05 | Nuevos comienzos

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Checo soltó un suspiro al ver a Max con las mejillas rojas, seguro que por correr, y con gotas de sudor cayendo sobre su frente.

El omega se acercó hasta ofrecerle la bolsa que contenía los tacos.

Revisó su reloj antes de hablar —Exactamente a las 12, te doy un punto por eso— dijo mientras agarraba el plato y rodeaba el escritorio para sentarse.

Max estuvo expectante mientras lo veía agarrar uno de los tacos y llevárselo a la boca.

Y definitivamente el rubio no sintió cositas cuando lo escuchó gemir de gusto al masticar la comida.

—Estoy muy sorprendido, Max. No pensé que realmente fueras capaz de hacer este trabajo— el mayor aprovechó para limpiarse la boca con una servilleta.

—Bueno, tuve algunos inconvenientes pero me alegra haberlo logrado— sonrió pequeño con sus manos atrás de su espalda.

Checo lo miró fijamente ¿Acaso Max esperaba que lo felicitara por eso?

Al parecer Max completó con éxito esta primera tarea, y de hecho, los tacos le encantaron. Sin embargo, no le aplaudiría esto.

—Vete a almorzar— habló mientras tomaba otro taco —Te quiero aquí en una hora.

Lo observó asentir para luego salir.

Y mierda, debía de dejar de verle el trasero cada vez que se daba la vuelta.

.

Una vez que Max llegó a su escritorio soltó todo el aire que había retenido durante todo el rato dentro de la oficina.

Entendía que Sergio era una persona fría, ¡Pero ni siquiera le dio las gracias!

Incluso sintió la mirada en su espalda al salir de la oficina ¿Acaso su ropa estaba arrugada? ¿O por qué lo miraba tanto?

Sacudió la cabeza para despejar todas esas dudas, debía de demostrar que era más que capaz de quedarse con este puesto.

Debía de dar lo mejor de sí para comenzar a crear una vida junto con su hijo, y este trabajo era el ideal.

Regresó su vista frente al escritorio con una importante pregunta en mente. ¿Qué demonios iba a almorzar?

Decidió que, como todo últimamente en su vida, sería sorpresa.

Por lo que salió del edificio con rumbo a buscar comida en las calles. No hizo falta caminar mucho pues se acercó al puesto de una amable señora.

Buenas ¿Qué te doy, güerito?— preguntó amablemente.

Max, aún indeciso, dijo —Sorpréndame.

La vio sonreír y comenzar a moverse por todo el puesto. Al terminar, le extendió un plato con un platillo que juraba haber visto antes.

Tamales de mole rojo— presentó la mayor antes de extenderle también un vaso —Saben mejor con atole.

Max asintió, agradeció con una sonrisa para luego pagar.

No tenía idea si debía comer en la calle o en su oficina, por lo que decidió que sería más cómodo comer en su escritorio.

Al llegar a su piso pudo notar que estaba solitario, quizás todos salían a almorzar.

Se sentó y se preparó para comer. Cerró los ojos y soltó un gemidito de gusto al sentir la mezcla de sabores y especias llenar su paladar.

Debía de aprender a cocinar estas cosas. Michel tenía que crecer rodeado de todos estos deliciosos sabores.

A lovely place to belong | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora