CAPITULO 4

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Al llegar al campus, me estacioné en un lugar cómodo, buscando el mejor lugar bajo la sombra de los árboles, el viento suave acariciaba mi rostro, y me preparé para esperar a mi amiga mientras ella se dirigía a sus clases. El día estaba soleado, y el bullicio de los estudiantes iba y venía.

—Andy, ¿me vas a esperar? —preguntó con una sonrisa radiante, mientras agarraba su mochila.

—Claro que sí, ve a tus clases tranquila, yo aquí te espero —respondí con una sonrisa cálida, disfrutando de su energía.

Me dio un beso suave, con ese toque juguetón que siempre me hacía sonreír, y se fue con pasos ligeros hacia sus clases. Observé cómo desaparecía entre la multitud del campus, y justo cuando ya no la veía más, sentí una sensación extraña, como si alguien me observara desde la parte trasera del vehículo.

Giré lentamente y, para mi sorpresa, allí estaba Sylphy sentada, con una sonrisa amplia y desconcertante, lo que hizo que mi corazón diera un vuelco.

—Hola —dije, mezclando sorpresa y curiosidad.

—Hola, Andreita —respondió Sylphy, aunque su tono tenía un matiz incómodo—. Veo que la estás pasando muy bien con ella.

—Noté sarcasmo en esa oración. ¿Todo bien? —le pregunté, tratando de ocultar mi creciente preocupación.

—No —respondió Sylphy con seriedad, y su rostro cambió—. Debes tener cuidado.

— ¿Cuidado con qué o con quién? —pregunté, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

—Con mis hermanas —contestó Sylphy, con un tono sombrío—. No son tan empáticas como yo contigo.

Mi pecho se tensó. El ambiente cambió, y todo lo que me rodeaba parecía perder color.

— ¿Hermanas? —exclamé, alarmada.

—Así es, Andreita —explicó Sylphy, su mirada fija en mí—. Tengo hermanas, y si te encuentran, las cosas no serán tan agradables como hasta ahora.

En ese momento, una voz distante y angustiada comenzó a pronunciar mi nombre. No entendía de dónde venía ni por qué sonaba tan desesperada.

—Andrea, despierta, amor, por favor, no me hagas esto.

Intenté abrir los ojos, pero me sentía atrapada. Mientras tanto, Sylphy apretaba mi mano con fuerza, con una ansiedad que no había visto en ella antes.

—Me lastimas —exclamé, incapaz de ocultar el dolor en mi voz.

—Perdóname —respondió ella, su voz temblorosa—. Estoy muy nerviosa por lo que pueda suceder si alguna de mis hermanas te encuentra.

—No te entiendo —respondí, con mi confusión y miedo creciendo—. ¿De qué estás hablando?

—No hay tiempo para explicaciones —dijo con urgencia—. Debes irte de aquí y no volver jamás.

Las voces al otro lado seguían llamándome, más insistentes. Comencé a escuchar otros ruidos, pasos apresurados y el sonido de cristales rompiéndose.

— ¡Hagan lo que sea necesario! —gritaba alguien— ¡Sálvenla!

De repente, la puerta del carro se abrió de golpe y me sacaron con rapidez. Aún desorientada, no entendía qué estaba sucediendo.

—Abre tus ojos, despierta —insistía Sylphy, cada vez más desesperada.

—No te entiendo —susurré con voz entrecortada—. Estoy bien aquí, contigo. ¿Por qué quieres que me despierte?

GUARDIÁN VOL. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora