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El día era cálido y soleado, Emilie corría por las calles del pueblo para llegar rápido a casa, su hermano la seguía a paso normal

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El día era cálido y soleado, Emilie corría por las calles del pueblo para llegar rápido a casa, su hermano la seguía a paso normal.

Al llegar se detuvo en seco, su padre los estaba esperando en la puerta.

— ¿Dónde estaban? — Usó su tono habitualmente brusco.

— Fuimos a la escuela — Cedric llegó detrás de su hermana.

El hombre los miró a ambos y entró sin decir algo más, sus hijos detrás de él.

Emilie fue directo a su habitación, ansiosa por llegar a cuidar el conejo que había adoptado a escondidas la noche anterior, pero al entrar se dió cuenta que no estaba. La caja donde lo había escondido tampoco estaba debajo de su cama. Corrió rápidamente con su hermano.

— ¿Pensaste que no me daría cuenta del animal? — Escuchó a su padre decir con enojo.

Su corazón latió con miedo, su padre era quizás a lo único que le tenía miedo, y ahora que había encontrado al conejo las cosas no pintaban para bien.

— Lo maté y lo tiré a la basura.

La niña abrió la boca con sorpresa y sus ojos llenándose de lágrimas. Cedric se levantó de su lugar.

— ¡No debiste hacerlo, era de ella!

Su padre caminó hacia él con enojo, lo tomó por la camisa.

— No me hables así, escuincle — Lo empujó bruscamente hacia atrás, el adolescente tambaleó.

— Eres un mounstro — Dijo, antes de recibir el impacto de un envase de cerveza estrellarse en su rostro.

Despertó acostado en su cama, ya era de noche, su hermana a su lado curando sus heridas.

— Perdóname, fue mi culpa — Sollozó.

Cedric se incorporó y la abrazó.

No la culpaba de las acciones de su padre, se sentía orgulloso de poderla defender.

Él sabía que si no hubiera intervenido, ella recibiría el golpe y eso hubiera sido aún más doloroso que las heridas que ahora tenía en la cara.

Desde que era niño, había aceptado su papel de hermano mayor y cuidaba de ella, estaba dispuesto a soportar los golpes y abusos de su padre con tal de que ella no los recibiera. Él solo contaba con dieciseis años y su mundo se le derrumbaría sin su hermana, porque al final del día solo se tenían el uno a el otro.

En momentos como ese, solo deseaba poder dejar indefenso a su padre y poder proteger a Emilie. Ella era la única razón por la que aún no escapaba del pueblo, no quería dejarla sola.

— No te voy a dejar sola, él no debió matar a tu conejo — Acarició su cabello — Te prometo que algún día nos iremos juntos, a cualquier parte del mundo, pero lejos de él.

Lethal Whim (Alec Volturi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora