CAPITULO 2

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Pasaron tres semanas desde que me quitaron las vendas. Las quemaduras en mis brazos habían cicatrizado admirablemente, y mi rostro estaba casi como nuevo gracias a las cremas que mi amiga aplicaba a diario. No había secuelas visibles, todo parecía perfecto hasta que tuve que salir sola para hacer las compras. En ese momento, todo cambió.

Mi corazón latía desbocado, mi mente se llenaba de visiones distorsionadas y voces que no parecían tener sentido.

—Hola, Andreita —exclamó una figura familiar.

—Tú no eres real, solo eres producto de mi imaginación —dije en voz alta, intentando convencerme de que no estaba perdiendo la razón.

Se acercó hacia mí con paso tranquilo, tomó mis manos y las llevó a su rostro. Las lágrimas comenzaron a brotar solas mientras sentía la calidez de su piel, tan suave como el terciopelo.

—Ahora ya ves que sí soy real —dijo ella con voz serena.

— ¿Dónde estuviste en el momento de mi accidente? —le pregunté entre sollozos, desesperada por respuestas.

—No hay tiempo para tus preguntas —respondió Sylphy, visiblemente alarmada—. Tengo que advertirte sobre un ser siniestro que me está persiguiendo.

— ¿De qué hablas? —pregunté, temblando de preocupación.

—Como te dije, no hay tiempo —insistió Sylphy—. Hagas lo que hagas, no la mires a los ojos, o será tu perdición.

—No te entiendo —dije—. ¿De quién estás hablando?

—Ella es mi hermana —reveló Sylphy, con un tono de angustia.

— ¿Tu hermana? —pregunté, asombrada—. ¿Cómo es eso posible?

—Perdona por no haberte dicho antes, pero no soy la única Guardiana que te está rondando —explicó Sylphy—. Somos cuatro hermanas.

— ¡Guau! —exclamé—. ¿Entonces hay tres Guardianas más que están encargadas de cuidarme?

—Así es, mi Andreita —confirmó Sylphy—. Somos cuatro. La mayor es Angustia, la del medio es Dolor, la menor es Tristeza...

En ese momento, una voz distante comenzó a gritarme con desesperación, rogando que reaccionara.

— ¡ANDREITA, MI AMOR, RESPONDE! ¡NO ME HAGAS ESTO, POR FAVOR, QUÉDATE CONMIGO!

La voz insistía, cada vez más fuerte, hasta que logró que finalmente reaccionara.

—Andreita, mi amor —me besó en todo el rostro con ternura.

— ¿Qué me pasó? —exclamé, confundida.

—Te desmayaste al intentar levantarte rápido de la cama —dijo—. ¿Estás bien? Te noto muy pálida, mi vida.

—La vi, pude verla —repetí entre sollozos.

— ¿A quién viste?

—La vi a ella, es real, ¡es real! —dije, llorando.

— ¿De qué hablas, Andy?

—Sylphy es real.

Pasó un mes, y mis desmayos se convirtieron en una constante, ocurriendo tres veces al día, imposibilitando mi trabajo y mi vida normal.

—Andreita —dijo mi amiga—. Creo que deberíamos buscar ayuda de algún especialista para tus desmayos.

— ¿Pero qué tipo de especialista podría tratar este tipo de cosas? —pregunté.

—Podríamos empezar con un psicólogo —sugirió.

—Mejor sería una psicóloga —dije con una sonrisa.

GUARDIÁN VOL. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora