Conversaciones incomodas

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Harry abrió los ojos despacio, la luz del sol no le era nada grata luego de la noche que había pasado, agarró sus lentes de la mesita de noche, y pudo ver el mismo techo que los últimos dos meses. Se giró de medio cuerpo y, ahí estaba el muchacho de la noche anterior, con las sábanas enredadas en la parte inferior de su vientre; cuerpo bien marcado, alto, de cabellos color ámbar.

No recordaba su nombre, de cualquier modo no importaba, todos ellos sabían sus reglas; sólo una noche, ése era su trato, un trato que todo Hogwarts conocía, pero del que ninguno se atrevía a hablar.

La profesora McGonagall, habló con él apenas un par de semanas después del inicio de clases, se encontraba muy preocupada, estaba al corriente de los rumores que corrían por todo el colegio; sin embargo, ella no consiguió nada más que vanas promesas dé no repetir los furtivos encuentros con sus amiguitos.

No obstante, ahí estaba, encamado una vez más con otro chico. Otro de esos tantos que pertenecían al diverso desfile que se presentaba cada noche delante de su alcoba; una procesión que no iniciaba bajo las tibias sabanas de su cama, sino que se extendía a cualquier oscuro rincón del castillo.  

Todos ellos sabían lo que debían hacer, a eso de las nueve de la noche «el salvador del mundo mágico» tomaba su capa; aquella capa que en su momento fue, el tesoro más preciado legado por su padre y que, ahora se había convertido en nada más que en un mero dispositivo de escape para sus andanzas nocturnas, salía de la torre Gryffindor, como un depredador rastreando a su siguiente víctima, recorría el castillo de arriba abajo y de un lado a otro en búsqueda de esos jóvenes dispuestos y apetecibles a sus ojos. Entonces, cuando finalmente los localizaba, no le importaba el cómo o el dónde, sin más les dirigía una única pregunta: ¿«Estás seguro»?.Abandonándose a las caricias y los gemidos que inundaban los pasillos del colegio.

La emoción de ser tocado cada noche por alguien diferente, de ser acariciado y adorado; era lo único que le ayudaba a continuar adelante. Esas manos recorriendo todo el largo de su cuerpo; la sensación del aliento del otro rozando sus oídos. Aquella danza sincronizada que le entregaba todas esas emociones que le habían sido arrebatas el último año.

Únicamente eso era lo que lograba acallar aquellas voces en su cabeza. Esas voces que, sencillamente le pedían terminar con el dolor, acabar con todo. Mas, en esos momentos, cuando él estrechaba a alguien entre sus brazos y sentía que, por algunos minutos, su alma era sanada; ya no había dolor, ni sufrimiento, solamente aquellos gemidos placenteros.

Por eso mismo era que lo necesitaba. Era su droga. Lo que su fragmentada alma requería para no sentir que caía en un abismo; por el borde de aquel infausto precipicio, en el cual se encontraba desde hace meses y que, con un sólo paso en falso, encontraría su final; sabía que al colocar un pie frente al otro, no podría regresar jamás.

Él sabía que la necesitaba, necesitaba la adrenalina, la emoción por hacer lo prohibido, por eso mismo era que no utilizaba ningún hechizo para evitar ser descubierto; la sensación de ser encontrados en una situación tan comprometedora, era lo que lo incitaba a hacerlo de nuevo cada día.

Los recuerdos de la noche anterior llenaron su mente; la torre de astronomía, los besos, las caricias, y las palabras profesadas con amor que no fueron devueltas. Había sido una de esas pocas veces en las que, la adrenalina por ser descubiertos, no le fue suficiente; las caricias no le satisficieron. Fue una de esas pocas ocasiones en las que llevo a una conquista a su cuarto para continuar; para seguir disfrutando el placer de poseer a alguien, de saber que aún continuaba vivo.

Harry se levantó y agarró sus cosas para darse una ducha rápida, antes de bajar a la sala común; dejando a su apuesto acompañante, profundamente dormido. A bajo, aún no había nadie levantado, por lo que Harry se dirigió directamente al gran comedor,  tomo de desayuno unas cuantas rebanadas de pan tostado, junto a un vaso de jugo y algo de frutas.

Noches OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora