Yo estaba en la cocina, tratando de separar los filetes de pescado con una mano mientras sostenía el móvil a mi oreja con la otra.
—Bueno, estoy tratando de preparar la cena.— murmuré. La línea quedó en silencio por un largo momento. —¿Sumin? —pregunte. —¿Todavía estas ahí?
—Sí.— dijo ella. —¿Qué es exactamente lo que estás cocinando?
—Se supone que es pescado tailandés.
Resopló una carcajada.
—¿En serio?
—Jimin lo mencionó un par de veces.— le dije. —Pensé en intentarlo. Lo hemos pedido, así que sabemos cómo se supone que sabe...
Se rió entre dientes, un poco divertida por la idea.
—Como sea, te llame para algo.— dijo a la ligera, —Hay algunas cosas en casa que pertenecían a tu padre... Puede ser que desees quedarte con ellas.
—Oh.
—Sí, ya sé que vienen con la casa, y técnicamente son mías.— dijo. —Pero no, Tae. Son tuyas. El viejo telescopio en el estudio, y un tablero de ajedrez.
Supe que esta era Sumin, con la que había estado casado durante veinte años.
—Um, gracias, Sumin.— le dije. —Esto significa mucho para mí.
—No es ningún problema.— dijo. —Este fin de semana no, pero el fin de semana siguiente, eres más que bienvenido a conseguirlos. Tu y Jimin se pueden quedar... si quieres.
Casi no lo podía creer. Sonreí en el teléfono.
—Gracias, Sumin. —No le estaba dando las gracias por la oferta de tener la casa por un fin de semana. Le estaba dando las gracias por su aceptación. —Esto significa... significa mucho.
—Está bien, Tae.
-—Así que, ¿cuáles son tus planes para este fin de semana?— Le pregunté. —Mencionaste tener planes, ¿no?
Sumin se aclaró la garganta.
—Bueno, podría haber alguien...
—¿En serio?— Le pregunté con una sonrisa.
—Sí, Tae.
Entonces murmuró algo acerca de cómo sus amigas se lo presentaron a través de un amigo de un amigo, cómo lo había visto un par de veces desde entonces, y su nombre era Phil. Parecía nerviosa, pero feliz. Sonaba como si estuviera finalmente empezando a seguir adelante.
—Eso es bueno, Sumin.— dije en voz baja. —Estoy muy contento de oír eso.
Se oyó el sonido familiar de llaves en la puerta principal, y cuando la puerta se abrió, Jimin entró. Bueno, era más el New York Times Jimin. Veía sus piernas y caderas, pero sostenía la página de sociales, la página ochenta y siete, con la imagen de nosotros en ella.