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Los días pasaron lentos y cargados de una tensión insoportable para Sergio. La relación con Max se redujo a lo mínimo necesario: un intercambio de palabras escuetas en los garajes y en el paddock, una que otra mirada rápida cuando compartían espacios en las reuniones del equipo. Las risas y los momentos de complicidad parecían haberse desvanecido, y en su lugar encontró un muro invisible que los mantenía separados.

Después de las prácticas de ese viernes, Sergio estaba guardando sus cosas en silencio cuando sintió la presencia de Max a sus espaldas. Se giró lentamente, encontrándose con esos ojos azules que siempre habían sido su refugio, pero que ahora solo le traían confusión.

—¿Me puedes llevar a casa hoy? —Preguntó Max, su voz suave, casi tímida.

Sergio sintió un nudo en el estómago. Sabía que aceptar solo lo haría más vulnerable, pero aun así, asintió. A pesar de todo, no podía decirle que no. Era una debilidad que lo perseguía desde que se conocieron, desde que intercambiaron números y comenzaron a hablar fuera del trabajo. Había algo en Max que lo atrapaba, algo que lo hizo querer estar cerca de él, aunque cada día doliera más.

El trayecto en el auto fue silencioso, solo interrumpido por el sonido lejano del tráfico de la ciudad. La tensión en el aire era palpable, y Sergio no pudo evitar dirigirle miradas rápidas a Max mientras esperaban en un semáforo. Observó su perfil, sus labios apretados, sus manos relajadas sobre las rodillas. Era tan fácil olvidar el daño, las dudas, y simplemente dejarse llevar por lo que sentía. En ese momento, se dio cuenta de lo profundamente enamorado que estaba de Max, pero al mismo tiempo, le invadió una sombra de duda. ¿Realmente sentía Max lo mismo por él? ¿O era simplemente un capricho pasajero, una forma de llenar un vacío?

Finalmente llegaron a casa, y en cuanto cruzaron la puerta, Max dejó caer su mochila al suelo y se giró hacia él. Sergio apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Max lo tomara por la cintura y lo besara con intensidad. Era un beso desesperado, uno que le recordaba lo mucho que había extrañado esos momentos de intimidad. Por un instante, Sergio se permitió dejarse llevar, cerrando los ojos y sintiendo el calor de Max contra él.

Pero de pronto, las imágenes que había estado reprimiendo en su mente lo golpearon con fuerza. Las fotos de Max con Kelly Piquet, las de Max besándola en público. Y luego, la imagen que Carlos Sainz le mostró en su teléfono, una fotografía que se hizo viral en cuestión de minutos: Max besando a Daniel Ricciardo en una fiesta. Sergio sintió su corazón romperse en ese momento, pero intentó convencerse de que las cosas no eran lo que parecían. Sin embargo, cuando Max bromeó en una entrevista al día siguiente sobre querer de vuelta a Daniel como su compañero de equipo, Sergio sintió que sus peores miedos se confirmaban.

Con un esfuerzo, empujó a Max ligeramente, separándose de él.

—Espera... —Dijo, su voz quebrándose un poco. —Necesito hablar contigo.

Max lo miró, confundido y con la respiración agitada.

—¿Qué pasa, Checo?

Sergio bajó la mirada, sintiendo cómo sus manos temblaban.

—Las fotos... las de Kelly y tú. Y las de Daniel... —Dijo con esfuerzo, las palabras doliendo más de lo que había imaginado. —Las vi todas. Y también escuché lo que dijiste en la entrevista.

Max frunció el ceño, y una sombra de comprensión se reflejó en sus ojos.

—¿De verdad creíste que...?

—¿Cómo no hacerlo? —Sergio lo interrumpió, su voz más firme esta vez. —Te vi besándolos, Max. A Kelly, a Daniel. Todo el mundo lo vio.

Max suspiró, llevándose una mano al cabello y desviando la mirada un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Es verdad. Sí, las fotos son reales. —Admitió, y el corazón de Sergio se encogió al escuchar la confirmación. —Pero no significaron nada. Todo el tiempo, solo podía pensar en ti.

Sergio se quedó en silencio, sintiendo la mezcla de confusión y tristeza invadiendo su pecho. Max lo estaba mirando con una intensidad que lo desarmaba.

—Kelly y yo... —Max continuó. —Fue solo un error. Ella y yo somos amigos, pero cometí un error. Y con Daniel... fue una broma que se nos salió de control en esa fiesta. Nada de eso cambió lo que siento por ti.

Sergio sintió las lágrimas arder en sus ojos. Quería creerle, quería tanto aferrarse a esas palabras, pero el dolor lo carcomía por dentro.

—¿Por qué, Max? —Preguntó, su voz apenas en un susurro. —¿Por qué hacer algo así si de verdad me amas?

Max lo tomó de las manos, acercándose de nuevo, sus ojos fijos en los de Sergio.

—Porque soy un idiota. —Respondió, con una sinceridad que hizo que Sergio quisiera derrumbarse. —Porque a veces me olvido de lo que realmente importa. Pero todo este tiempo, Checo, cada vez que estuve con ellos, deseé que fueras tú.

Las palabras de Max lo atravesaron, y antes de que pudiera decir algo más, Max volvió a besarlo. Esta vez, Sergio no se resistió. Cerró los ojos y se permitió sentir, ignorando la punzada de dolor que todavía persistía en su pecho. Tal vez era una tontería, tal vez estaba siendo débil, pero en ese momento, solo quería convencerse de que las palabras de Max eran sinceras.

Max lo sostuvo con fuerza, como si intentara transmitirle todas las emociones que no había sido capaz de expresar antes. Y por un momento, Sergio se permitió creerle. Se dijo a sí mismo que si Max regresó con él, si lo estaba besando con tanta pasión, era porque ni Kelly ni Daniel ni nadie más tenían lo que él tenía, lo que Max realmente deseaba.

Pero en el fondo, mientras las lágrimas seguían acumulándose en sus ojos cerrados, Sergio supo que esa herida tardaría en sanar. Se aferró a Max, tratando de no pensar en todo lo que podría salir mal, y se convenció de que, por ahora, ese momento era suficiente.

1989 » chestappen's versionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora