento en que Hermione parecía querer sacarle los ojos a su novio, se sentó al lado de Neville tratando de pasar desapercibido; cosa que difícilmente ocurrió.

—¿Y tú dónde estabas? —le gritó —. ¡Me pasé la tarde entera buscándote por todos lados, los quehaceres que nos dejaron no se hacen solos!

—Estuve en el despacho de la directora McGonagall —La chica abrió ampliamente los ojos y antes de que quisiese matarlo, porque Harry sabía a ciencia cierta que por su mente cruzaban todo tipo de problemas que, supuestamente, él debería de haber causado para terminar en el despacho de la directora, dijo: —. Fui a hablar con el profesor Dumbledore.

—¿Está todo bien, Harry? —preguntó la joven bruja con suavidad.

—Si, Hermione, no te preocupes... —respondió, mientras se servía algo de cenar—, sólo conversamos; me hacía falta.

—Ya déjalo, Herms, todos necesitamos a alguien con quien hablar, y si él cree que el profesor Dumbledore es el indicado, está bien.

Harry, Neville y Hermione echaron una sorprendida mirada a Ron. De todos los años que le conocían, el pelirrojo jamás había dejado salir algo tan sensato de su boca; la que por cierto, se encontraba llena de puré de papas.

Ellos continuaron hablando sobre deberes y del próximo partido de Quidditch. Hermione prometió a Harry ayudarle con su tarea si lo necesitaba, aunque sabía que este no aceptaría ayuda alguna. Desdé que ellos regresaron a clases, Harry era otro, distinto al de siempre. La relación amena que los tres mantenían, poco a poco se fue desgastando. Ahora, el moreno sólo les dirigía la palabra en clases o durante la cena, ya no compartía gratos momentos en la sala común; no recorrían juntos el castillo en los ratos libres.

Noches OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora