CAPITULO 5

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El sol ya había desaparecido tras el horizonte, pintando el cielo de un tenue púrpura que daba paso a la noche. Comenzó a soplar un viento frío, pero no era ese tipo de frío que hiela hasta los huesos. A pesar de ello, sentí un escalofrío recorriéndome la espalda, como si algo en el ambiente estuviera a punto de cambiar. Las dudas comenzaron a inundar mi mente, confusas, distorsionando lo real de lo irreal. Sin pensarlo mucho, hice lo que cualquier persona en un momento de desesperación haría: busqué refugio en la única fuente de paz que conocía. Me arrodillé, cerré los ojos y comencé a orar, rogando que todo se aclarara, que el caos en mi mente se disipara.

Fue entonces cuando algo ocurrió. Sentí una presencia... no, varias presencias. No eran conocidas, pero tampoco del todo extrañas. No era Sylphy, la guardiana que me había acompañado en otros momentos oscuros, ni Duda, esa figura inquietante que merodeaba en mis pensamientos. Aquellas presencias se acercaban lentamente, como sombras que se deslizaban a mi alrededor. Podía sentir sus alientos fríos rozando la piel de mi nuca. Respiré hondo y, con un nudo en el estómago, me di la vuelta.

Allí estaban. Tres figuras, observándome con ojos que parecían brillar en la penumbra, sus rostros inescrutables, pero fijos en mí, como si estuvieran esperando algo.

—Hola, Andrea —dijeron al unísono, sus voces resonando como un eco en la oscuridad—. No temas, no te haremos daño. Solo queríamos conocerte.

Sus palabras, aunque calmadas, no consiguieron apaciguar el latido frenético de mi corazón.

—¿Quiénes son? —pregunté con un hilo de voz, el miedo impregnando cada palabra.

—Somos Angustia, Dolor y Tristeza —respondieron juntas, con una frialdad casi mecánica.

Sentí un escalofrío aún más intenso. Angustia, Dolor y Tristeza. Los nombres resonaban en mi cabeza, cada uno cargado con su propia carga de pesadez.

— ¿Estoy en problemas? —exclamé, mi voz temblando.

—Por el momento no —dijo Angustia, su mirada más profunda que el abismo—. Pero debemos advertirte sobre Duda. Ella no es... amigable.

Su tono era sombrío, como si cada palabra cargara un oscuro presagio.

—Ya me di cuenta de eso —murmuré, recordando la inquietante figura que tantas veces me había acechado—. Pero no entiendo algunas cosas.

Dolor, con una voz suave pero penetrante, intervino:

—Pregunta y se te aclarará.

Titubeé un instante antes de hablar, pero la curiosidad y el temor eran más fuertes.

— ¿Por qué Sylphy tenía tanto miedo de que me encontrara con ustedes?

Ellas intercambiaron miradas rápidas, como si mi pregunta les hubiera sorprendido.

— ¿Quién es Sylphy? —preguntaron en coro, con evidente desconcierto.

—Es su hermana —respondí, con la convicción de quien ha estado segura de algo durante mucho tiempo.

—Nosotras no tenemos una hermana llamada Sylphy —dijo Tristeza, su voz cargada de melancolía.

Un repentino vacío se abrió en mi pecho. Si no eran sus hermanas... entonces, ¿quién era Sylphy? Mi mente se llenó de confusión.

—Entonces, ¿quién es Sylphy? ¿Por qué me mintió?

Las tres figuras parecieron tensarse ante mi pregunta. Angustia, con un rostro más serio que antes, contestó:

—Esa es una excelente pregunta. ¿Desde cuándo hablas con esa tal Sylphy?

—Desde hace un par de años —contesté, los recuerdos agolpándose en mi mente—. Ella apareció cuando sufrí ataques de ansiedad y depresión.

GUARDIÁN VOL. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora