bad blood

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La noticia de la filtración de las fotos los golpeó como un torbellino. Las imágenes se propagaron como pólvora por las redes sociales y las portadas de los medios. Sergio sabía que la relación que compartía con Max no iba a ser fácil de manejar, pero jamás imaginó que sus momentos más personales serían exhibidos al mundo entero sin su consentimiento.

A pesar del escándalo, Max y él se mantuvieron unidos. Christian Horner, el jefe del equipo, los respaldó públicamente, y juntos emitieron un comunicado condenando la invasión a su privacidad. El mensaje era claro: estaban juntos y no iban a esconderse. Fue un momento de fuerza y unidad, y aunque Sergio se sintió aliviado por el apoyo del equipo, en el fondo sabía que había enemigos que deseaban verlo caer.

Las semanas siguientes fueron un vaivén de emociones. Sergio y Max intentaron seguir con su vida normal, enfocándose en las carreras y en su relación. Pero Sergio notaba algo en el ambiente, algo que no cuadraba. A pesar de las sonrisas y las palabras de apoyo, había miradas y comentarios que lo hacían sentir que la situación no era tan sencilla como todos querían aparentar. Fue entonces cuando, en una tarde en la sede del equipo, Sergio descubrió la verdad.

Había ido a la oficina de Christian para revisar unos informes, pero en el escritorio encontró un sobre que llevaba su nombre. Al abrirlo, vio impresiones de correos electrónicos y mensajes privados entre Helmut Marko y Daniel Ricciardo. Sus ojos recorrieron las líneas rápidamente, y cada palabra era como una puñalada. En esos mensajes, quedaba claro que Helmut y Daniel habían planeado la filtración de las fotos. La intención era simple: usar el escándalo para sacarlo del equipo, dejando así el camino libre para que Daniel regresara a Red Bull.

Sergio sintió un calor furioso recorrer su cuerpo. Apretó el papel entre sus manos, las palabras resonando en su mente como un eco. Sabía que Helmut nunca lo había aceptado completamente en el equipo, siempre había una sombra de desconfianza y desaprobación en su trato. Pero lo que más le dolió fue la participación de Daniel. Aunque nunca fueron amigos cercanos, Sergio había intentado mantener una relación cordial con él, además de que Max lo apreciaba. Después de todo, Daniel y Max tenían una historia. Intentaron salir en el pasado, antes de que él y Max comenzaran su relación, y, aunque no funcionó, Max siempre lo había visto como un buen amigo.

Sergio se quedó en la oficina, respirando con dificultad mientras el peso de la traición lo aplastaba. ¿Cómo le contaría a Max algo así? ¿Cómo le diría que las personas que él apreciaba, aquellos en quien confiaba, habían sido los responsables de arruinar su vida privada y poner en riesgo su lugar en el equipo? Sabía que tenía que hablar con él, pero temía cómo reaccionaría. Max siempre había tenido una relación especial con Daniel; aceptarlo no sería fácil.

Esa noche, cuando Sergio regresó al hotel, encontró a Max relajado en la cama, viendo televisión. El rubio sonrió al verlo entrar, pero la expresión de Sergio le hizo fruncir el ceño.

—¿Qué pasa? —Preguntó Max, apagando la televisión y sentándose en el borde de la cama.

Sergio tragó saliva, sintiendo la tensión acumulada en su pecho.

—Tenemos que hablar de algo importante. —Dijo, y las palabras le supieron amargas.

Max lo miró con preocupación, indicándole que se sentara junto a él.

—Dime, ¿qué sucede?

Sergio respiró hondo, intentando mantener la calma mientras hablaba.

—Es sobre las fotos que se filtraron... no fue un accidente, Max. Las filtraron Helmut y Daniel.

Max parpadeó, como si no hubiera escuchado bien. Luego, su expresión cambió a incredulidad, sus cejas frunciéndose mientras negaba con la cabeza.

—Eso no puede ser cierto. -Respondió, su voz firme. —¿De dónde sacaste esa idea?

Sergio sintió cómo su frustración crecía. ¿Por qué Max dudaba de él?

—Vi los correos, Max. Estaban en la oficina de Christian. Hay pruebas. Ellos lo planearon todo para sacarme del equipo, para que Daniel pudiera regresar.

Max se levantó de la cama, caminando de un lado a otro, como si las palabras de Sergio no tuvieran sentido.

—No. Helmut puede ser duro, pero jamás haría algo así. Y Daniel... él es mi amigo. Siempre me ha apoyado.

Sergio apretó los puños, sintiendo cómo la rabia y el dolor lo consumían.

—¿De verdad crees que se preocupan por ti? —Preguntó, alzando la voz. —¡Solo te están usando, Max! Helmut siempre ha querido verme fuera, y Daniel haría cualquier cosa por tener su lugar de vuelta en Red Bull.

Max se giró, su rostro endurecido, con una mirada que Sergio no había visto antes.

—¿Y qué? ¿Ahora estás celoso de mi relación con Daniel? —Soltó, sus palabras llenas de desdén. —¿Es eso lo que realmente te molesta? ¿Que me lleve bien con él?

Sergio sintió cómo esas palabras lo herían profundamente. No podía creer que Max lo acusara de estar celoso, de cuestionar sus intenciones de esa manera. Sintió un nudo en la garganta, pero no se dejó vencer.

—Esto no se trata de celos, Max. Se trata de lo que están haciendo a nuestras espaldas. Ellos quieren destruir lo que tenemos.

Max lo miró con frialdad, sacudiendo la cabeza.

—No puedo creer que inventes algo así. Siempre has sabido lo importante que es Daniel para mí. Pensé que confiabas en mí, que me entendías.

Sergio sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Las lágrimas amenazaban con salir, pero se obligó a mantenerse firme.

—No estoy inventando nada. —Insistió. —Solo quiero que veas lo que realmente está pasando, porque yo te amo, y esto me afecta tanto como a ti.

Pero Max no parecía dispuesto a escuchar. Dio un paso atrás, como si necesitara distancia.

—Sabes, Checo, si realmente me amaras, no harías estas acusaciones sin fundamento. Pensé que éramos un equipo, pero parece que solo estás buscando excusas para alejarme de la gente que me importa.

Sergio sintió cómo la rabia se mezclaba con el dolor, y sus palabras salieron antes de que pudiera detenerse.

—¡Estoy tratando de protegernos! —Exclamó, su voz tembló. —Pero si prefieres creer en ellos en lugar de confiar en mí, entonces tal vez este equipo no signifique lo mismo para ti.

Max lo miró, y en ese momento, Sergio supo que algo se había roto entre ellos. La desconfianza y las heridas que Helmut y Daniel habían provocado ahora los separaban. Sin decir una palabra más, Max se giró y salió de la habitación, dejando a Sergio solo en medio del silencio.

Sergio se quedó ahí, sintiendo el peso de la traición y la incredulidad. No sabía si podría arreglar las cosas con Max, pero lo que sí sabía era que, de alguna manera, tenía que demostrarle la verdad. No permitiría que aquellos que habían querido destruir su relación salieran victoriosos. Pero por ahora, mientras las lágrimas finalmente caían, supo que habían dejado una herida que tal vez nunca sanaría.

1989 » chestappen's versionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora