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Narrador Omnisciente:

El sol de la tarde golpeó su rostro cuando salió del edificio. Se detuvo por un momento en la acera, cerrando los ojos y respirando profundamente, tratando de calmarse. No quería pensar más en lo que acababa de ocurrir, pero sabía que sería imposible. Daniel había accedido a darle el trabajo, pero había dejado claro que no dejaría de intentar acercarse a ella, y eso era algo que la ponía en una situación complicada.

Camille quería convencerse de que había sido una victoria, pero ¿Realmente lo era? Suspiró, ajustando las bolsas de supermercado en sus manos antes de comenzar a caminar hacia la parada de autobús.

Mientras tanto, en la oficina, Daniel se quedó mirando la puerta por la que Camille había salido, perdido en sus pensamientos. Había sido más duro de lo que esperaba. Pensó que había pasado ésta página hace años, pero en el fondo sabía que siempre había habido una parte de él que quería hacer las cosas bien con ella, aunque nunca tuvo el valor de enfrentarlo. Ahora, estaba frente a la oportunidad de acercarse, de remediar el daño, pero no estaba seguro de si Camille lo dejaría.

Sin embargo, no eran solamente ellos dos quienes estaban tensos por aquel encuentro. Paralizada, en ese estado estaba Amanda LaRusso al ver salir a Camille del edificio, no la hubiera reconocido de no ser por aquel mechón blanco de nacimiento que llevaba en su cabello de forma bella. La imagen de la adolescente pasar frente a sus ojos ocasionó un nudo en su estómago, su sangre se heló. Sin dudarlo un momento, fue hasta la oficina de su esposo, sus pasos eran apurados y ansiosos.

Amanda entró en la oficina de Daniel, cerrando la puerta detrás de ella con un movimiento decidido. Daniel levantó la vista de unos papeles que pretendía revisar, pero la expresión seria en el rostro de Amanda lo hizo dejar lo que estaba haciendo.

—¿Por qué no me dijiste que estaba aquí? —preguntó ella, sin rodeos. Su voz era baja y temblorosa, pero llena de nervios.

Daniel suspiró, anticipando la conversación que estaba por venir. Sabía que Amanda tenía razón para estar molesta, pero no estaba seguro de cómo explicarle las cosas sin que pareciera que había sido una decisión impulsiva.

—No quería que te preocuparas —respondió él, manteniendo la mirada fija en la de ella— Sabía que no te lo hubieras tomado bien, no ha sido fácil para ninguno de nosotros, pero pensé que era lo correcto.

Amanda se cruzó de brazos, como si intentara contener la oleada de emociones que comenzaba a abrumarla.

—¿Lo correcto? Daniel, ¿Te has detenido a pensar en lo que esto significa para nuestra familia? Para Sam, para Anthony... —se detuvo, buscando las palabras adecuadas— Daniel, esto no puede ser...

Amanda suspiró frustrada, llevando una de sus manos a su rostro para evitar llorar. Sin dudarlo, Daniel se levantó y caminó hacia ella a un paso lento y calmado, la abrazó por detrás y dejó  un suave beso en su mejilla.

—No sé si estoy haciendo lo correcto, Amanda. Pero es mi hija, y... tengo que intentarlo. —La voz de Daniel se quebró un poco, y se obligó a recomponerse— No puedo seguir ignorándola, su vida es complicada, debes entender... Es orgullosa y terca, me temo que lo sacó de mi. Vino a pedirme trabajo, está pasando por una mala situación, intenté que me permitiera cubrir sus gastos, pero no quiere saber nada de mi dinero, y creo que tampoco de mi.

—¿Qué hay de su madre? —Amanda preguntó amargamente, el recuerdo de aquella mujer solo le traía náuseas— ¿Acaso Fallon no trabaja? ¿Espera que su hija la mantenga?

Él soltó un suspiro profundo, pasando una mano por su cabello. Sabía que Amanda se sentiría traicionada por el secreto, pero enfrentarlo en persona era más difícil de lo que había imaginado.

LIFEBOAT | ELI MOSKOWITZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora