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Samara:

Abrí los ojos, y una delgada ráfaga de luz pego en mis ojos. Girandome, mi cara choco con algo duro, viendo esa piel de un tono intermedio.

Podía sentir su calor, queriéndome pegar más a él; abrazarlo. Eso me hizo acordarme lo de la madrugada, tener de nuevo sobre mi sus manos, tocando algunas partes de mi cuerpo. Deseando que llegara a tocar más partes de mí, sus labios pegados a los míos. Aquello hizo que mi corazón y mi mente se embriagaran con él.

Ahora lo tengo pegado a mí, dormido.

Lo podría despertar con un beso, como a Blanca Nieves, o; a Aurora, la bella durmiente.

Aagh. Sueno como una niña, deseando despertar a su "principe" con un beso. Tan cursi. ¿Qué estoy pensando?... Pero, un lado de mí quiere hacerlo. Continuar con lo de anoche.

Veo que la cobija está hasta su cadera, apenas dejando ver su miembro. Me meto entre la cobija, tomo su miembro con mi mano, metiendolo en mi boca. Empiezo desde la punta, tratando de no meterlo mucho a mi boca; de arriba hacia bajo lentamente. Se empieza a mover, al parecer ya se está despertando.

Escuchó un quejido, no puedo verlo porque estoy tapada con la cobija. Sus gemidos indican que lo está disfrutando, al igual que sentír su miembro tan duro. Eso hace que suba un poco la velocidad, quita la cobija y un sonrisa se dibuja en su rostro.

— Ah. Samara —lleva su mano a su cabello. Sujetándolo con fuerza

Su otra mano la pone sobre mi cabeza, sujetando mi cabello. Continúo con el trabajo, el verlo de esa manera hace que quiera seguir. Pero tendré que parar ya que en cualquier momento se vendra. Así que termino, me levanto como si nada, dirijiendome hacia el baño; sin embargo, él me toma por la cintura haciéndome girar. Besándome con ferocidad, aprieta mis glúteos haciéndome gemir. En un movimiento rápido, me baja los shorts dejando a la vista mis pantis.

— Ahora será mi turno  —solo lo miro— Mira hacia la pared

Yo solo obedecí, ahora me sentía nerviosa. Aprete mis dedos con fuerza, sus manos acariciaban mis brazos. Alzó mi cabeza, besando mi cuello. Una de sus manos masajeba uno de mis pechos, y la otra daba caricias en mi entrepierna hasta llegar a mi intimidad. Se sentía tan bien besándome y tocandome, ahora yo estaba a su merced.

Metió dos de sus dedos en mi intimidad, haciendo movimientos de arriba hacia abajo, sacando y metiendo sus dedos.

— Aún no empezaré, hasta que te corras en mis dedos —dejaba algunas marcas de chupetones y mordidas

— Oh, carajo

— Vamos a continuar lo que quedó pendiente, Sam

Gemidos, tras gemidos, y aún no podía correrme; más bien no quería. Quiero castigarlo por un momento, que entre en desesperación. Sin embargo, no aguante y me vine entre sus dedos, sentí mi entrepierna húmeda. Me pega contra la pared, baja mis pantis y alza mis mis brazos; sujetando mis muñecas con solo una mano. Acaricia mis glúteos para después darme una nalgada.

Está pegado a mí, su respiración esta sobre mi cabello; su miembro lo puedo sentir entre mis glúteos, y a propósito comienzo a moverme. Mete su miembro, me embiste lento pero con ritmo, mis gemidos hace eco en la pared. Continúa hasta que sus embestidas se hacen rápidas, arañando la pared; sujeta mi cabello jalandolo. Mis gemidos ahora son fuertes, diciendo su nombre.

Harper.

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Bajo ya bañada y vestida, y Harper me recibe con un delicioso desayuno.

— ¿Y ésto? —sonrio

— El desayuno

— ¿Tú lo preparaste?

— Sí —se acomoda las mangas de su camisa— Preparé lo que tanto te gusta

— No debiste hacerlo. Me conformo con un plato de cereal, huevo estrellado, un sándwich... —paso mi cabello por detrás de mi oreja— Algo sencillo

— A mí me gusta consentir a mis invitados —alzo la ceja, cruzandome de brazos— Bueno... A algunos

Saca la silla para mí y tomo asiento. Comenzamos a desayunar, al igual que estuvimos conversando. La conversación fue respecto a nuestras vidas, lo que ha pasado después de nuestra relación. Claro que yo omití lo de Grey, no quería que está conversación se volviera incómoda y menos después de nuestro encuentro de hace rato.

Suena su celular.

— ¿Hola? —se queda callado, mirándome

Me pone incómoda cuando me mira, y más esa mirada en la que no sé si me admirando o examinando.

— Sí, así es —contesta serio— Lo espero a esa hora. Nos vemos —cuelga

— ¿Vas a salir?

— Dirás vamos

— ¿Qué?

— Hoy vamos a tener un día para nosotros —lo miro confundida— Ya se tu respuesta, y mi respuesta es no aceptar un "no" como respuesta

— ¿Al menos puedo saber a dónde iremos?

— Mm... No —levanta los platos, cubiertos y vasos. Llevándolos a la mesa— ¡Cuando lleguemos lo sabrás!

Ruedo los ojos y sonrió de lado. Saco un suspiro.

— ¿Te parece?

— ¿Tengo otra opción?

𝐄𝐋 𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora