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Narrador Omnisciente:

Esa noche, Camille llegó a casa mucho más tarde de lo que había planeado. Encontró el apartamento en silencio, con la tenue luz del pasillo iluminando apenas la sala desordenada. Se dejó caer en el viejo sofá, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en el respaldo. Los recuerdos del día la invadieron de golpe, y, sin poder evitarlo, comenzó a llorar en silencio. Era un llanto frustrado, lleno de impotencia, de preguntas sin respuestas. Inconscientemente, Camille levó su mano a su collar, aquel collar de plata con su nombre que su padre le había regalado una vez, y por mas que su orgullo se lo rogara en mil idiomas, jamás se lo había quitado, no tuvo la valentía para hacerlo. No tuvo la fuerza y el coraje necesario para odiar algo que alguna vez amó con su vida.

—¿Mamá? —llamó en voz baja, buscándola, sabiendo que probablemente no obtendría respuesta.

No hubo ningún sonido que indicara que Fallon estuviera allí. Camille respiró hondo y se levantó, caminó hacia la cocina sumida en sus pensamientos desordenados. Encontró un par de platos sucios en el fregadero y restos de la cena de la noche anterior. Comenzó a limpiar, más como una distracción que por necesidad.

Mientras el agua escurría por los platos, recordó el rostro de Amanda LaRusso cuando sus miradas se cruzaron esa tarde. ¿Habría reconocido algo en ella, algo que traicionara la verdad de quién era? Camille nunca había visto a Amanda de cerca, pero sabía quién era. Era la esposa de Daniel, la madre de sus hijos, la mujer que vivía la vida que ella jamás tendría. Y, aunque lo había intentado, no podía dejar de sentir una punzada de amargura cada vez que pensaba en eso.

El teléfono vibró en su bolsillo, sacándola de sus pensamientos. Jade había enviado un mensaje.

"Hola amiga, ¿Cómo estas?"

"Te fuiste rápido de la escuela y me preocupe, pensé que algo te había sucedido. Intenté llamarte pero mi teléfono murió, lo lamento."

"¿Estás bien?"

Camille dejó escapar una pequeña risa entre lágrimas. A pesar de todo, Jade siempre sabía cómo llegar a ella en los momentos más difíciles. Tomó el teléfono y comenzó a escribir una respuesta, dudando un momento antes de finalmente enviar un breve mensaje.

"He estado mejor... Te lo contaré todo mañana."

"Te quiero, Jade. Buenas noches"

"Está bien, hablaremos mañana. Yo también te quiero"

"Buenas noches, Camille"

Después de enviar el mensaje, se quedó mirando el teléfono, sin saber qué hacer. La sensación de soledad era abrumadora, y por un momento, deseó que el mundo se detuviera para poder tomar un respiro.

—Papá... —murmuró, mirando a través de la ventana hacia la ciudad oscura, como si él pudiera escucharla desde donde estuviera, sus manos volvieron a acariciar su collar.

Sentada en el piso de la cocina, los ojos d Camille estaban puestos en las gotas de agua que caían lentamente de la canilla.

"Con razón la cuenta del agua es tan cara..." Pensó ella.

Sin embargo, el sonido de la puerta abrirse la sacó de sus pensamientos. Un suspiro agotado hizo que sus ojos se cerrarán con cansancio.

—¿Hija? ¿Estás en casa? —su madre dijo cansada para luego dejar caer su cuerpo en el sofá— Traje comida china para cenar.

LIFEBOAT | ELI MOSKOWITZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora