CAPITULO 8

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Cuando Susana estaba a punto de darse la vuelta e ir corriendo hacia Andrea para contarle todo lo que había escuchado, un escalofrío recorrió su espalda. De repente, Patricia, como un depredador al acecho, la tomó de los cabellos con una fuerza sorprendente. La agarró de tal manera que Susana sintió un tirón desgarrador, y en un instante, su grito desgarrador resonó en el aire, un llamado desesperado que reverberó en las paredes del pasillo.

Pero el miedo la invadió al pensar que podrían aparecer testigos, así que Patricia, sin dudar, le dio un golpe certero en la nuca. En un parpadeo, Susana cayó, desmayándose como una muñeca de trapo, su mundo se desvaneció en un mar de oscuridad.

*Llamada entrante*

-Mi amor, ¡te tengo noticias emocionantes!

-Dime, ¿qué pudiste averiguar, mi príncipe? Estoy ansiosa.

-El seguro de vida sí existe, pero hay algo que no cuadra...

-¿A qué te refieres con "raro", mi príncipe?

-Los años no coinciden, y el nombre de la aseguradora... ¡no existe en ninguna parte!

-¿Cómo es eso posible, mi príncipe? ¡Explícame, por favor!

-Yo tampoco lo entiendo, mi Patricia, pero todo se siente muy extraño.

*Llamada finalizada*

*Llamada saliente*

-El número que usted ha llamado no corresponde a ningún usuario activo.

*Llamada finalizada*

*Llamada saliente*

-El número que usted ha llamado se encuentra apagado. Dejar un mensaje tiene un costo.

*Llamada finalizada*

*Llamada saliente*

-Ya le dijimos que el número que usted ha llamado no corresponde a ningún usuario activo. Eso quiere decir que su príncipe metió las narices donde no debía y, como resultado, fue silenciado.

*Llamada finalizada*

Al escuchar eso, Patricia sintió un escalofrío recorrer su espalda, y comenzó a temblar de frío. Estaba a punto de gritar, cuando de repente una mano firme la tomó del hombro. El susto la hizo soltar un grito ensordecedor al darse la vuelta, sus ojos desorbitados buscando la causa de su terror.

-¡Hola, Patricia! ¿Todo bien? -preguntó Andrea, con una sonrisa despreocupada.

-¡Andrea, me superasustaste! -respondió Patricia, su voz temblando y su corazón latiendo desbocado.

-¿Por qué estás tan nerviosa? -inquirió Andrea, con una ceja alzada, notando la palidez en el rostro de su amiga.

-Yo no quise lastimar a Susana, lo siento -murmuró Patricia, con la voz entrecortada y los ojos llenos de angustia.

-¿A quién? -preguntó Andrea, confundida.

-A Susana, la mesera -especificó Patricia, su mirada llena de preocupación.

-¿De qué mesera estás hablando? -exclamó Andrea, incrédula, como si hubiera perdido el hilo de la conversación.

-De la mesera del restaurante donde estábamos desayunando -respondió Patricia, sintiendo que la situación se tornaba cada vez más extraña.

-Lo que hayas fumado hoy -replicó Andrea, cruzando los brazos y sacudiendo la cabeza-, deja de fumarlo. Porque, por lo visto, estás viendo cosas donde no hay.

-¿Qué me quieres decir con eso? -preguntó Patricia, sintiéndose cada vez más desorientada.

-Que tú estabas conmigo en el coche. Yo me detuve para cargar gasolina y tú te pusiste muy rara -explicó Andrea, con un tono que combinaba preocupación y diversión.

Patricia clava su mirada en Andrea, recorriendo con sus ojos cada gesto y cada detalle de su rostro. Hay algo que no encaja, una inquietud latente que le recorre la piel como un escalofrío, haciéndola dudar de las palabras que Andrea le había dicho momentos antes.

—¿En verdad eres tú, Andrea? —exclama Patricia con voz temblorosa, mientras su mente se llena de preguntas sin respuesta.

Andrea sonríe, pero su expresión parece extrañamente forzada, como si cada músculo de su rostro estuviera interpretando un papel.

—Esa pregunta, Patricia —responde Andrea con una risa seca—. Claro que soy yo, ¿quién más podría ser entonces?

La inseguridad de Patricia se intensifica. Da un paso atrás, y su respiración se acelera, como si el aire a su alrededor se volviera más denso.

—No lo sé —murmura Patricia, tratando de mantener la compostura—. Te noto muy rara, hay algo en ti que no cuadra.

Andrea inclina la cabeza hacia un lado, como si estuviera analizando a Patricia, sus labios curvándose en una sonrisa que no alcanza sus ojos.

—¿Y puedo saber qué es lo que no cuadra en mí? —pregunta con una voz que ahora suena más fría, más calculadora.

Patricia la observa con creciente temor, su mirada se fija en un detalle que antes había pasado por alto. Un nudo se forma en su garganta, y apenas puede pronunciar las siguientes palabras.

—Tus ojos... no son de color lila —susurra Patricia, y su voz se quiebra por el miedo, sintiendo cómo una verdad terrible comienza a revelarse.

Andrea se ríe, una carcajada que resuena como el eco en una cueva oscura.

—Ja, ja, ja, y yo pensé que no te ibas a dar cuenta de ello —dice, con una expresión que destila burla y malicia—. Andrea jamás te volverá a encontrar.

El corazón de Patricia late con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. Da un paso atrás, sus piernas tiemblan mientras la realidad se desploma a su alrededor.

—¿Quién eres? —pregunta con un hilo de voz, sabiendo que la respuesta cambiará todo.

—Soy Duda —responde la figura que antes creyó ser Andrea, su voz tan afilada como un cuchillo—, y tú eres mi rehén, para que de una vez por todas, Andrea haga lo que yo quiera.

La sombra de una sonrisa perversa se dibuja en el rostro de Duda, mientras Patricia siente cómo la esperanza se desvanece, atrapada en una red de misterio y traición.

GUARDIÁN VOL. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora