Frambuesas, Arándanos Rojos, Cerezas, Moras, Granadas, Sandías y Fresas...
Eran la combinación de un aroma dulce y afrutado, con notas ligeramente ácidas. Cómo una brisa que llevaba consigo el olor de las frutas, además de la simpleza del sol y la lluvia. Mezcla muy adictiva, Checo se sumió en un paraíso de color con un sinfín de matices en tonos rojizos.
Era la combinación del olor a las tartas que su mamá solía preparar cuando era un pequeño cachorro y se enfermaba.
Era la combinación que olió ligeramente el día que conoció a Emilia, aún si la cachorra no desarrollaría olor propio hasta la adolescencia...
Y era el aroma de Max.
El aroma el cual estaba oliendo directamente de la fuente, pues tenía a Max empotrado contra la pared y su nariz estaba enterrada en el cuello del rubio, más específicamente en la glándula odorífera.
Sus manos con un férreo agarre en la estrecha cintura de Max y sus cuerpos fusionándose por la cercanía.
Todo había pasado en un segundo, ninguno de los dos lo vio venir. Primero, Checo sintió el leve olor a frutos rojos en el aire que lo dejó mareado y con su lobo exigiendo llenarse de ese exquisita esencia.
Segundo, él bajando sus barreras y dejando que su alfa interior saliera a flote. Y claro que lo primero que el lobo haría sería caminar hasta Max en dos zancadas y presionarlo contra la pared.
Su nariz se enterró en esa nívea piel de su cuello y se frotaba de lado a lado. Su mente no podía pensar en nada más que el omega. Max y su olor, Max y su diminuta cintura. Max, Max y Max...
Eso hasta que escuchó un débil gemido de placer.
Nunca había salido más rápido del trance con su alfa interior. ¿En qué carajos estaba pensando?
Soltó a Max como si quemara y se apartó de él.
Al separarse, pudo notar la pesada respiración del omega. Max tenía los ojos brillosos y abiertos en señal de sorpresa y sus brazos extendidos a los lados como si tratara de aferrarse a algo.
Solo ahí se pudo dar cuenta de lo que acababa de pasar. Mierda, había perdido el control y no solo interrumpió el espacio personal de Max, sino que lo había marcado con su olor.
Checo casi nunca usaba supresores, pues por lo regular, era una persona que podía controlar perfectamente a su alfa interior. O por lo menos lo podía hacer antes de que Max llegara.
Pues era fácil percibir su propio aroma a hierbabuena en el rubio.
¿Qué clase de alfa era si no lograba controlarse ante un simple olor?
—Yo...— consideró un poco sus palabras, pero no sabía qué decir. Así que solo dijo la verdad —Lo siento, Max— al terminar su oración, caminó con velocidad hacia la puerta de la habitación.
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A lovely place to belong | Chestappen
FanfictionMax lo único que busca es un lugar donde pertenecer, un lugar al cual él y su hijo puedan llamar hogar. ¿Podrá encontrarlo?